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El chavismo se enroca en Venezuela pese a las sospechas de fraude y la división social
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CAPRILES INSISTE EN QUE SE CUENTE VOTO A VOTO

El chavismo se enroca en Venezuela pese a las sospechas de fraude y la división social

Venezuela sufre la resaca electoral en la que el chavismo ha perdido la inocencia. Vulnerable, con una fuga de cientos de miles de votos y con

Foto: El chavismo se enroca en Venezuela pese a las sospechas de fraude y la división social
El chavismo se enroca en Venezuela pese a las sospechas de fraude y la división social

Venezuela sufre la resaca electoral en la que el chavismo ha perdido la inocencia. Vulnerable, con una fuga de cientos de miles de votos y con los problemas reales del país expuestos a la opinión pública, el presidente electo Nicolás Maduro se enfrenta a una delicada situación de inestabilidad. Las sospechas de irregularidades e inequidad denunciadas por la oposición corroen la ajustada victoria del oficialismo, que a diferencia de lo que ha sucedido en los últimos 14 años, deberá gobernar con la mitad de la población y con un crecido Henrique Capriles en contra.

Maduro fue proclamado ayer oficialmente ganador de las elecciones y se comprometió a continuar con el legado de Hugo Chávez, haciendo caso omiso de las críticas al proceso. Por su parte, la oposición salió a la calle para protagonizar diversas caceroladas y cortes de calle con el objetivo de dejar patente su rechazo a Maduro. El propio  Capriles animó este tipo de actos desde su perfil en Twitter, donde escribió: “Que se escuchen esas cacerolas, ollas, en toda Venezuela”.

Este tipo de acciones alentaron a que desde el oficialismo se tachara de radicales a los opositores. Maduro responsabilizó a Capriles del incendio de dos sedes del partido chavista, el PSUV, y aseguró que se habían registrado nueve heridos. “Que sepa el mundo qué clase de derecha hay en Venezuela”, afirmó. No obstante, Capriles apostó por calmar los ánimos apelando a que “es momento de la razón y no de la emoción”. El líder opositor volvió a exigir que se recuente voto a voto, e insistió que la proclamación de Maduro es “ilegítima”.

La inestabilidad de Venezuela no se limita al interior de sus fronteras, ya que se trata de uno de los grandes países exportadores de petróleo, así como del padre de la alianza bolivariana que riega con crudo e ideología a Cuba, Ecuador, Bolivia o Nicaragua. Además, la República Bolivariana gestiona una complicada frontera con Colombia, país que negocia la paz con la guerrilla de las FARC. En el caso de las relaciones con España, Venezuela ha ejercido como cliente de la industria militar española y es uno de los focos de inseguridad jurídica para la inversión española.

De hecho, Maduro no ha tardado en tensar la cuerda con el Gobierno español, llamando a consultas al embajador venezolano en Madrid. Maduro reaccionó así a unas declaraciones del ministro de Exteriores, José Manuel García Margallo, en las que se mostraba favorable a terminar con la “interinidad” en el poder venezolano.Según recogió la Agencia Efe, el presidente electo venezolano advirtió: “¡Cuidado España!, que Venezuela fue libre porque conquistamos nuestra independencia con la espada del libertador Simón Bolívar”. “España está en la Faja, Repsol está en el gas ¿y cómo le va a Repsol?, que se pregunten en España, ¿cómo le va a las empresas españolas aquí?”, espetó. “Por favor ocúpense, que tienen el 25% de desempleo, que le están quitando la vivienda a los trabajadores”, remachó. 

En América Latina, el conflicto poselectoral está atrayendo también las miradas de toda la región, donde se teme que el país se deslice hacia la ingobernabilidad o surjan conatos de violencia. En México, hay a quien esta situación le recuerda, aunque con las tendencias ideológicas del revés, al resultado de los comicios presidenciales de 2006, cuando el conservador Felipe Calderón ganó al izquierdista Andrés Manuel López Obrador por medio punto, y éste se negó a reconocer los resultados, iniciando un movimiento de desobediencia que colapsó una delas principales avenidas de la capital mexicana.

