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"Los ajustes pueden dar resultados o hacer que se pierda una década"
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ROBERTO LAVAGNA, PADRE DEL MILAGRO ARGENTINO TRAS EL 'CORRALITO'

"Los ajustes pueden dar resultados o hacer que se pierda una década"

Roberto Lavagna (70) es uno de los economistas y políticos más prestigiosos de Argentina. Ministro de Economía bajo la presidencia interina del peronista Eduardo Duhalde, en

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"Los ajustes pueden dar resultados o hacer que se pierda una década"

Roberto Lavagna (70) es uno de los economistas y políticos más prestigiosos de Argentina. Ministro de Economía bajo la presidencia interina del peronista Eduardo Duhalde, en el periodo 2002-2003, y de Néstor Kirchner (2003-2005), logró la recuperación del país tras la crisis del corralito. Su éxito le distanció de Kirchner, que no toleró que su ministro le superase en popularidad. Hoy, candidato a la presidencia de Argentina como independiente, es un fuerte opositor de la presidenta Cristina Fernández. Le gusta ayudar pero sin dar consejos: “Usted sabe que los que hemos sufrido consejos de otros sabemos que lo peor que podemos hacer en situaciones de crisis es pretender ofrecerlos”, dice con ironía porteña. Ganó a la crisis con un programa económico contrario al que está aplicando Mariano Rajoy. Rechazó un plan del Fondo Monetario Internacional (FMI) similar al que se aplica hoy en Grecia. Estados Unidos y Francia eran los grandes aliados de Argentina en aquellos años tormentosos, mientras España jugaba el papel de Finlandia en el FMI. Hoy, para el ex ministro, el problema mayor entre ambos países es Repsol YPF.

Pregunta: Llevamos ya cinco años de dura crisis ¿Cómo solucionaron su crisis en 2001 en solo cuatro años?

Lavagna: En una economía donde no hay suficiente nivel de consumo es muy difícil encontrar las soluciones y los equilibrios fiscales. El consumo como motor del crecimiento para salir de la crisis es absolutamente fundamental, esta es una de las claves. La segunda es entender que los problemas fiscales o financieros deben ser tratados en un contexto de medio plazo, y tiene que haber una discusión sobre cómo se recupera la competitividad que por el tipo de cambio se ha ido perdiendo. Estoy pensando en el caso griego,  donde se limitaron los gastos en educación, ciencia y tecnología. Eso va en el camino contrario a lo que hace falta para recuperar competitividad. El tercer elemento es no transformar a los bancos en el centro de la política económica. La solución a los bancos hay que buscarla con políticas que permitan recuperar el consumo. 

P: ¿Se puede comparar la crisis argentina de 2001 con la que sufre España? ¿Existen puntos en común?

L: Desde el punto de vista estrictamente económico hay algunas similitudes con el momento de 2001 en Argentina. Por un lado la situación de déficit de las cuentas públicas; y, por otro, una pérdida de competitividad ligada al tipo de cambio, en este caso el euro frente al resto de las monedas. Pero hay diferencias muy fuertes desde el punto de vista social. La situación social de España es claramente mejor de lo que era en Argentina. Y, por otro lado, tanto España como Portugal pertenecen a un grupo político y económico de primera relevancia mundial –la UE-, mientras Argentina estaba aislada de cualquier apoyo externo.

Si uno está dispuesto a perder una década o década y media de crecimiento cualquier programa puede en algún punto dar resultado

P: Precisamente hay quien cree que el apoyo de la Comisión Europea (UE) imponiendo políticas de austeridad está perjudicando a España.

L: Ese es un punto, que la UE quiera ejercer su capacidad de resolver la crisis.  Desde el punto de vista formal hay una potencialidad, una posibilidad de resolverla. En la práctica, da la impresión que por influencia alemana las políticas se han orientado excesivamente hacia el ajuste, un ajuste que recae en gran medida sobre la población y las pequeñas y medianas empresas. Sí, efectivamente esa combinación entre la troika, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la UE, en algún punto comienza a jugar en contra, sobre todo por el peso de Alemania.

P: La esperanza es que las políticas de ajuste den resultado en algún momento, a corto plazo. 

L: Grecia lleva cinco años consecutivos de caída del producto y tiene por delante no menos de dos o tres años más en el mejor de los casos. Si uno está dispuesto a perder una década o década y media de crecimiento cualquier programa puede en algún punto dar resultado, pero el coste de esos mecanismos es extremadamente alto en términos sociales y políticos. En cambio, se puede proteger el consumo y una de las maneras es hacer los ajustes fiscales sobre sectores más bien concentrados y de altos niveles de ingresos, no sobre el grueso de la población. Es una cuestión de tiempo. Un programa de ajuste recesivo en algún momento también da resultado, pero a lo peor implica perder una década.

