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Movimientos independentistas al estilo más puramente yanqui
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Movimientos independentistas al estilo más puramente yanqui

Algunos no soportan más el Gobierno “socialista” de Obama, con sus leyes de matrimonio homosexual, sus impuestos y sus intentos por controlar las armas

Foto: Manifestantes queman la estrella del estado 50º de la Unión, Hawái, en una protesta en Honolulú (Reuters).
Manifestantes queman la estrella del estado 50º de la Unión, Hawái, en una protesta en Honolulú (Reuters).

Algunos no soportan más el Gobierno “socialista” de Barack Obama, con sus leyes de matrimonio homosexual, sus impuestos y sus intentos por controlar las armas. Otros, por el contrario, repudian lo que llaman “el Imperio”, un país cada vez más militarizado donde el capitalismo se ha trasformado en una “corporatocracia” que gobierna a base de comprar políticos en Washington. Hay quienes simplemente quieren recuperar el estado independiente en el que una vez vivieron. Y todos tienen algo en común: las escasas probabilidades de éxito. El último estado que consiguió la secesión del que pertenecía fue West Virginia en 1863. Y si separarse del estado al que se pertenece en la actualidad es complicado, hacerlo de la federación de los Estados Unidos de América se antoja aún más difícil.

Los defensores de estas iniciativas apuntan a que la Décima enmienda de la Constitución les protege y que, al fin y al cabo, la Declaración de Independencia no es más que una proclamación secesionista. “Explorar la vía separatista es viable, legal e intrínseco a la tradición Americana”, explican desde el Middlebury Institute. Otros analistas dentro de movimientos pro-independencia reconocen que “una de las visiones de la Constitución es que Estados Unidos es un ente orgánico que no puede ser roto en partes”, como asegura a este diario Ron Milles, historiador y activista por la Segunda República de Vermont. “Pero se puede ver la Carta Magna como un acuerdo entre Estados soberanos, en el que cada uno de los cuales tiene derecho a salirse”, añade.

Para poder analizar cada uno de sus argumentos, El Confidencial ha hablado con los representantes de algunos de los principales movimientos separatistas o secesionistas de Estados Unidos.

“Estados Unidos fuera de Vermont”

Hubo un tiempo en que Vermont fue una república independiente. Corría el año 1777, y la milicia de los Green Mountain Boys, que se defendía de los ataques de sus vecinos neoyorquinos, terminó fundando la República de Vermont. Sólo existió 14 años, hasta que se unió a los Estados Unidos como el decimocuarto estado.

“Se puede ver la Carta Magna como un acuerdo entre estados soberanos, en el que cada uno de los cuales tiene derecho a salirse”, asegura Ron Milles, historiador y activista por la Segunda República de Vermont

Hoy por hoy, con poco más de 600.000 habitantes y capital en Montpelier, Vermont es conocido por sus bosques y montañas, sus vacas y su jarabe de Arce. Pero también por el fuerte sentimiento identitario de los vermonteses. No son como el resto de los estadounidenses, o al menos eso dicen ellos. Puede percibirse, unas veces de broma y otras más en serio, en las conversaciones con los originarios de este pequeño estado de Nueva Inglaterra, en el noreste del país. Y puede verse en las camisetas “US out of VT!” (¡Estados Unidos fuera de Vermont!), que se han convertido en un popular recuerdo entre los visitantes.

Fueron y son de tendencias progresistas (los primeros en abolir la esclavitud, ya en 1777). Votaron masivamente por Barack Obama e incluso tienen en la actualidad un senador que se declara socialista. Dicen sentir un gran aprecio por la economía local y la política participativa del tipo de las famosas reuniones town hall. Según una encuesta de la Universidad de Vermont realizada en el año 2006, uno de cada 12 vermonteses está “interesado” en la independencia.

“Los Estados Unidos del siglo XXI no son ya una república autogobernada y responsable frente a los deseos de sus ciudadanos, sino una imperio incontrolable dominado por banqueros y corporaciones y los políticos que les pertenecen”, opina para El Confidencial Rob Willians, coautor del libro Vermont: muy probablemente separado (Most likely to secede).

Williams busca una separación pacífica de Estados Unidos. “Por supuesto”, van a triunfar, porque “todos los imperios suben y luego caen”, y lo mismo ocurrirá con el americano. “El tiempo está de nuestro lado”, dice.

