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Washington: funcionarios cabreados, parques vallados y congresistas a la gresca
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CONSECUENCIAS DEL BLOQUEO DEL GOBIERNO

Washington: funcionarios cabreados, parques vallados y congresistas a la gresca

En un lateral del National Mall, con la cúpula del Capitolio de fondo, un grupo de turistas indios reciben las explicaciones del guía: "Hoy todo cierra"

Foto: Un funcionario protesta frente al Capitolio: 'Hagan su trabajo y yo haré el mío', reza la pancarta que sostiene (Reuters)
Un funcionario protesta frente al Capitolio: 'Hagan su trabajo y yo haré el mío', reza la pancarta que sostiene (Reuters)

En un lateral del National Mall, con la cúpula del Capitolio de fondo, un grupo de turistas indios reciben las explicaciones del guía. “Como sabéis, hoy todo esto está cerrado porque los políticos que trabajan en aquel edificio no quieren dar más dinero al presidente”. Hecha la explicación la comitiva continúa su ruta, bordeando las barreras instaladas alrededor del césped.

Cuando el Gobierno estadounidense cierra algo, lo hace en serio: decenas de jardines de la capital amanecieron ayer literalmente vallados, e incluso se bloqueó el acceso a algunos parques infantiles, así que muchos vecinos aprendieron que los columpios son también propiedad federal.

Tal y como se había advertido en la víspera, echaron el cierre todos los museos del Smithsonian, así como los monumentos más emblemáticos. El Zoológico no sólo fue clausurado sino que se desconectó la cámara que permite espiar desde Internet los movimientos de su oso panda, el único ser vivo al que el Washington Post dedica más páginas que a Barack Obama.

Cientos de miles de funcionarios pasaron por la mañana un par de horas en la oficina preparándose para las vacaciones forzosas: cerrando sus ordenadores, regando las plantas y configurando sus correos electrónicos. Algunos lo hacían resignados, otros enfurecidos y una minoría entusiasmada ante la idea de pasar unos días lejos del trabajo.

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Sarah pertenece al primer grupo. “Estoy muy, muy cabreada. Me quedo sin salario hasta nuevo aviso. Si esto se alarga más de dos semanas no sé cómo voy a pagar el alquiler”, decía esta empleada del Departamento de Educación, aclarando que acaba de instalarse en la ciudad y que no dispone de un “colchón” de ahorros demasiado mullido.

Teniendo en cuenta que el funcionariado federal es la primera industria de la capital (supone alrededor del 30 por ciento de los empleos) y que el turismo es la segunda, hay motivos para preocuparse si el “apagón” se prolonga en el tiempo. Se calcula que las pérdidas ascienden a los 200 millones de dólares al día.

“En un día normal habría vendido ya más de 100 latas de bebida, 50 sandwiches y otros tantos helados. Hoy sólo me compran los turistas chinos”, resumía Pam, inmigrante filipina y propietaria de un furgón de comida y refrescos situado no demasiado lejos del Congreso, en una zona en la que a la hora del almuerzo se cruzan oficinistas encaminados al Capitolio y turistas extranjeros.

La indignación iba seguramente por dentro, pero el centro de la ciudad mantenía su aspecto habitual. Algo menos acelerado y populoso que en un día laborable normal, pero sin escenas de caos y con protestas minoritarias y muy aisladas. Funcionaban los transportes públicos, fluía el tráfico y seguían abiertos restaurantes y tiendas. El Ayuntamiento, además, ha prometido hacer lo posible para mantener los servicios mínimos intactos tirando de reservas. Incluida la recogida de basuras, una de las cosas que más preocupan.

Algo más noqueada quedó la vida institucional, académica, mediática y política, actividades de la que viven la mayor parte de los hombres y mujeres trajeados que circulan por las calles que rodean la Casa Blanca. Las convocatorias para reuniones, conferencias, ruedas de prensa, audiencias, etcétera, fueron anulándose progresivamente a lo largo de la mañana. “Me han dejado sin agenda de repente. No tengo mucho que hacer, la verdad”, reconocía el consejero cultural de una de las 176 embajadas que hospeda Washington.

Mientras tanto, dentro del Congreso, los legisladores y sus equipos seguían enfrascados en la pelea presupuestaria y en los argumentos a favor y en contra de la reforma sanitaria que está en el centro de la disputa. Republicanos y demócratas se echaban unos a otros la culpa del “cierre”. Por usar un eufemismo repetido, se les resistía “la fórmula de consenso” que han de encontrar para resolver el entuerto.

En un lateral del National Mall, con la cúpula del Capitolio de fondo, un grupo de turistas indios reciben las explicaciones del guía. “Como sabéis, hoy todo esto está cerrado porque los políticos que trabajan en aquel edificio no quieren dar más dinero al presidente”. Hecha la explicación la comitiva continúa su ruta, bordeando las barreras instaladas alrededor del césped.

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