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Los niños de la revolución egipcia no encuentran un techo
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EL ESTADO NO PUEDE ATENDER A LOS CERCA DE TRES MILLONES DE MENORES SIN HOGAR

Los niños de la revolución egipcia no encuentran un techo

El simple paso de los taxis por los alrededores de las Pirámides pone en alerta a un ejército de chavales, ávidos por hacer negocio con los

Foto: Los niños de la revolución egipcia no encuentran un techo
Los niños de la revolución egipcia no encuentran un techo

El simple paso de los taxis por los alrededores de las Pirámides pone en alerta a un ejército de chavales, ávidos por hacer negocio con los escasos turistas que merodean por la zona. Varios de ellos bloquean la carretera y otros se encaraman al coche intentando convencer al extranjero de que se acerque a las caballerizas donde trabajan o, al menos, compre una figurilla con la forma de la Esfinge. La mayoría no llega a los 18 años y forma parte de la incalculable cantidad de “niños egipcios en situación de riesgo”.

Finalmente, el tráfico se abre camino en el populoso distrito de Giza. Y allí, con la silueta todavía presente de la última de las maravillas del mundo antiguo, se erige un refugio para este tipo de muchachos. Cáritas suministra un techo, comida educación, ayuda psicológica y talleres de trabajos manuales para los niños que viven en las calles. Al mediodía toca clase de música, momento para que todos espanten sus males mientras entonan al unísono. A juzgar por su indumentaria, comparten historias similares, pero entre la veintena de chiquillos destaca un par, porque entre los dos sólo suman tres chanclas.

Ashraf y Ali son hermanos y aunque ambos tengan 11 años, ni son gemelos, ni nacieron al mismo tiempo. El mayor llegó al centro hace siete años huyendo de su familia. “Mis padres eran muy agresivos conmigo, me pegaban, así que salí a las calles, donde me siento más libre”, relata con viveza. Explica que su padre está casado con cuatro mujeres y que desde hace años dejó su trabajo como carpintero porque le tuvieron que amputar una pierna.

El dinero no llega para alimentar a los otros nueve vástagos, por lo que, en los últimos días, Ashraf ha arrastrado consigo al que considera más cercano. “Cuando sea mayor, quiero tener una vivienda, formar una familia y trabajar en algo que requiera habilidades manuales”, sostiene el más pequeño, que no hace más que repetir las palabras del otro, mucho más resuelto. 

El director de Cáritas en Egipto, Magdy Garas, asegura que la mayoría de los chicosno tiene grandes expectativas en la vida”. Como muchos de ellos, los dos pequeños se dedican a limpiar coches y pañuelos en los semáforos. La organización atiende a cerca de un centenar de niños al día, pero fuera quedan otros muchos, que desde las calles se han visto envueltos en las constantes manifestaciones y enfrentamientos violentos que sacuden el país durante los últimos meses.

Detenidos y torturados

El último escalofrío comenzó a finales del pasado enero, coincidiendo con el segundo aniversario de los 18 días que obligaron al octogenario Hosni Mubarak a retirarse. Durante estas protestas, una vanguardia de muchachos se colocaba en la primera línea de una batalla en la que los motivos ideológicos se difuminaban en medio de un peligroso juego de niños. Los jóvenes, muchos de ellos de entre 10 y 12 años, alternaban el intercambio de piedras con la Policía con las carreras tras el lanzamiento de gases lacrimógenos por parte de los agentes.

El pasatiempo acabó un día con un disparo perdido de un militar que inspeccionaba la zona, que acabó con la vida de un vendedor ambulante de 13 años. Tras la nueva oleada de violencia más de un millar de personas fueron detenidas, de los que varios cientos eran menores de edad, según denuncias distintas organizaciones de derechos humanos.

El abogado del Centro Egipcio para la Economía y los Derechos Sociales, Mahmud Bilel, denunciaba hace días a El Confidencial que decenas de pequeños han sido torturados en las cárceles. “Uno de ellos era un chico de 14 años, enfermo de cáncer, al que se le ha negado su medicación”, aseguraba. Otros testimonios recogían incluso abusos sexuales.

Los excesos policiales abundan en un colectivo maltratado. Las niñas son a menudo víctimas propicias para los matrimonios prematuros o la prostitución, mientras que algunos niños llegan a robar y otros titubean con drogas, como el hachís o el pegamento, según las ONG.

Un problema que desborda al Gobierno 

En un país con una alta tasa de natalidad, donde casi la mitad de su población es menor de edad y en el que se estima que cerca del 40% vive con menos de dos dólares al día, una pobreza arrastrada durante décadas parece encontrarse en la base del problema. Aunque Magdy Garas recuerda que hay otros factores, como “la violencia, la discriminación o la inestabilidad de las familias”.

Ni siquiera los censos recogen a gran parte de estos niños, pero distintas asociacionescalculan que existen cerca de tres millones de pequeños que viven en las calles. Cáritas o Unicef son algunas de las organizaciones que integran el Consejo Nacional para la Infancia y la Maternidad, un consorcio gubernamental impulsado por Suzanne Mubarak, la esposa del dictador que se dedicó a lavar la cara al régimen mediante sus proyectos sociales. El secretario general de esta organización, Naser Sayed, reconocía hace semanas que “el Gobierno sólo puede prestar ayuda al 15%”de los niños que no tienen cobijo.

La Ley del Menor egipcia, aprobada en 1996 y enmendada en 2008, protege a los niños de ciertos abusos y les otorga el derecho de ser escolarizados. Pero las normas se pierden por los callejones, como los del atestado distrito de Giza. Farag Mohamed confiesa que al caer la noche irá a dormir a una mezquita, como hace desde hace años. Algo más mayor y también más desarrapado, Osama Hasan, señala que está “feliz porque en el centro se aprenden muchas cosas y en la calle no hay nada que hacer”. Fuera del recinto, al terminar la jornada, gira el rostro y acelera el paso cuando lo sorprenden al encenderse un pitillo.

El simple paso de los taxis por los alrededores de las Pirámides pone en alerta a un ejército de chavales, ávidos por hacer negocio con los escasos turistas que merodean por la zona. Varios de ellos bloquean la carretera y otros se encaraman al coche intentando convencer al extranjero de que se acerque a las caballerizas donde trabajan o, al menos, compre una figurilla con la forma de la Esfinge. La mayoría no llega a los 18 años y forma parte de la incalculable cantidad de “niños egipcios en situación de riesgo”.