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El agua del Nilo, nuevo petróleo del siglo XXI
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LA CONSTRUCCIÓN DE UNA PRESA EN ETIOPÍA ELEVA LA TENSIÓN CON EGIPTO

El agua del Nilo, nuevo petróleo del siglo XXI

La agresiva retórica del presidente egipcio, Mohamed Morsi, que el pasado lunes aseguró que defendería cada gota del Nilo “con sangre si fuera necesario”, es sólo

Foto: El agua del Nilo, nuevo petróleo del siglo XXI
El agua del Nilo, nuevo petróleo del siglo XXI

La agresiva retórica del presidente egipcio, Mohamed Morsi, que el pasado lunes aseguró que defendería cada gota del Nilo “con sangre si fuera necesario”, es sólo la última réplica del lenguaje belicista de sus predecesores. El fallecido Anuar el Sadat ya mantuvo que el mayor río de África es asunto de “vida o muerte” para los egipcios y que su disputa sería el único motivo para llevar a su país a un conflicto armado. Aunque quien fue más allá fue el ministro de Exteriores bajo la dictadura de Hosni Mubarak, Boutros Boutros-Ghali, que se atrevió a pronosticar hace un par de décadas que la próxima guerra en Oriente Próximo sería por el control de las aguas.

El río sobre el que los faraones construyeron la antigua civilización egipcia se ha mantenido en calma sólo durante pequeños lapsos de tiempo. Y ahora el proyecto para levantar una gran presa en Etiopía ha vuelto a remover la corriente. A finales de mayo el gobierno etíope anunció la desviación del Nilo Azul para comenzar los trabajos de esta gran obra que dotaría al país de la mayor construcción hidroeléctrica de todo el continente.

En un primer momento, el Ejecutivo egipcio aseguró que el proyecto etíope no afectaría al caudal de agua que llega a Egipto. Pero la actividad diplomática no ha cesado desde entonces. La semana pasada Morsi reunió a una serie de personalidades políticas, quienes llegaron a proponer bombardear la presa o financiar a los rebeldes de aquel país, al desconocer que su discurso estaba siendo emitido en directo por la televisión pública. El presidente insiste en que su prioridad pasa por la negociación con otros países, aunque no esconde sus temores al asegurar que “todas las opciones están abiertas”.

La gran mayoría de los analistas avalan la sospecha de que la nueva obra reduciría el nivel del Nilo a su paso por Egipto. El experto en asuntos hídricos del centro de estudios Al Ahram, Ayman Abdel Wahad, señala a este diario que la disminución rondaría “entre un 20 y un 25%”. “Si la construcción continúa de esta forma, estaríamos ante un grave problema para los egipcios, ya que el país se quedaría sin los recursos suficientes”, agrega.

A diferencia de los otros diez países que bañan la cuenca del Nilo, Egipto apenas obtiene recursos de las lluvias o de las aguas subterráneas. Según los datos de la FAO, sus reservas hídricas dependen en un 98% del río. Por esta razón, el país norteafricano ha perseguido siempre mantener el control de su cauce, apoyándose en un mayor poderío económico comparado con sus vecinos y en unas relaciones políticas afianzadas.

Relaciones asimétricas

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Los primeros tratados internacionales para el reparto del río datan de finales del siglo XIX. El imperio británico patrocinó las conversaciones durante décadas, que finalmente se plasmaron en la construcción de la presa egipcia de Asuán y los acuerdos bilaterales firmados con Sudán en 1959. Egipto se garantizaba una cuota que ascendía a dos terceras partes del caudal del Nilo y cedía el resto a Sudán. Y además ambos se reservaban capacidad de veto sobre los planes que pudieran acometer el resto de países ribereños.

Sólo en 1999 las relaciones bilaterales se ampliaron al resto de naciones, que se integraron en la Iniciativa de la Cuenca del Nilo, un grupo formado para lograr un aprovechamiento más equitativo. Los distintos planes de sus vecinos y, en especial de Etiopía, que prevé construir varias presas, provocaron la espantada de Egipto y Sudán.