P: Lo siento, pero no es creíble que Alemania no se haya hecho las reflexiones que usted y otros muchos expertos hacen. Entonces, ¿cómo puede explicarse la tozudez germana?

 L: Hay dos razones. La primera surge de una declaración que hizo Helmut Kohl cuando la crisis estaba aún en su etapa inicial. Él dijo, de forma muy crítica, que hasta entonces se había tratado de europeizar Alemania y ahora parecía que se trataba de germanizar Europa. Me parece que ahí hay todo un ensayo político extremadamente inteligente y parte del problema pasa por ahí. La segunda razón es de tipo más práctico. ¿Cuánto ha bajado la exposición de los bancos alemanes y de los bancos franceses a los países que están en situación difícil?. España, Grecia, Portugal, Italia e Irlanda… La cifra indica que han bajado su exposición los bancos alemanes del orden de los 300.000 millones de euros y los bancos franceses alrededor de 200.000l millones. Entonces, todo este tiempo ha servido para transferir acreencias con los privados hacia el sector público multinacional, en este caso hacia la EU y básicamente hacia el Banco Central Europeo (BCE). Este proceso se dio en Argentina muchas veces. Cada vez que había una crisis se transferían los créditos incobrables al sector público argentino. Y esto es lo que está pasando con mucha claridad. Y al mismo tiempo, los grandes bancos de Alemania están en una situación tan crítica como las cajas en España, y sin embargo el Gobierno alemán recurre al rescate de esos bancos. De manera tal que hay políticas diferenciales según de quien se trate.

P: ¿Cuál sería el escenario en el cual podría producirse un punto de inflexión a la política actual comandada por Alemania?

L: No lo sé. Los temas no son fáciles. Por ejemplo, un tema que yo no escucho que los europeos discutan, es que alguien tiene que explicar cuál es la racionalidad por la cual una moneda que nació hace diez u once años costando 88 céntimos de dólar ha pasado en algún momento a valer 1,55 dólares. ¿Qué cambio en las productividades relativas de Estados Unidos y Europa justifican semejante evolución monetaria? Yo creo que no hay ninguna justificación. Al revés, la productividad promedio americana creció más que la europea y, en consecuencia, alguien tiene que aceptar que ahí hay un problema monetario. Que no lo tiene Alemania, porque sus productividades sí se movilizan de una manera mucho más alta. Pero sí el resto de Europa. Si Alemania quiere que subsista la Unión Europea tiene que entender que al resto de los países se le hace muy difícil encontrar capacidad de competir. Algo de eso ya ha venido ocurriendo y ya el valor del euro respecto al dólar no es el mismo que cuando llegó a 1,55 al inicio de la crisis. Pero este es un tema que es inevitable reflexionar, y no confundirse con que lo que es viable para Alemania sea viable para el conjunto de los países. 

los grandes bancos de Alemania están en una situación tan crítica como las cajas en España

P: La presidenta Cristina Fernández ha dicho estos días en Nueva York que hay un ensañamiento con Argentina porque son ustedes el “mal alumno” que dijo “no” a todas las recetas que quisieron imponerles desde 2001.  ¿Le da la razón a su oponente?

L: Hay distintas maneras de decir las cosas. Una de ellas es decirlas firmemente. Decir no pero con argumentos técnicos muy sólidos; y otra, es decir no desde el punto de vista del discurso político. En 2005, después de haber dicho no, y después de haber hecho una reestructuración de la deuda con una quita del 75%, el riesgo país (prima de riesgo) de Argentina era equivalente al de Brasil. Hoy, diciendo no, en tono puramente político y sin suficiente sustento técnico, el riesgo país de Argentina es un poco más de cuatro veces el de Brasil.

P: Este caso valdría para los políticos españoles. Ya sé que no le gusta dar consejos, pero sí le pido que cuente su experiencia a la hora de enfrentarse a instancias internacionales y decir no con argumentos económicos.

