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Una guerra a corazón abierto
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UN COMBATIENTE QUE MUERDE LAS VÍSCERAS DEL ENEMIGO EVIDENCIA LA BARBARIE SIRIA

Una guerra a corazón abierto

Un hombre vestido de militar yace inerte sobre el terreno. Sobre él, otro combatiente rasga tranquilo su cuerpo. Extrae lo que lo parece ser el corazón

Foto: Una guerra a corazón abierto
Una guerra a corazón abierto

Un hombre vestido de militar yace inerte sobre el terreno. Sobre él, otro combatiente rasga tranquilo su cuerpo. Extrae lo que lo parece ser el corazón de la víctima y lo que los forenses han identificado como un pedazo de pulmón. “Juro por Alá que nos comeremos vuestros corazones y vuestros hígados, soldados del perro de Bashar”, exclama ante sus acólitos e hinca sus dientes en uno de los órganos. “Alá es grande”, replica a coro su escuadrón.

La escena fue grabada desde el teléfono móvil de uno de estos milicianos y difundida hace unos días por la ONG Human RightsWatch (HRW). La veracidad de su contenido la confirmó poco después su propio protagonista en una entrevista telefónica con la revista Time. “Esperamos acabar con todos ellos. Tengo otro vídeo que también enviaré en el que acabo con otro shabiha (milicianos del régimen) con una sierra de las que usamos para cortar árboles. Lo corté en pequeños y grandes pedazos”, agregó Jaled al Hamad.

El guerrillero, conocido entre los suyos bajo el nombre de Abu Bakar, es un fiero miliciano de las filas rebeldes. Después de haber sufrido uno de los asedios más sanguinarios del régimen en los suburbios de Baba Amr, creó la pequeña brigada Omar al Faruk y se marchó a combatir cerca de la frontera con Líbano, un importante enclave por donde el régimen recibe ayuda armamentística de Hezbolá. 

Aunque no sea considerado uno de los radicales islámicos, abigarrados entre las filas insurgentes, su máxima es la del “ojo por ojo y diente por diente”, declaraba en esa entrevista en Time. “Ustedes no han visto lo que nosotros hemos visto, no han vivido lo que hemos vivido. ¿Dónde están mis hermanos, mis amigos, las niñas o mis vecinas que han sido violadas?”. Bakar justificó el episodio de canibalismo al afirmar que habían encontrado en el teléfono móvil del fallecido un vídeo de “una mujer y sus dos hijas desnudas, humilladas y golpeadas por ellos”.

El Consejo Nacional Sirio, que pretende aglutinar sin demasiado éxito a las atomizadas facciones rebeldes, no se mostró tan comprensivo. Condenó el suceso y aseguró que su protagonista sería juzgado. HRW pidió a la comunidad internacional que frenara los abusos en uno y otro bando. Pero lo que parece imparable es la guerra psicológica servida en pequeñas pantallas.

Masacres en un teléfono móvil

Nunca fue tan sencillo recoger las victorias contra el rival como en las guerras de hoy en día. Teléfonos móviles de lo más básico y una conexión a Internet han permitido que Siria se convierta en un hervidero de imágenes de mala calidad que el régimen difunde en su televisión y con las que los rebeldes inundan las redes sociales.

De esta forma comenzaron a distribuirse las atrocidades que se han ido incrementando desde que hace más de dos años una revuelta popular se alzara en contra del presidente Bachar al Assad. La red ha presenciado en todo este tiempo, cuerpos mutilados, ejecuciones a sangre fría, bombardeos o coches bomba que acababan con la vida de decenas de civiles.

Las atrocidades que se han ido incrementando desde que hace más de dos años una revuelta popular se alzara en contra del presidente Bachar al Assad

La misma HRW publicó este viernes que tenía evidencias de torturas mediante descargas eléctricas y herramientas mucho más rudimentarias en las cárceles del régimen en la ciudad de Raqa, al norte del país. Siria nunca ha ratificado el Estatuto de Roma, que reconoce la autoridad de la Corte Penal Internacional. Por eso, este estamento no puede actuar unilateralmente y sólo una resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, donde siempre se ha topado con el veto de Rusia y China, podría trasladar las diversas acusaciones a la Justicia internacional.

Ya lo intentó sin éxito la Comisión de la ONU para los Derechos Humanos, que se centró en las atrocidades del régimen de Al Assad. Las ONG denunciaron hace meses el lanzamiento de bombas de racimo y en las últimas semanas se ha intensificado el debate acerca de las armas químicas. Pese a que Carla Del Ponte, una de las principales representantes de la comisión de la ONU para investigar la violación de los derechos humanos en Siria, sugiriera recientemente que los rebeldes han sido quienes han podido utilizar este tipo de instrumentos, cada vez más voces en la comunidad internacional apuntan a su empleo por parte del régimen como argumento para intervenir directamente en la guerra.

Estados Unidos podría situarse al frente de esta estrategia, pero a cambio el Gobierno de Barack Obama ha impulsado junto a Rusia una nueva iniciativa diplomática para buscar una salida negociada. La cifra de muertos, según la ONU, supera los 80.000 y su organismo para los refugiados, ACNUR, revela ya que el número oficial de desplazados ha alcanzado el millón y medio de personas. Al laberinto en el que se encuentran Irán, Hezbolá o los radicales islámicos suníes del otro bando que amenazan un eventual cambio de la etnia gobernante, se añade la sed de venganza alimentada de las vísceras del adversario. 

Un hombre vestido de militar yace inerte sobre el terreno. Sobre él, otro combatiente rasga tranquilo su cuerpo. Extrae lo que lo parece ser el corazón de la víctima y lo que los forenses han identificado como un pedazo de pulmón. “Juro por Alá que nos comeremos vuestros corazones y vuestros hígados, soldados del perro de Bashar”, exclama ante sus acólitos e hinca sus dientes en uno de los órganos. “Alá es grande”, replica a coro su escuadrón.