“Egipto mantiene el poder hegemónico, pero también es el más vulnerable geográficamente”, reconoce la profesora del Instituto Internacional del Agua de Estocolmo, Ana Cascão, en su informe sobre las relaciones y los conflictos en la cuenca del Nilo. La experta sostiene que la cooperación es la única alternativa de El Cairo para evitar decisiones unilaterales de sus vecinos.

El Ejército egipcio ya ha asegurado que “no hay lugar para una intervención militar en estos momentos”. Mientras que el Gobierno tiene previsto enviar en los próximos días a su ministro de Exteriores a Etiopía, que ya ha pedido a las autoridades egipcias que rebajen el tono de sus mensajes.

Más recursos

Según los datos de la FAO, el 86% del agua que aprovechan Sudán y Egipto se genera en territorio etíope. Sin embargo, Adis Abeba señala que su proyecto está únicamente destinado a la generación de energía y no al riego, lo que no reduciría la capacidad de agua y no afectaría al suministro egipcio. El Ejecutivo ha recalcado que la construcción de la presa no tiene vuelta atrás.

El Banco Mundial, uno de los organismos que financia el proyecto, señala que el 23% de los etíopes tiene acceso al agua potable, mientras que sólo entre el 2 y el 3% disfrutan de electricidad. De esta forma, según sus estudios, el desarrollo de las plantas hidroeléctricas no sólo tendría un impacto más directo en su población, sino que incluso permitiría al país exportar energía.

Egipto desarrolló su plan hidrológico a partir de los años sesenta, cuando la construcción de la presa de Asuán hizo posible la creación del Lago Nasser, un embalse artificial de más de 5.000 kilómetros cuadrados que baña el sur del país. Sus aguas permitieron controlar las ancestrales crecidas del Nilo y garantizaron el suministro a los agricultores, que representan cerca de una tercera parte de la fuerza total de trabajo.

El Plan Nacional Egipcio de Recursos Hídricos prevé que el país norteafricano necesitará cerca de un 50% más del agua que ahora recibe del Nilo en 2050, cuando estiman que la población crecerá un 70% hasta alcanzar los 150 millones de personas. Lo que no contemplan esas previsiones es un aprovechamiento más eficiente del agua, ya que pese a la diversificación de la economía egipcia a otros sectores, la agricultura sigue absorbiendo el 80% de las reservas de agua, según los datos de la misma institución.

Egipto, por tanto, no está dispuesto a entregar una gota, más bien todo lo contrario. Pero las proyecciones del Banco Mundial establecen un incremento poblacional similar al de Egipto en el resto de países de la cuenca. Si Etiopía no ha realizado antes ningún proyecto para explotar sus recursos ha sido por su debilidad económica y sus constantes conflictos internos, sostiene Sharif Elmusa, profesor de ciencia política en la Universidad Americana de El Cairo.

Pero ahora el país africano ha encontrado financiación internacional para construir una gran presa que costará 4.800 millones de dólares. Elmusa, que ha estudiado el origen de los recientes conflictos en Oriente Próximo, considera improbable que realmente se desate una guerra por el agua. Pero si hay una zona donde esto es posible es en la cuenca del Nilo, advierte.

La agresiva retórica del presidente egipcio, Mohamed Morsi, que el pasado lunes aseguró que defendería cada gota del Nilo “con sangre si fuera necesario”, es sólo la última réplica del lenguaje belicista de sus predecesores. El fallecido Anuar el Sadat ya mantuvo que el mayor río de África es asunto de “vida o muerte” para los egipcios y que su disputa sería el único motivo para llevar a su país a un conflicto armado. Aunque quien fue más allá fue el ministro de Exteriores bajo la dictadura de Hosni Mubarak, Boutros Boutros-Ghali, que se atrevió a pronosticar hace un par de décadas que la próxima guerra en Oriente Próximo sería por el control de las aguas.