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Cuenta atrás para evitar la bancarrota

Enésima pelea en el Congreso para aprobar la elevación del límite legal de endeudamiento, cuyo tope de 16,7 billones se alcanza el 17 de octubre

Foto: Barack Obama pronuncia un discurso sobre el llamado 'Obamacare' en la Universidad Prince George de Largo, en el estado de Maryland. (R
Barack Obama pronuncia un discurso sobre el llamado 'Obamacare' en la Universidad Prince George de Largo, en el estado de Maryland. (R

“Ya empezamos otra vez”; “Aquí llega de nuevo”; “Es el debate por el techo de deuda, versión 3.0”… Los medios de comunicación estadounidenses están metidos de lleno enla enésima pelea en el Congreso para aprobar la elevación del límite legal de endeudamiento de Estados Unidos, cuyo tope de 16,7 billones se alcanzará el 17 de octubre, lo que podría desatar la bancarrota de la primera potencia económica mundial si republicanos y demócratas no alcanzan un acuerdo antes del próximo lunes.

En los próximos días, el Gobierno se quedará sin dinero para pagar sus facturas si no se le permite endeudarse más, ha advertido el secretario del Tesoro, Jack Lew. Bomberos, profesores, proveedores de comida de los colegios públicos, controladores aéreos o a los propios congresistas verían menguar sus nóminas irremediablemente.

Pero en esta tercera edición (2011, 2012 y 2013), el hartazgo por el drama político que se avecina es notable: “Todo el mundo está cansado de esta pelea”, confiesa el prestigioso analista político Stuart Rothenberg a El Confidencial. “La lucha continuada lo único que hace es añadir incertidumbre a los negocios y, probablemente, esté dañando la inversión”, nos alerta Joseph Foudy, economista de la Universidad de Nueva York.

La lucha continuada lo único que hace es añadir incertidumbre a los negocios y, probablemente, esté dañando la inversión, alerta Joseph Foudy, economista de la Universidad de Nueva York

Estados Unidos vive de prestado, y tiene que aumentar el tope de su tarjeta de crédito cada cierto tiempo. Tras haber elevado el techo de deuda 77 veces en su historia, diez en la última década, este límite se sitúa ahora en los 16,7 billones de dólares. La cifra es apabullante. Y, por supuesto, la más alta del mundo. El país está endeudado unas 18 veces más que España.

Hasta 2002, esta cifra se había mantenido a raya, por debajo de los seis billones. Pero las cosas han cambiado tras dos guerras a crédito en las que se bajaron los impuestos y los rescates bancarios, unidos a los subsidios y demás inyecciones propias de una crisis económica. Washington se ha empeñado hasta las cejas. Por primera vez desde la II Segunda Guerra mundial, la deuda ha superado el PIB anual.

Todos los políticos son conscientes del problema, y todos proponen sus soluciones. Básicamente, los demócratas pretenden reducir el endeudamiento sólo en el medio-largo plazo, sin hacer recortes ahora que pudieran arruinar la recuperación económica aún incipiente, mientras los republicanos, espartanos con el gasto público, quieren aprovechar y aplicar recortes drásticos. “Todos se quejan de la deuda, pero muy pocos estadounidenses están dispuestos a aceptar los recortes en los programas que serían necesarios para equilibrar el presupuesto”, opina Rothenberg.

El doloroso verano de 2011: golpe a la economía de EEUU

En el imaginario colectivo está el verano de 2011. Entonces, el debate para elevar el techo de deuda fue tan árido, las negociaciones tan tensas, y se apuró tanto el límite a partir del cual el Gobierno no podría pagar sus deudas, que la economía y la reputación de Estados Unidos sufrieron de forma considerable. Los republicanos habían recuperado una de las dos cámaras del Congreso, la de los Representantes, en 2010. Estaban dispuestos a frenar el endeudamiento del país y, de paso, hacerle la vida imposible a Barack Obama. Secuestraron la economía y, como rescate, pidieron un plan serio de recorte de la sanidad pública para mayores y personas sin recursos (Medicare y Medicaid), entre otros.

placeholder El senador republicano de Texas, Ted Cruz, sale del Senado tras intentar imepdir una votación sobre la reforma sanitaria de Obama (Efe).

El republicano John Boehner, el respetado portavoz de la Cámara, era el encargado de las negociaciones. Pero su capacidad se vio reducida por el sabotaje de sus propios correligionarios: los freshmen (líderes recién electos en el Congreso), muchos de ellos representantes del Tea Party, se negaban a cualquier concesión. “Se reforzó entonces la idea de un Washington paralizado, y se puso el foco en la influencia que tiene el Tea Party dentro del partido republicano”, opina para El Confidencial Dan Balz, corresponsal político del Washington Post.

El guirigay en la capital duró meses. El techo se terminó elevando, pero tanto la confianza del consumidor como el mercado de valores se desplomaron. El índice selectivo SP500 cayó un increíble 17% entre el 22 de julio y el 8 de agosto. La agencia de calificación Standard & Poor’s penalizó a los legisladores quitándole la “triple A” a la deuda estadounidense. Por primera vez en la historia, esta deuda no era “espectacular”, sino tan sólo “excelente” (AA+). Esto situó la credibilidad del país por debajo de la de varios estados europeos. El recorte no tuvo efecto en el tipo de interés por el que Estados Unidos paga su deuda, entre otras cosas porque Europa estaba lidiando con sus propias turbulencias económicas.

