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“Veíamos las bombas caer al lado de casa”
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EL NÚMERO DE REFUGIADOS SIRIOS ROZA EL MILLÓN, SEGÚN LA ONU

“Veíamos las bombas caer al lado de casa”

Cuando hace cinco meses Basema y Alaa Mutawa decidieron por fin abandonar su país, Siria se desangraba en medio de un conflicto que lleva ya camino de

Foto: “Veíamos las bombas caer al lado de casa”
“Veíamos las bombas caer al lado de casa”

Cuando hace cinco meses Basema y Alaa Mutawa decidieron por fin abandonar su país, Siria se desangraba en medio de un conflicto que lleva ya camino de su segundo año. Desde su céntrico piso en Damasco, estas hermanas podían ver la guerra a su alrededor. “Pasábamos mucho miedo, se escuchaban explosiones a todas horas. Salir a la calle era un riesgo diario”, asegura Alaa, de 22 años, la pequeña de cuatro hermanos.

Su padre murió tiempo atrás y ahora son ellas junto a otros dos varones quienes intentan sacar a su familia a flote. “Nosotras pudimos marcharnos, pero allí siguen nuestros abuelos, nuestra familia, nuestros amigos y no conseguimos vivir en paz”, prosigue Basema. “Hemos visto caer las bombas al lado de nuestra casa y aunque hablemos con ellos a través de Internet y nos digan que están bien, no podemos vivir tranquilas”. 

Basema, de 27 años, se ganaba la vida en Siria escribiendo artículos para una revista económica. Pero en los últimos meses la situación se hizo tan insostenible que la familia al completo decidió emigrar primero a Libia y después a Egipto. Ahora ambas trabajan en la oficina de una pequeña productora audiovisual. “Aquí nos han tratado bien, tenemos muchos amigos, conocemos a otros muchos sirios, pero nuestro corazón sigue estando allí”, relata Alaa.

Según las Naciones Unidas, hay cerca de 20.000 refugiados sirios que residen en Egipto. Sin embargo, las cifras extraoficiales –entre las que se encuentran estas dos hermanas- elevan la cantidad hasta 100.000, de acuerdo con el propio Ministerio de Exteriores egipcio. El país norteafricano es sólo uno de los focos para los exiliados sirios, por detrás de Jordania, Líbano, Turquía e Irak.

Casi un millón de refugiados

Más de 900.000 refugiados sirios se extienden por la región, una cifra que aumenta cada vez más rápido. Esta misma semana, Naciones Unidas alertaba de que el mes próximo el número oficial puede superar el millón, algo que hace sólo unos meses estaba previsto que ocurriera en junio de este año. “Estamos en un momento crucial y la crisis de los refugiados se está acelerando a un ritmo asombroso”, señalaba el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los refugiados, António Guterres

Las organizaciones no gubernamentales también hacen saltar las alarmas. El responsable para la crisis siria en Oxfam, Francis Lacasse, aseguraba también esta semana que “la situación humanitaria es peor cada día, por lo que la agencias están luchando constantemente por conseguir que llegue la ayuda necesaria”.

Al millón de refugiados, las cifras de la ONU añaden más de 70.000 muertos que ha dejado ya la guerra, otros dos millones de desplazados y cerca de cuatro millones de personas que necesitan asistencia. Según Oxfam, sólo el 20% del último paquete de incentivos aprobado el pasado mes en Kuwait está llegando a su destino.

Basema y Alaa reconocen saber poco de política y no aciertan a encontrar una explicación, que el régimen resume en la injerencia del exterior para armar a rebeldes que logren desestabilizar el país y desde la oposición en la represión de las tropas de Bashar al Assad. “Hemos escuchado muchas versiones, pero lo único que sabemos es que hay un conflicto entre confesiones y que la guerra va tan lenta que no pensamos que podamos volver en mucho tiempo”, expone la más joven.

En los últimos días el secretario de Estado norteamericano, John Kerry, aseguró en Roma que el Gobierno estadounidense redoblará su apoyo a los rebeldes sirios con una nueva donación de 60 millones de dólares, aunque les volvió a negar soporte armamentístico. “Ni Estados Unidos, ni nadie está haciendo casi nada por nosotras y la prueba es que aquí estamos”, señalan, no obstante, las exiliadas sirias.

Cuando hace cinco meses Basema y Alaa Mutawa decidieron por fin abandonar su país, Siria se desangraba en medio de un conflicto que lleva ya camino de su segundo año. Desde su céntrico piso en Damasco, estas hermanas podían ver la guerra a su alrededor. “Pasábamos mucho miedo, se escuchaban explosiones a todas horas. Salir a la calle era un riesgo diario”, asegura Alaa, de 22 años, la pequeña de cuatro hermanos.