Irregularidades fuera de las urnas

En el caso venezolano, Capriles ha tachado de “ilegítima” la Presidencia de Maduro, y no reconocerá su victoria hasta que no se recuenten todos los votos. La desaparición de Chávez y el notable incremento de su fuerza electoral han dado al líder de la oposición una contundencia que no demostró en 2012, aunque no son muchas las opciones con la que cuenta para impedir que Maduro tome posesión como Jefe de Estado. El propio Maduro recogió el guante de Capriles para que se lleve a cabo un recuento completo de los votos, ya que el grueso de las quejas de la oposición difícilmente encontrará respuesta en el sistema automatizado de votación.

El verdadero problema que reconocen los seguidores de Capriles tiene su origen en el contexto político y social de las elecciones. Es decir, en el supuesto uso de recursos del Estado para movilizar o conseguir votos; en el manejo de diversos medios de comunicación; en la posibilidad de que funcionarios o trabajadores hayan sido conminados a votar por el oficialismo para mantener sus puestos de trabajo; o en las prácticas de los comandos y milicias chavistas a la hora de “amedrentar” a otros votantes.

Sin embargo, Maduro y los suyos desdeñan estas denuncias, ya clásicas en los últimos años, argumentando que Capriles aceptó las reglas del juego al decidir competir y comprometerse a respetar el resultado. Y ello, tras haber  sido derrotado ampliamente en 2012 con estas mismas reglas, pero también después de haber ganado en otras dos ocasiones al gubernatura del estado de Miranda. Algo así como que, aunque Capriles pudiera llegar a tener razón, ya sabía de antemano cuáles eran las condiciones.

El papel del Ejército

En estos momentos de incertidumbre, cobra un papel relevante el Ejército. De sus cuadros se espera neutralidad y respeto a las instituciones constitucionales, pero diferentes mandos reconocen abiertamente su adhesión al socialismo de tintes patrióticos que abanderó Chávez, lo que inquieta a parte de la oposición.

Las diferentes familias chavistas, incluidos los mandos militares próximos al comandante, aceptaron el sistema hereditario por el que fue designado candidato Maduro, aunque durante meses se especuló con qué facción del oficialismo se haría con el control de la sucesión. Probablemente Maduro aprovechará la inestabilidad para reclamar unidad a los suyos, pero una vez que reinicie su gestión de gobierno, el nuevo presidente puede sufrir un acelerado desgaste, que afile los puñales en su propio bando.

Durante más de una década, Chávez ha gozado de un importante apoyo popular, y hábilmente supo deslindar su perfil de líder de la gestión de sus ministros. De esta forma, buena parte de los venezolanos no culpaban directamente a su presidente de la subida del coste de la vida, la violencia disparada, el desabastecimiento en los mercados, la corrupción o los cortes de electricidad, sino que dirigían sus críticas a los ministros de su Gabinete. Estos padecían la erosión de la gestión pública, mientras Chávez agrandaba su figura con un relato de héroes y villanos que conquistó a la esfera internacional.

Pero ahora, Maduro no cuenta con esta pantalla protectora de su antecesor, y se encuentra expuesto en primera persona ante una opinión pública cada vez más crítica y con cada vez más problemas. Prueba de ello es que unos 700.000 chavistas le han dado la espalda y han respaldado a Capriles. Un movimiento de bases electorales que hiere el núcleo de la fidelidad chavista, y que lanza un claro mensaje de advertencia a Maduro.

Con todo ello, los analistas coinciden en que pasado el conflicto poselectoral, la única vía para preservar la estabilidad social e institucional pasa por que el vencedor gobierne con mano izquierda y pensando en el conjunto de los venezolanos, aunque los discursos de ambos bandos no hayan apuntado en esa dirección durante los dos últimos días. 

Venezuela sufre la resaca electoral en la que el chavismo ha perdido la inocencia. Vulnerable, con una fuga de cientos de miles de votos y con los problemas reales del país expuestos a la opinión pública, el presidente electo Nicolás Maduro se enfrenta a una delicada situación de inestabilidad. Las sospechas de irregularidades e inequidad denunciadas por la oposición corroen la ajustada victoria del oficialismo, que a diferencia de lo que ha sucedido en los últimos 14 años, deberá gobernar con la mitad de la población y con un crecido Henrique Capriles en contra.