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Egipto revela el drama oculto del acoso sexual contra sus mujeres
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LOS ABUSOS SON UN PROBLEMA CRÓNICO DEL PAÍS

Egipto revela el drama oculto del acoso sexual contra sus mujeres

Una multitud había acudido ese viernes a una manifestación en la céntrica y concurrida plaza Tahrir. Al caer la noche, sólo unos pocos cientos soportaban en

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Egipto revela el drama oculto del acoso sexual contra sus mujeres

Una multitud había acudido ese viernes a una manifestación en la céntrica y concurrida plaza Tahrir. Al caer la noche, sólo unos pocos cientos soportaban en el ágora cairota la pesadez de una larga jornada. Como es habitual, los focos de las cámaras atraían a decenas de ellos pese a que la mayoría no entienden el inglés de la reportera de France 24. Nada más terminar su conexión en directo, decenas de manos pasaron de la inquietud a la acción. Sonia Dridi tuvo que soportar los tocamientos, aunque sus compañeros consiguieron apartarla de esa “treintena de hombres enloquecidos”, como aseguró uno de sus colegas.

No es la primera vez que una periodista sufre un ataque de este tipo en este mismo lugar. La corresponsal de la CBS Sara Logan puso el asunto en los medios de comunicación en febrero del año pasado, cuando denunció ser acosada mientras grababa las concentraciones posteriores a la caída de Hosni Mubarak. Ya sin el dictador en el poder, la bloguera egipcioestadounidense Mona Hathaway pasó por el mismo trago. En junio de este mismo año, la joven británica Natasha Smith tuvo que salir de la plaza camuflada bajo un niqab (velo que cubre todo el cuerpo, salvo los ojos) para esquivar a una horda que le había arrancado la ropa.

Son casos mediáticos que, sin embargo, revelan una realidad cotidiana en el país. El Centro Egipcio para los Derechos de las Mujeres realizó en 2008 la única encuesta sobre el tema fiable hasta el momento. El estudio señala que el 83% de las egipcias reconocen haber sido acosadas al menos una vez en su vida, mientras que el porcentaje entre las extranjeras asciende al 98%. El concepto incluye desde abusos verbales pasando a tocamientos y, en los casos más graves, ataques y violaciones.

El trabajo de las organizaciones

El Código Penal egipcio establece que “los asaltos por la fuerza o amenazas” pueden ser castigados con hasta siete años de cárcel. Sin embargo, estos delitos, que se repiten a cada momento en todos los rincones del país, se escondían hasta ahora bajo la alfombra. Sólo en los últimos años varias organizaciones de mujeres han incidido en este asunto. Desde 2010, un portal de Internet llamado Harassmap se dedica a localizar los lugares en los que se produce un caso de abuso sexual, del que realizan un detallado informe. Un equipo de 500 voluntarios intenta concienciar a la población de la importancia de denunciar el acoso sexual allí donde se registra.

Una de sus fundadoras, Rebecca Ciao, asegura que su intención es “desmontar tópicos, como que el acoso sólo se produce entre las mujeres que no llevan velo, en barrios oscuros por las noches o en las zonas pobres”. La iniciativa registra abusos perpetrados por jóvenes marginales, hombres de alta clase, agentes de policía o incluso niños de entre 8 y 10 años. La propia Rebecca, de nacionalidad estadounidense, narra cómo una mañana en un salón de belleza a rebosar de un barrio acomodado de El Cairo, un peluquero le metió las manos por debajo de su camiseta y le manoseó los pechos.

“El acoso sexual es un acto violento contra las mujeres, pero tolerado en Egipto”, denuncia. Aunque, a su entender, no hay diferencia entre las víctimas. “Si el porcentaje entre las extranjeras es más alto es porque muchas egipcias no se atreven a reconocer que han sido acosadas”, aclara. Según defiende, “esta sociedad tiende a ser restrictiva. No hay ninguna relación entre la religión y los abusos contra las mujeres. Cuando hay diferencias sociales, aumenta la agresividad y el acoso sexual se convierte en un problema de pura violencia”.

Harassmap tiene una tarea divulgativa, mientras que otras organizaciones se encargan de prestar ayuda legal o psicológica. Según los expertos, estos casos pueden provocar dificultades de integración, depresiones profundas o aversión sexual entre las mujeres. “Me sentí despreciable”, comienza una de las víctimas su testimonio, que fue recogido por la organización para la igualdad Nazra. La joven, que no se atrevió a revelar su nombre, cuenta cómo de forma premeditada, varios hombres la separaron de su grupo de amigos, antes de despojarla de su velo y someterla a brutales tocamientos.

Actuación política

El Consejo Nacional de Mujeres, una institución supuestamente autónoma pero dependiente en la práctica de la Administración, lanzó en agosto de este año una campaña para frenar el acoso sexual. Las últimas actuaciones se han producido precisamente estos días, coincidiendo con la Fiesta del Sacrificio, la celebración más importante para los musulmanes y uno de los momentos del año en los que más casos se concentran. El órgano ha habilitado números de teléfono para recoger las denuncias que se produzcan en los conflictivos transportes públicos, mientras que distintos activistas reclaman un endurecimiento de las penas.

El Gobierno ha informado en las últimas semanas de que trabaja en una ley para combatir el problema, aunque ha evitado precisar los detalles. “Aún es pronto para valorar la acción de los islamistas”, valora Rebecca Ciao, quien no obstante, muestra su preocupación por la tibieza de los Hermanos Musulmanes sobre la mutilación genital femenina o el adelanto de la edad legal de las chicas para contraer matrimonio.  Los anteriores Gobiernos tampoco han hecho nada; pusieron cámaras en las calles y no han servido de nada”, reitera la cofundadora de un movimiento surgido de la sociedad civil para atajar lo que empieza a entenderse como un problema de Estado.

Una multitud había acudido ese viernes a una manifestación en la céntrica y concurrida plaza Tahrir. Al caer la noche, sólo unos pocos cientos soportaban en el ágora cairota la pesadez de una larga jornada. Como es habitual, los focos de las cámaras atraían a decenas de ellos pese a que la mayoría no entienden el inglés de la reportera de France 24. Nada más terminar su conexión en directo, decenas de manos pasaron de la inquietud a la acción. Sonia Dridi tuvo que soportar los tocamientos, aunque sus compañeros consiguieron apartarla de esa “treintena de hombres enloquecidos”, como aseguró uno de sus colegas.