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Bienvenidos al ‘Otoño Árabe’
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ORIENTE MEDIO ES UN POLVORÍN DOS AÑOS DESPUÉS DEL INICIO DE LAS REVUELTAS

Bienvenidos al ‘Otoño Árabe’

La asonada militar en Egipto ha puesto de manifiesto que la convulsión política en el mundo árabe está lejos de terminar. Dos años después de las

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Bienvenidos al ‘Otoño Árabe’

La asonada militar en Egipto ha puesto de manifiesto que la convulsión política en el mundo árabe está lejos de terminar. Dos años después de las revueltas que culminaron en los derrocamientos del gobernante tunecino Zine Abidine Ben Alí, el egipcio Hosni Mubarak, el libio Muammar Al Gadafi y el yemení Ali Abdulah Saleh, el panorama regional es más incierto que nunca.

Egipto: de nuevo, el Ejército

Las primeras elecciones post-Mubarak las ganó el islamista Mohamed Mursi, de la Hermandad Musulmana, quien no tardó en aplicar un programa de concentración de poder y restricciones a la prensa y la oposición. Pero un año después, el descontento con Mursi, más preocupado por apuntalar su figura que por enderezar la catastrófica situación económica, había alcanzado cotas astronómicas. La semana pasada, millones de personas salieron a la calle a pedir su renuncia, y los enfrentamientos con los partidarios del Gobierno dejaron decenas de muertos y cientos de heridos.

Así las cosas, el Ejército ha vuelto a dar un paso al frente, derrocando a Mursi y nombrando presidente al líder del Tribunal Supremo. Los detractores del mandatario islamista insisten en que no ha sido un golpe de Estado, y en que los militares devolverán pronto el poder a los civiles. Mientras tanto, sus seguidores se están enfrentando al Ejército en las calles, por lo que el número de fallecidos sigue aumentando.

Túnez: carrera entre radicales islamistas

Contra todo pronóstico, el islamista Rashid Ganushi ganó las primeras elecciones libres en Túnez a la cabeza de Ennahda, un grupo que había estado prácticamente ausente del país desde hacía décadas debido a la represión, pero que demostró gran capacidad de organización. Desde entonces, las tensiones no han cesado. A Ganushi le han salido competidores en forma de salafistas radicales, que consideran que no está haciendo lo suficiente por islamizar la sociedad, y que en ocasiones se enfrentan tanto a las autoridades como a otros grupos políticos seculares. Dado que gran parte de los tunecinos no consideran la religión como un elemento fundamental en sus vidas, la inestabilidad política está a la orden del día. Las próximas elecciones podrían traer grandes sorpresas.

Libia: sin autoridad pero con armas

En Libia también se celebraron elecciones relativamente limpias tras la caída de Gadafi, y la participación masiva mostró el interés de los libios por el proceso democrático. Pero la Administración central se ha mostrado incapaz de desarmar a las milicias rebeldes, que se han dedicado a perpetrar sangrientas venganzas contra los gadafistas en lugares como Misrata o Zintan. En esta última ciudad se encuentra prisionero el hijo de Gadafi, Saif Al Islam, y los milicianos se niegan a entregarlo al Tribunal Penal Internacional, asegurando que será juzgado en la propia Libia este mismo verano. Además, las armas del conflicto inundan ahora sin control todo tipo de teatros bélicos, desde Malí a Siria, o, según la inteligencia israelí, la península del Sinaí y la franja de Gaza.

Marruecos: récord en inmolaciones

A los propagandistas del rey Mohamed VI les gusta hablar de la “excepción marroquí”, inmune a las convulsiones de los países vecinos. Pero lo cierto es que en Marruecos se han inmolado como protesta más personas que en ningún otro país, y las manifestaciones han sido más multitudinarias y frecuentes que en lugares como Argelia o Jordania.

El gran acierto de Mohamed VI ha sido no tratar de prohibirlas ni reprimirlas (las represalias contra la oposición han sido mucho más sutiles, incluyendo el cierre de las publicaciones más críticas), así como poner en marcha algunas reformas democráticas de cierto alcance. La celebración de elecciones en diciembre de 2011 se saldó con victoria del islamista Partido Justicia y Desarrollo (PJD), largamente marginado, lo que sirvió de válvula de escape a parte de la frustración.

