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Los millonarios libaneses, a espaldas de la guerra en Siria
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Los millonarios libaneses, a espaldas de la guerra en Siria

Los millonarios de Líbano viven al margen de los conflictos que, de vez en cuando, desangran el país. Tampoco sienten miedo ante el polvorín en Siria

Foto: Rania Abu Mosleh, directora general de AMB en Líbano (Ethel Bonet).
Rania Abu Mosleh, directora general de AMB en Líbano (Ethel Bonet).

Un elegante Porsche Cayenne negro me espera en la puerta de mi casa. Por suerte me he puesto un vestido de Max Mara (comprado en rebajas) reservado para las ocasiones especiales,así que logro salir airosa de la situación. Quien me aguarda es Emile Khori, un cristiano maronita de 40 años, que me lleva a cenar con dos amigas libanesas (dos londoners que sólo están de visita) a The Luxe, uno de los nuevos restaurantes de moda ubicado en el puerto deportivo de Beirut. Tania Ahal, una de sus acompañantes, luce un fabuloso brazalete de diamantes negros, una joya exclusiva del diseñador libanés Karma El Khalil, afincado en Nueva York.

Tomamos todo tipo de delicatesen, tres botellas de vino blanco Chardonnay, varios martinis y un Havana Club Añejo 7 años on the rocks. Como buen caballero, paga la cena con su American Express.

Khori es dueño de una distribuidora de libros extranjeros que vende a multinacionales como Virgin en diez países árabes. A este empresario no le afecta demasiado la crisis siria, ya que las ventas en el Líbano solo representan el 10% de sus ganancias. Vive en un apartamento de lujo en Zuqaq al Blad, a 20 metros del Gran Serrallo, el palacio del primer ministro libanés.

“Decimos del Líbano que es el rey tuerto en el reino de los ciegos. El país sobrevive gracias a las divisas extranjeras que envían los libaneses expatriados por todo el mundo, por eso la lira libanesa no se devalúa y se mantiene siempre el cambio de 1500 LL por 1$”, explica.

A este empresario no le preocupan las consecuencias de una intervención extranjera en la vecina Siria. “Hizbulá no va a atacar a Israel. Es consciente de que si le provoca, esta vez será el fin de la milicia chií libanesa”, augura Khori, que no oculta su odio hacia el movimiento armado islamista.

“Los inversores saudíes y qataríes ya sólo financian la revolución siria”

A sus 31 años, Rania Abu Mosleh es propietaria de una lujosa vivienda en Sofil, valorada en más de un millón de euros, en el barrio burgués de Ashrafiyeh, y directora general de AMB (Assessement and Management Bureau), una empresa de servicios de consultoría e inversiones. La mayoría de sus inversores son oriundos de países del Golfo, pero también hace consultorías para europeos y estadounidenses. Su aspecto es desenfadado e informal: top negro y vaqueros ajustados de marca. Pero su anillo de oro blanco macizo con un rosetón de diamantes incrustados, y los pendientes de aro a juego, marcan la diferencia.

Esta empresaria reconoce que en el último año las inversiones en el Líbano han caído, debido a la guerra civil siria. “Los principales inversores son qataríes o saudíes. Pero están tan metidos en financiar la revolución siria que apenas invierten en nuevos proyectos en el Líbano. También nuestros socios de la Unión Europea y EEUU han congelado algunos proyectos debido a la inestabilidad de la zona”, sostiene.

Rania ve a los refugiados sirios como un problema para el Líbano. “Cuando paso por delante de un grupo de sirios sentados en la calle, sin hacer nada, y me observan, me siento incómoda. Hay una gran diferencia con los que vienen al Four Season de Rauche (la playa de Beirut) o van a restaurantes como el Balthazar (en el centro de la ciudad)”, expone sin ocultar un cierto tono racista.