L: A veces el valor surge de la necesidad. La crisis argentina era de tal magnitud que el 52% de la población entre finales del 2001 y principios del 2002 estaba debajo de la línea de pobreza. En consecuencia, aceptar un programa que era muy parecido al de Grecia de la troika:  13% de rebaja de sueldos y jubilaciones (en Grecia fue del 14%) o eliminación de personal del sector público, reducción de gastos en salud y educación…,eso era una verdadera locura. Y había que tener por necesidad la capacidad de explicar que por ese camino no se iba a llegar a nada. Las explicaciones al FMI no surgen ningún efecto, porque en general no escuchan. Pero no es así con algunos países. Para nosotros fueron sumamente positivos los gobiernos de Estados Unidos y de Francia que sí escucharon y entendieron, y luego observaron los resultados y ante ellos fueron reforzando el apoyo a Argentina.

P: Se critica al gobierno de Mariano Rajoy por sus fallos en la política de comunicación. ¿Cómo se les dice a los ciudadanos que las duras políticas que se están llevando a cabo pueden beneficiarles en el futuro?

L: No es un problema de comunicación, es un problema de política. El problema no es como se comunica, es un problema de ajuste. El problema es el programa de ajuste. La comunicación puede hacer cosmética, pero los ciudadanos saben, por el impacto sobre su vida personal,  si las cosas van bien o no van bien. El problema no es la comunicación, sino el programa.

P: ¿Qué juicio le merece la política de estímulo económico de Barack Obama en contraposición a las políticas de Alemania en la UE?

L: En política económica no sólo importa el tipo de política que uno hace sino, igual que en medicina, importa la dosis y el tiempo. La Reserva Federal reaccionó mucho antes que el Banco Central Europeo. El BCE empezó a reaccionar en noviembre del pasado año cuando asumió el cargo de Presidente Mario Draghi. Luego se fue reforzando cuando François Hollande llegó a la presidencia en Francia. Pero, todo esto ha sido dos años después de lo que hizo Ben Bernanke en la Reserva Federal.

P: Las relaciones con la actual Administración argentina atraviesan un momento incómodo, aunque es cierto que la presidenta Fernández ha anunciado su presencia en la Cumbre Iberoamericana de Cádiz. ¿Este mal momento de las relaciones entre ambos países tiene como causa la crisis de YPF o hay otros elementos?

L: Creo que no hay grandes conflictos, lo que pasa es que el tema YPF en si mismo tiene una magnitud importante. Creo que en Argentina tenemos que tener conciencia que hoy España está en una situación difícil y evitar crear cualquier conflicto adicional. Por eso, si la presidenta va a la Cumbre Iberoamericana en Cádiz (España) es un gesto, un gesto formal, pero los gestos en política internacional importan. Es importante que al menos políticamente  no se escale el conflicto. En cuanto a YPF hay que ser claro, por lo menos de mi parte. El juicio sobre Repsol es muy negativo, lo que no significa criticar fuertemente el método con el cual el Gobierno argentino actuó. No creo que haya segunda vuelta para Repsol.

P: El temor es que otras Repsol vayan ensombreciendo más el panorama…

L: Algunos de los problemas que pueden tener empresas de capital español hoy en Argentina son similares a los que tienen empresas de capital argentino en Argentina. Son problemas derivados de la política económica, de la forma en que se ejerce. De la idea de que el Estado tiene que intervenir en la economía. Eso no es para con las empresas españolas, eso también se está dando para las locales. Es la concepción de un Estado metido a productor, a regulador… Política que yo no comparto, pero es la que está siguiendo el Gobierno actual,  sin discriminación de nacionalidad u origen del capital.        

Roberto Lavagna (70) es uno de los economistas y políticos más prestigiosos de Argentina. Ministro de Economía bajo la presidencia interina del peronista Eduardo Duhalde, en el periodo 2002-2003, y de Néstor Kirchner (2003-2005), logró la recuperación del país tras la crisis del corralito. Su éxito le distanció de Kirchner, que no toleró que su ministro le superase en popularidad. Hoy, candidato a la presidencia de Argentina como independiente, es un fuerte opositor de la presidenta Cristina Fernández. Le gusta ayudar pero sin dar consejos: “Usted sabe que los que hemos sufrido consejos de otros sabemos que lo peor que podemos hacer en situaciones de crisis es pretender ofrecerlos”, dice con ironía porteña. Ganó a la crisis con un programa económico contrario al que está aplicando Mariano Rajoy. Rechazó un plan del Fondo Monetario Internacional (FMI) similar al que se aplica hoy en Grecia. Estados Unidos y Francia eran los grandes aliados de Argentina en aquellos años tormentosos, mientras España jugaba el papel de Finlandia en el FMI. Hoy, para el ex ministro, el problema mayor entre ambos países es Repsol YPF.