Baréin: arrestos masivos y torturas

Las protestas fueron acalladas enseguida por el envío de tropas de los países vecinos del Golfo Pérsico, lideradas por Arabia Saudí, y, durante estos dos años, la represión ha degenerado en arrestos masivos, torturas, despidos y otras represalias. Pero el movimiento de protesta no ha muerto del todo y, de vez en cuando, se producen pequeños conatos de revuelta en algunos barrios de Manama, la capital. No obstante, el hecho de que gran parte de los manifestantes sean musulmanes chiíes que cuentan con el apoyo de Irán, y el que Baréin sea la base de la V Flota estadounidense, ha llevado a que no se preste la misma atención a la situación en esta pequeña isla que a otros países.

Arabia Saudí: una bomba a punto de estallar

No es que en el Reino de los Santos Lugares del islam no exista descontento, pero la estructura social del estado saudí no permite, ni tolera, la más mínima disidencia

No es que en el Reino de los Santos Lugares del islam no exista descontento, pero la estructura social del estado saudí no permite, ni tolera, la más mínima disidencia. Al hilo de las revueltas en Túnez y Egipto, se produjeron protestas de cierta importancia en localidades del interior y barrios de la periferia de las principales ciudades. Pero la combinación de medidas populistas -como el aumento de subsidios o el endurecimiento de las condiciones de trabajo de los extranjeros, para reducir el desempleo entre los saudíes-, junto con una eficaz acción policial, impidió que aquello desembocase en un movimiento organizado. En todo caso, a pesar de la riqueza petrolífera, los indicadores sociales muestran que Arabia Saudí es un estado más disfuncional de lo que parece, y podría ser una bomba a punto de estallar.

Argelia: la revuelta murió antes de nacer

La ‘Primavera Árabe’ nunca llegó a calar en este país. Influyó lo reciente de la cruenta guerra civil entre los islamistas y las fuerzas de seguridad, que en los años 90 dejó cerca de 300.000 muertos y miles de desaparecidos. Pero también es cierto que los escasos miles de manifestantes que acudieron a las convocatorias en Argel y otras ciudades para protestar contra el régimen de Abdelaziz Bouteflika se encontraron rodeados por efectivos policiales muy superiores. La revuelta murió antes de nacer.

Jordania: el descontento crece sin cesar

Las protestas han conseguido tumbar a tres líderes parlamentarios, pero hasta fecha muy reciente los manifestantes no se han atrevido a pedir directamente la renuncia del rey Abdalá II. No obstante, el descontento no deja de aumentar. La aparición de fuerzas especiales estadounidenses en suelo jordano (con el propósito declarado de entrenar a varios miles de rebeldes sirios), y los problemas derivados de la llegada masiva de refugiados sirios, han incrementado el malestar de un importante sector de de la población, que ve con preocupación cómo Jordania se ve implicada cada vez más en la guerra de Siria.

Yemen: ‘business as usual’

El presidente Ali Abdulah Saleh accedió en 2011 a renunciar al poder tras ser herido en un ataque a su palacio. Pero su sustituto, el hasta entonces vicepresidente Abd Rabuh Mansur Al Hadi, no ha conseguido detener los diversos conflictos armados, en los que se mezclan una rebelión secesionista, una ofensiva yihadista de primer orden y una campaña antiterrorista estadounidense mediante drones que provoca víctimas civiles a un ritmo vertiginoso.

Siria: la matanza continúa

Las manifestaciones contra el régimen comenzaron, como en el resto de la región, de forma pacífica, pero no tardaron en desembocar en una sangrienta guerra civil. A los rebeldes, compuestos en su mayoría por desertores de religión suní, los apoyan de forma más o menos abierta Turquía y los países del Golfo Pérsico y, cada vez más, la OTAN. Assad cuenta con el respaldo de Rusia, Irán y la milicia libanesa de Hizbulá, que recientemente ha enviado cuatro mil combatientes de élite en su apoyo. El resultado no ha tardado en hacerse notar, y las tropas gubernamentales están recuperando terreno a gran velocidad, lo que a su vez podría forzar una mayor implicación de las potencias que apoyan a los insurgentes.

La asonada militar en Egipto ha puesto de manifiesto que la convulsión política en el mundo árabe está lejos de terminar. Dos años después de las revueltas que culminaron en los derrocamientos del gobernante tunecino Zine Abidine Ben Alí, el egipcio Hosni Mubarak, el libio Muammar Al Gadafi y el yemení Ali Abdulah Saleh, el panorama regional es más incierto que nunca.