Por el momento, se siente segura en su país, pero “siempre hay que tener un plan B”, comenta. Dicho plan consiste en marcharse por un tiempo a Doha, donde su familia tiene propiedades y varias cuentas bancarias. “En principio, subiríamos a la villa que tenemos en el valle de Alley, o a la casa de las montañas de Farafra”, explica, antes de concretar que “en caso de un ataque con armas químicas, nos macharíamos del país”.

Sus dos hermanos tienen pasaporte estadounidense, así que para ellos sería más fácil refugiarse en Occidente. En su caso y el de sus padres, vivirían en Qatar durante un tiempo. “Aunque es un país que no nos gusta porque la gente es muy conservadora”, indica. El padre de Rania disfruta de una jubilación de oro: amasó una fortuna como gerente regional del gigante petrolero Chevron.

Como libanesa que pertenece a la minoría drusa, se siente al margen de las disputas entre musulmanes suníes y chiíes. Y su comunidad no tiene problemas con los cristianos. “La verdad es que intento estar apartada de la política. No suelo leer la prensa regional, sólo me interesan las noticias de economía”, asiente.

“¿Guerra? Disfrutábamos de fiestas nocturnas en la piscina”

Nunca hubiera soñado el último rey fenicio de Biblos (en el norte de la costa libanesa) con amasar una fortuna como la que posee Rober Edde. Este multimillonario, dueño de una cadena de hoteles de lujo, restaurantes y el mayor estudio de arquitectura del Líbano, se considera el heredero “ilegítimo” de lo que fue aquella civilización asentada en el Mediterráneo libanés.

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Edde es el nombre que recibió la fortaleza que resistió a la invasión de los mamelucos y, ahora, el nombre del pueblo, propiedad de Rober. Edde es, además, presidente de la formación política El partido de la Paz, que está integrada en la Coalición del 14 de Marzo y en contra del régimen sirio de Bachar al Asad.

El magnate entra con su mujer a su restaurante el Café Edde, donde hemos cerrado una cita. Trajeado con corbata y chaqueta, mientras ella luciendo una pamela y un vestido amarillo, saludan afablemente a los empleados y Edde entrega su pistola automática a un camarero. No necesita protección dentro de su feudo. “Mi país vive bajo la misericordia del Partido de Dios (Hizbulá)”, critica el multimillonario cristiano.

“El control político de Hizbulá ha provocado que los ingresos por el turismo hayan caído hasta un 60% en Líbano”, asegura, antes de detallar que “desde hace dos veranos nuestros mejores clientes saudíes no han venido al Edde Sands”.

Muchos libaneses temen por la respuesta de Hizbulá, la milicia chií, subordinada de Irán, frente a un eventual ataque de Occidente en Siria. Si, en represalia, dispara cohetes contra Israel, llevaría de nuevo al Líbano una guerra como la del verano de 2006. Durante aquellos meses, en los que las fuerzas israelíes bombardearon objetivos chiíes en el sur y los suburbios de Beirut, la clase alta se refugió en Brumana, en el monte Líbano, en el Palace Printania, un resort de lujo, alejado de las bombas en la capital.

Allí estábamos como si no pasara nada. Al margen de la guerra. Disfrutando de las fiestas nocturnas, karaoke, y aperitivos en la piscina”, explica una libanesa, que prefiere no dar su nombre. “Lo más increíble era que, cuando nosotros estábamos tomando cócteles en la piscina, cientos de libaneses murieron por los ataques de la aviación israelí”, comenta con cierto sentimiento de culpabilidad.

Un elegante Porsche Cayenne negro me espera en la puerta de mi casa. Por suerte me he puesto un vestido de Max Mara (comprado en rebajas) reservado para las ocasiones especiales,así que logro salir airosa de la situación. Quien me aguarda es Emile Khori, un cristiano maronita de 40 años, que me lleva a cenar con dos amigas libanesas (dos londoners que sólo están de visita) a The Luxe, uno de los nuevos restaurantes de moda ubicado en el puerto deportivo de Beirut. Tania Ahal, una de sus acompañantes, luce un fabuloso brazalete de diamantes negros, una joya exclusiva del diseñador libanés Karma El Khalil, afincado en Nueva York.

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