Su compañero, Ron Miller, historiador, es más cauto. Ve el movimiento como una oportunidad para hablar de un gobierno menos centralizado y una economía más local, y de aludir a los problemas estructurales del país, convertido en “sirviente del poder económico”. Ambos, por cierto, conocen el caso del movimiento separatista catalán y aseguran que lo apoyan “siempre que sea pacífico”.

Colorado y Maryland: cuando el campo quiere independizarse

Hombre blanco que vive en el campo, conservador, se siente ignorado por la mayoría que habita en la ciudad. Así se define habitualmente a las decenas de pro-secesionistas de origen rural en Estados Unidos. Pretenden marcharse de sus estados actuales para conseguir redibujar los distritos del voto, y construir “estados eminentemente rurales” no sujetos a las leyes e intereses de las mayorías que habitan las ciudades, según señala a El Confidencial Jeffrey Hare, líder de La iniciativa por el estado 51 (The 51st State Initiative) y Consejero Delegado de una firma de informática. Hare y sus pocos miles de simpatizantes pretenden crear un nuevo estado separado de Colorado para evitar la influencia que la capital, Denver, tiene en las políticas que ellos “padecen”.

“El control de las armas, el límite de las balas que puedes llevar en el cargador o los mandatos sobre energías renovables son algunos ejemplos de legislaciones hechas a medida de los habitantes de las grandes ciudades, no de los que vivimos en el campo”, afirma Hare. De momento, han conseguido que se vaya a votar en consulta popular la secesión en el próximo Día de Elecciones (election day), el 5 de noviembre, junto con otras propuestas sobre impuestos o el estatus de la marihuana. El referéndum se hará en once condados (divisiones gubernativas de las que hay más de 3.000 en todo Estados Unidos) que incluyen a unas 300.000 personas. “Es una votación no vinculante”, reconoce Hare, pero es el primer paso antes de poder cambiar la Constitución de Colorado para que se les permita irse.

Este es el sueño de los activistas por la creación de West Maryland. Comparten con Colorado su carácter rural, su aprensión por el lejano Gobierno de Washington y una aversión hacia los impuestos. “Somos cinco condados de Maryland que nos sentimos subrepresentados porque todo el poder cae sobre tres o cuatro jurisdicciones”, nos explica Scott Strzelczyk. “Por eso queremos un nuevo estado, de carácter más rural”.

Ante ideas tan fuera de lo común, ¿cuál es la reacción de la gente? “Los hay que nos apoyan, los hay que no, y los hay que están siendo muy agresivos. He recibido ataques porque mi apellido es polaco, y amenazas violentas de que podrían cortarme los genitales”, asegura.

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Hawái, ¿territorio ocupado?

La distancia entre el centro de poder estadounidense, Washington, y el estado número 50, Hawái, es de casi 8.000 kilómetros, sólo unos pocos menos de los que hay entre Madrid y Sao Paulo. Honolulú, la capital, está a casi cinco horas de vuelo, 4.000 kilómetros, de la gran ciudad continental más cercana, San Francisco. ¿Qué pinta, por tanto, Hawái dentro de los Estados Unidos de América?

“En la guerra hispano americana, Hawái fue secuestrada, y tratada desde entonces como si hubiera sido adoptada” por los Estados Unidos, explica a El Confidencial Keanu Sai, activista hawaiano y doctor en Ciencias Políticas. Insiste repetidas veces en que no se le califique como secesionista, porque eso “es ilegal, y yo soy un excapitán de las Fuerzas Amadas”. Sai y otros miembros de la comunidad intelectual proclaman el “fin de la ocupación”, porque Hawái ya era independiente y nunca perteneció al territorio norteamericano. “Somos más bien como Irak, un país independiente pero ocupado”.

Sai y otros miembros de la comunidad intelectual proclaman el “fin de la ocupación”, porque Hawái ya era independiente y nunca perteneció al territorio norteamericano: Somos más bien como Irak, un país independiente pero ocupado

En estos centenares de islas viven 1,3 millones de personas. Fueron estado soberano hasta 1898, cuando Estados Unidos las anexionó. Allí, el gigante militar americano establecería bases marítimas de vital importancia geoestratégica, entre ellas la de Pearl Harbor, atacada durante la II Guerra Mundial.

En 1959, Hawái votó sobre si permanecer anexionado, sin derecho a la independencia, o convertirse en el estado número 50 de la Unión. Esta opción ganó de forma mayoritaria. Desde entonces, decenas de miles de descendientes de la monarquía depuesta, indigenistas que quieren el tratamiento de nación, y secesionistas han creado hasta una docena de grupos para terminar con el statu quo.

