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Los afroamericanos lloran a Mandela: "Era uno de los nuestros. Como Luther King"
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"este mundo explota y oprime a los negros"

Los afroamericanos lloran a Mandela: "Era uno de los nuestros. Como Luther King"

Martin Luther King pronunció su famoso Tengo un sueño en 1963, meses después del encarcelamiento de Nelson Mandela

Foto: Velas en memoria de Mandela en Harlem, Nueva York (Reuters)
Velas en memoria de Mandela en Harlem, Nueva York (Reuters)

Martin Luther King pronunció su famoso Tengo un sueñoen 1963, meses después del encarcelamiento de Nelson Mandela. Cuando el líder sudafricano recobró su libertad, 27 años más tarde, en Estados Unidos arrancaba una década de enormes tensiones raciales. Fue la peor en tres décadas, con salvajes disturbios como el de Los Ángeles (1992), en el que perdieron la vida más de 50 personas. Sin estar directamente relacionados, y salvando las distancias, se trata de procesos históricos que transcurrían por sendas paralelas.

La lucha por los derechos de la población negra ha marcado la historia reciente de ambos países y sus protagonistas se han mantenido interconectados y siempre atentos a lo que ocurría al otro lado del Océano. “Mandela también forma parte de nuestra historia. Está a la altura de Martin Luther King, Rosa Parks, Malcom X, Frederick Douglass... Fue nuestro hermano y estamos unidos a él por las experiencias compartidas. La comunidad negra ha perdido a uno de sus más poderosos guerreros, un trabajo que influenció a cuatro generaciones. Y su lucha continuará inspirando otros activistas durante mucho tiempo”, dice a El ConfidencialXian Glynn, activista del movimiento negro en Nueva York.

La comunidad afroamericana llora estos días la muerte de uno de sus últimos iconos y se multiplican las ceremonias de duelo y las manifestaciones de afecto. El presidente Barack Obama, quien siempre ha admitido inspirarse en Mandela y que le dedica párrafos enteros en su autobiografía de juventud Los sueños de mi padre, habló este jueves de él como “uno los hombres más influyentes, valientes y profundamente buenos”. La admiración es recíproca, cruza el Océano y, de hecho, la elección de Obama en 2008 se bailó en las calles de Soweto casi con tanta intensidad como en el Bronx. Se percibía como un nuevo paso hacia el mismo sueño.

Un grupo de personas canta el himno de Sudáfrica frente a la sede de la ONU (Reuters)
Mandela ha sido despedido estos días con un aplauso unánime en todos los estratos de la sociedad estadounidense, pero no siempre fue bien visto. Tras salir de la cárcel en 1990, por ejemplo, las autoridades de Miami se negaron a recibirlo y criticaron duramente su legado, entre otras cosas por considerarlo simpatizante y “cómplice” del gobierno de Fidel Castro. Y, por algún motivo, hasta 2008 su nombre seguía figurando en la lista del Departamento de Estado sobre potenciales terroristas que necesitan ser vigilados.

“Las chabolas de Soweto son un espejo de los guetos de Nueva York, Filadelfia y Chicago, Los Ángeles, Haiti, Jamaica, Rio de Janeiro... Es una realidad de sistema, de un mundo que explota a los negros y los oprime. Los 27 años de cárcel de Mandela nos recuerdan a lo que actualmente ocurre con los más de 2 millones de negros encarcelados en Estados Unidos, la mayoría de ellos afroamericanos. Lo único que separa a la gente de las chabolas de Soweto de la gente de las comunidades negras en EU es la geografía”, insiste Glynn.

Las tensiones raciales ha experimentado progresiones distintas en Sudáfrica y EEUU, pero se comparten bastantes síntomas: violencia, criminalidad, desigualdad económica y segregación. En la primera potencia se han realizado enormes avances en las últimas décadas, pero el desequilibrio se mantiene enraizado. La tasa de desempleo entre los negros es el doble que entre los blancos; uno de cada tres afroamericanos pasa alguna vez por prisión a lo largo de su vida; y menos de la mitad de las familias negras poseen una vivienda.

Con todo, al trazar comparaciones, los inmigrantes sudafricanos suelen describir Estados Unidos como un ejemplo a seguir. “Aquí es mejor, aquí hay libertad y respeto. Hay reglas muy estrictas para que cada uno haga su vida. Esto no tiene nada que ver con mi país”, decía ayer Tebogo, un sudafricano que conduce su taxi por las calles de Houston con un billete pegado en la guantera. Un billete de Sudáfrica, con el retrato sonriente de Nelson Mandela.

Martin Luther King pronunció su famoso Tengo un sueñoen 1963, meses después del encarcelamiento de Nelson Mandela. Cuando el líder sudafricano recobró su libertad, 27 años más tarde, en Estados Unidos arrancaba una década de enormes tensiones raciales. Fue la peor en tres décadas, con salvajes disturbios como el de Los Ángeles (1992), en el que perdieron la vida más de 50 personas. Sin estar directamente relacionados, y salvando las distancias, se trata de procesos históricos que transcurrían por sendas paralelas.

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