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El Consejo Electoral proclama a Maduro nuevo presidente de Venezuela
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CAPRILES LLAMA A TOMAR LAS CALLES PARA DENUNCIAR AL PRESIDENTE "ILEGÍTIMO"

El Consejo Electoral proclama a Maduro nuevo presidente de Venezuela

El Consejo Nacional Electoral de Venezuela (CNE) ha proclamado al candidato del oficialismo, Nicolás Maduro, como nuevo presidente del país y sucesor del fallecido mandatario Hugo Chávez.

Foto: El Consejo Electoral proclama a Maduro nuevo presidente de Venezuela
El Consejo Electoral proclama a Maduro nuevo presidente de Venezuela

El Consejo Nacional Electoral de Venezuela (CNE) ha proclamado al candidato del oficialismo, Nicolás Maduro, como nuevo presidente del país y sucesor del fallecido mandatario Hugo Chávez. Los venezolanos ofrendaron a Chávez una victoria póstuma convirtiendo en presidente a su delfín, Nicolás Maduro. Sin embargo, se trató de una victoria pírrica, en la que la oposición, liderada por Henrique Capriles, rozó la victoria durante horas de recuento. Finalmente, Maduro logró el 50,66% de los votos con 7,50 millones de votos, mientras que Capriles alcanzó el 49,07% con 7,27 millones de votos. Estos resultados fueron calificados como “irreversibles” por el Consejo Nacional Electoral, aunque dado el estrecho margen, ambos bandos pidieron que la auditoría de los votos llegue al 100% de los comprobantes de votación. La participación alcanzó el 78,71%. 

La proclamación se ha producido pese a las protestas del líder de la oposición, Henrique Capriles, que en su cuenta de Twitter proclamó "Hasta que no se cuente cada voto, auditoría de todo, hay un presidente ilegítimo y así lo denunciamos al mundo". El líder opositor había pedido la cancelación del acto y había denunciado detenciones de algunos militares por exigir el cumplimiento de la Constitución. "El miércoles iremos en paz a exigir el conteo voto a voto", ha anunciado Capriles, que ha llamado a "hacer sonar ollas y cacerolas".

Tras el anuncio de los resultados, Capriles apareció con un paquete de folios de 3.200 incidencias y anunció que no reconocerá los resultados hasta que no se haga un recuento completo: "Nosotros no vamos a reconocer el resultado hasta que no se recuente cada voto”. “La voz del pueblo es sagrada para mí. La palabra del pueblo es igual a la palabra de Dios”, afirmó, por lo que insistió en la incertidumbre que supone esta “diferencia pequeñita”. “El derrotado es usted. Usted y su Gobierno”, le espetó a Maduro.

“Exigimos la revisión detallada de este proceso, frente al país, frente al mundo", reclamó Capriles, quien planteó que el proceso daría otro resultado si se sumaran las incidencias, los votos del exterior, los 300.000 votos afectados por supuestas irregularidades, "los grupos para amedrentar" o el cierre de fronteras. 

Por su parte, Maduro, nada más conocerse los resultados, celebró “un triunfo electoral justo, legal, constitucional”, sin esperar a que Capriles saliera a reconocer su derrota. "Paz, paz y paz", pidió el presidente electo, quien recordó constantemente a su predecesor en su discurso: "Misión cumplida, presidente Chávez". "Solo con el pueblo podremos construir patria", afirmó. 

Tras su ajustadísima victoria, Maduro tiene por delante el reto de hacer olvidar el carisma de Chávez y resolver los acuciantes problemas del país, como la inseguridad, la inflación, el deterioro de los servicios públicos o el desabastecimiento de productos de consumo. Asimismo, deberá establecer una nueva relación con las Fuerzas Armadas, acostumbradas a formar parte de los Gabinetes de Chávez, y avanzar hacia la reconciliación de los venezolanos, tras más de una década de polarización política. En el plano exterior, las relaciones con Estados Unidos, la comunidad latinoamericana o incluso España podrían ser también objeto de revisión. 

La jornada estuvo caracterizada por la tensión y el nerviosismo, pese a que no se registraron incidentes mayores. Conforme el resultado se estrechaba, y su comunicación oficial se demoraba, los rumores se dispararon, especialmente en las redes sociales. El Consejo Nacional Electoral no dio los resultados hasta casi cuatro horas después de haber cerrado las urnas, tras una reunión blindada en la “salta de totalización” de más de dos horas. La diferencia de menos de un punto de diferencia explicó la tardanza del organismo, que durante ese tiempo hizo soñar con el triunfo a la oposición. 

Durante la tarde, el cruce de declaraciones entre ambas campañas, también elevó la tensión en el país. Desde el lado chavista se llamaba a defender con “armas democráticas” los resultados, mientras se llamaba al pueblo a acudir al Palacio de Miraflores, sede de la Presidencia, a apoyar a Maduro. Por su parte, Capriles advertía vía Twitter  “al país y al mundo” de “ la intención de querer cambiar la voluntad expresadas por el Pueblo”.

Desde la mañana, los datos filtrados por ambas campañas apuntaban a una victoria clara de Maduro, pero tras cerrar los centros de votación, el equipo de Capriles comenzó a hacer crecer las expectativas en torno a un resultado muy ajustado. Pasadas más de tres horas del cierre de las urnas, seguía sin hacerse pública la tendencia electoral oficial, lo que multiplicó la ansiedad en ambos bandos.