“Lo que pretendemos es exponer, a través de la educación, que el Reino de Hawái sufre una ocupación prolongada. Eso es un hecho. No somos secesionistas, y puedo probarlo: en el año 2000 presenté en la Corte de La Haya los procedimientos para que se escuchara nuestro estatus legal. Esa Corte no escucha a movimientos secesionistas”, afirma, antes de recordar que Hawái tenía un tratado con la Corona española.

Puerto Rico, ¿el estado número 51?

La isla de Puerto Rico está en una situación similar a la que vivía Hawái antes de convertirse en estado de la federación. En estos momentos es un “territorio no incorporado” de la Unión. El archipiélago fue entregado por España a Estados Unidos (junto con Filipinas) tras la derrota en la guerra.

En 1948 se concedió la ciudadanía americana a los puertorriqueños. Tienen pasaporte estadounidense, sus soldados combaten bajo la bandera de EEUU y la moneda de la isla es el dólar, pero no tienen derecho a elegir al presidente y su único representante en el Congreso carece de voto.

Aunque tienen un gobernador, muchas decisiones vienen impuestas desde el Capitolio en Washington. La situación política es tensa. En noviembre de 2012 se celebró un referéndum no vinculante. El 54% rechazó la situación actual. El 61% votó por convertirse en el estado número 51º de la federación, algo que depende en estos momentos del Congreso de Estados Unidos. Son los congresistas los que han de votar si aceptan o no la “Ley de Resolución del Estatus de Puerto Rico” que ha presentado su gobernador.

El sur más extremo: el Movimiento Nacionalista de Texas

“El Gobierno federal se niega a cumplir con su obligación de protegernos de la constante invasión en nuestra frontera sur (con México), lo que causa la muerte de centenares de tejanos por asesinato, mutilaciones, violaciones o robo de algunos (sólo son algunos, subraya) de los que entran en Texas ilegalmente”. El Movimiento Nacionalista de Texas (TNM en sus siglas en inglés) no oculta sus verdaderos colores en sus declaraciones para El Confidencial. Su portavoz Jeff Sadighi cita la Constitución estadounidense, que obliga a Washington a “proteger cada uno de sus estados de la invasión”, en la que él incluye este flujo migratorio. Aseguran tener un cuarto de millón de seguidores.

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Niegan contener reminiscencia alguna de la Guerra Civil que enfrentó al Norte y al Sur. “Nos une nuestro ánimo de honrar la Constitución, el derecho a la propiedad privada, al cumplimiento de la ley, y valores tejanos como la caridad, la familia primero, la autosuficiencia o el ser emprendedores. Ser tejano es compartir un vínculo especial”, afirma, para concluir: “La independencia de Texas es inevitable; la gente está más despierta cada día a la realidad de que el Gobierno federal lleva tiempo en bancarrota y no respeta la Constitución”.

La República de Cascadia

“Por supuesto que creemos que podemos lograrlo, de otro modo no lo haríamos”. Así de contundente se muestra Brandon Letsinger de Cascadia Now!, un movimiento dedicado a construir la identidad regional de una región del Pacífico Norte que cuenta con 10.000 miembros. La República de Cascadia uniría varios estados del noroeste de Estados Unidos y una región del suroeste de Canadá: Washington (no confundir con el distrito sede del Gobierno, Washington D.C., en la otra costa), Oregón y British Columbia. Sería un nuevo país que a día de hoy contaría con 14 millones de habitantes. Terminarían así con la “indiferencia” con la que se les gobierna desde “los lejanos asientos del poder”. Sostienen que el padre fundador, Thomas Jefferson, nunca pretendió que Estados Unidos llegara hasta el Océano Pacífico.

Algunos no soportan más el Gobierno “socialista” de Barack Obama, con sus leyes de matrimonio homosexual, sus impuestos y sus intentos por controlar las armas. Otros, por el contrario, repudian lo que llaman “el Imperio”, un país cada vez más militarizado donde el capitalismo se ha trasformado en una “corporatocracia” que gobierna a base de comprar políticos en Washington. Hay quienes simplemente quieren recuperar el estado independiente en el que una vez vivieron. Y todos tienen algo en común: las escasas probabilidades de éxito. El último estado que consiguió la secesión del que pertenecía fue West Virginia en 1863. Y si separarse del estado al que se pertenece en la actualidad es complicado, hacerlo de la federación de los Estados Unidos de América se antoja aún más difícil.

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