Los norteamericanos ya no confían en sus líderes

Pero el melodrama político había herido de manera profunda la confianza de los estadounidenses en sus líderes. Los congresistas eran vilipendiados en las tertulias televisivas. El Congreso se convirtió en uno de los peores valorados de la historia: sólo dos de cada diez norteamericanos valora positivamente la labor de sus miembros.

Tras la resaca de 2011 empezaron a escucharse voces que pedían reformar, o incluso eliminar, la necesidad de que el Gobierno tenga que pedir permiso al Congreso para endeudarse, algo que sólo ocurre en Estados Unidos y en Dinamarca. Al fin y al cabo, apuntan los críticos de este sistema, el Ejecutivo pide más dinero precisamente para pagar las deudas de Congreso, es decir, las partidas asignadas a las leyes aprobadas por él mismo. No se trata de gastar más, sino de pagar lo adeudado. Los detractores alegan, además, que este límite de endeudamiento se ha convertido en un partido de fútbol político, con la economía como pelota, que supone riesgos inherentes a la credibilidad del país para pagar sus deudas. Un espectáculo político dantesco para los empresarios e inversores.

Los republicanos más conservadores exigen que cualquier concesión a la hora de elevar el techo de deuda vaya acompañada de modificaciones en el Obamacare. Otros piden a sus correligionarios que dejen estas tácticas de “terrorismo político” por los riesgos que suponen para la economía

Los que defienden el sistema dicen que es una oportunidad de controlar el gasto y de hacer que se piense dos veces cada dólar que se paga. Ponen como ejemplo el pulso entre Dwight Eisenhower y el Congreso de 1953. El presidente pidió permiso para endeudarse un poco más, desde los 275.000 a los 290.000 millones. Los legisladores se negaron en aras de la austeridad. Diarios como el Wall Street Journal editorializaban en aquella época asegurando que “imponer un límite a la deuda del Gobierno y luego cambiarlo en el momento en que empieza a apretar hace de todo el asunto un simple truco para engañar a la gente”.

Entonces, como ahora, el secretario del Tesoro George M. Humphrey amenazó con que, en breve, “el Ejecutivo no podrá pagar sus deudas”. Llegaron a vender oro para reunir 500 millones de dólares y poder seguir funcionando. Se recortaron gastos. Finalmente, Humphrey consiguió permiso para endeudarse en otros 6.000 millones de dólares. Eisenhower había perdido la batalla, y el Congreso había mandado un mensaje claro.

Obama no está dispuesto a negociar

Las posiciones parecen más extremas si cabe en esta nueva edición de la batalla de la deuda. Barack Obama ha asegurado que no negociará. Hay que elevar la capacidad de endeudamiento porque es preciso pagar los gastos ya aprobados por el Congreso, y punto. En el Senado y la Cámara las posiciones están divididas incluso dentro de cada partido. La mayoría de los demócratas apoya al presidente, pero los más centristas, pensando en la reelección de 2014, van a pedir un paquete de reducción de gasto.

placeholder Barack Obama pronuncia un discurso sobre el llamado 'Obamacare' en la Universidad Prince George de Largo, en el estado de Maryland (Efe).

Las cosas están aún más divididas dentro del Viejo Gran Partido (el republicano, GOP en sus siglas en inglés). John Boehner ha prometido “no elevar el techo de deuda hasta que no haya recortes reales en el gasto”. Los más conservadores desean que cualquier concesión a la hora de elevar el techo de deuda vaya acompañada de modificaciones en su anatema político, la Ley de Sanidad Asequible conocida como Obamacare. Otros republicanos piden a sus correligionarios que se dejen estas tácticas de “terrorismo político”, por los riesgos que suponen para la economía. “El liderazgo del GOP en Capitol Hill teme haber sido declarado culpable por casi ‘cerrar el Gobierno’ en otras ocasiones, y quiere evitar otra lucha sobre el techo de deuda; el problema es que ya no lideran como antaño”, sentencia Stuart Rothemberg.

Hay un marcador electrónico situado en la Sexta Avenida neoyorquina que contabiliza segundo a segundo cómo aumenta la deuda del país. Lo pagan los herederos de Seymur Durst, un constructor de la ciudad. Durst ya puso en marcha un primer contador en 1989, preocupado por los tres billones de deuda del país. Aquel cronómetro se paró en el año 2000, tras su muerte, porque entonces la deuda era baja y no le preocupaba a nadie. Tras conectarlo de nuevo en 2002, el aparato tuvo que ser transformado para añadirle un nuevo dígito en septiembre de 2008. Al cierre de esta edición marca algo más de 16.745.586.000.000 dólares de deuda, lo que supone más de 50.000 dólares por ciudadano y 150.000 dólares por contribuyente.

“Ya empezamos otra vez”; “Aquí llega de nuevo”; “Es el debate por el techo de deuda, versión 3.0”… Los medios de comunicación estadounidenses están metidos de lleno enla enésima pelea en el Congreso para aprobar la elevación del límite legal de endeudamiento de Estados Unidos, cuyo tope de 16,7 billones se alcanzará el 17 de octubre, lo que podría desatar la bancarrota de la primera potencia económica mundial si republicanos y demócratas no alcanzan un acuerdo antes del próximo lunes.

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