Capriles aprovechó la circunstancia para asegurar vía Twitter que las cosas habían cambiado desde los comicios de 2012, mientras Maduro, cuya cuenta fue hackeada, esperaba los resultados en el Cuartel de la Montaña, donde descansan los restos de Chávez. Finalmente, Capriles tuvo razón, pero no toda la razón. La distancia entre la oposición y el chavismo es ya prácticamente inexistente, mientras que en 2012 era de 11 puntos. Sin embargo, el gran desempeño electoral del gobernador de Miranda no ha sido suficiente para enterrar la candidatura oficial, a no ser que sus reclamaciones sobre el proceso prosperen.

Maduro, sobre las bases del chavismo

Maduro afrontaba el difícil reto de sustituir al recientemente fallecido Chávez, un líder elevado por los suyos a una categoría de mito. Maduro, que nunca había concurrido a unos comicios, y que no cuenta con el carisma de su antecesor, debía ser capaz de mantener prietas las filas chavistas y movilizar a buena parte de los más de ocho millones de venezolanos que habían reelegido en octubre de 2012 a un enfermo Chávez.

El principal activo de Maduro era, por tanto, haber sido señalado como sucesor por el propio Chávez, y este fue su argumento central de campaña, incluyendo unas singulares declaraciones en las que aseguraba que el expresidente le había hablado a través de un pajarito. Los fastos en honor al fallecido comandante constituyeron el trampolín de campaña para el exministro de Exteriores, quien mantuvo la estrategia de polarización de Chávez, basada en estigmatizar como “fascista” y “burguesa” a la oposición. Maduro llegó a alertar de que una derrota suya supondría el  “fin de la patria”, un dramatismo propio de quienes, después de varias victorias en las urnas, veían realmente amenazada su continuidad. Pero, finalmente, sus más fieles no le fallaron, y pudo vencer a Capriles. 

Y es que Chávez, entre 1999 y 2013 construyó un poderoso relato basado en la victoria de los débiles, los olvidados, los humildes y los trabajadores sobre los poderosos, las élites tradicionales y la llamada burguesía. Esta narración en que Chávez se reservó el papel de héroe, renovando la iconografía de Simón Bolívar, se reforzó con su particular manejo de los símbolos nacionales. Así, cambió el nombre de la República para introducir el término “Bolivariana”, calificó de “fuerte” la moneda bolívar, modificó el huso horario para que hubiera treinta minutos de diferencia más con respecto al resto del mundo, y los ministerios pasaron a denominarse del “Poder Popular”.

Este discurso de fuerte carácter ideológico ha eclipsado el debate sobre los problemas cotidianos del país, como el hecho de que se haya convertido en uno de los más violentos de América Latina, y su capital, Caracas, sea la más peligrosa del continente.

Capriles y el comando Bolívar

El chavismo también ha tratado estos años de vincular su tendencia con el verdadero patriotismo y reconocimiento de la soberanía nacional, dejando a la oposición fuera del espectro político digerible para una mayoría. Sin embargo, con Capriles, la estrategia de la oposición ha ido variando hasta asumir parte de los conceptos chavistas, tratando de acabar con el rechazo de una parte importante de la población.

De hecho, Capriles no se reconoce como un político conservador, sino admirador de la vía brasileña inaugurada por Lula. Además ha tratado de unir su imagen a la de la bandera venezolana, utilizando de forma recurrente sus colores en gorras y camisas. De esta forma, ha transmitido un mensaje de unidad y un perfil más popular. Esta batalla simbólica y de desafío al chavismo alcanzó su clímax en esta campaña, cuando el comando de apoyo a Capriles se bautizó como Simón Bolívar, mientras que el de Maduro se denominaba Comando Hugo Chávez.

En el apartado programático, Capriles también se esforzó por ahuyentar el miedo de las clases populares a sus medidas, por lo que se comprometió a respetar las misiones sociales creadas por Chávez, garantizar la propiedad pública de la empresa nacional de petróleo PDVSA, aumentar los salarios o blindar las pensiones. Un programa poco rupturista en el apartado social, con el que la oposición esperaba ampliar su base electoral hacia zonas del conocido como chavismo light.  No obstante, este esfuerzo no ha sido suficiente, y la oposición se ha quedado a las puertas de la victoria, ya sin Chávez  como adversario.

El Consejo Nacional Electoral de Venezuela (CNE) ha proclamado al candidato del oficialismo, Nicolás Maduro, como nuevo presidente del país y sucesor del fallecido mandatario Hugo Chávez. Los venezolanos ofrendaron a Chávez una victoria póstuma convirtiendo en presidente a su delfín, Nicolás Maduro. Sin embargo, se trató de una victoria pírrica, en la que la oposición, liderada por Henrique Capriles, rozó la victoria durante horas de recuento. Finalmente, Maduro logró el 50,66% de los votos con 7,50 millones de votos, mientras que Capriles alcanzó el 49,07% con 7,27 millones de votos. Estos resultados fueron calificados como “irreversibles” por el Consejo Nacional Electoral, aunque dado el estrecho margen, ambos bandos pidieron que la auditoría de los votos llegue al 100% de los comprobantes de votación. La participación alcanzó el 78,71%.