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Mahoma y la caza de brujas
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UN JOVEN EGIPCIO ESPERA CONDENA MIENTRAS SE SUCEDEN LAS DENUNCIAS POR BLASFEMIA

Mahoma y la caza de brujas

Alber Saber forma parte de ese pequeño y clandestino reducto de quienes se atreven a cuestionar la religión en Egipto. Su nombre y su cándido semblante

Foto: Mahoma y la caza de brujas
Mahoma y la caza de brujas

Alber Saber forma parte de ese pequeño y clandestino reducto de quienes se atreven a cuestionar la religión en Egipto. Su nombre y su cándido semblante aparecen vinculados a una página de Facebook de ateos egipcios, una comunidad de la que casi no hay registros, rostros ni apenas indicios de su existencia. Dos días después de que comenzaran las protestas en El Cairo frente a la embajada estadounidense, este joven informático que participó activamente en la revolución de enero del año pasado, fue arrestado en medio del mismo misterio e histerismo que provocó la difusión del vídeo de Mahoma.

Su madre, Karima Musiha, se encuentra todavía agitada por la confusión e inquieta por intentar ver a su hijo. Aquella noche, una multitud se desbordó frente a su casa, situada en un barrio humilde en el extrarradio de la capital egipcia. Se había corrido el rumor de que Alber había colgado en la Red un vídeo en el que ponía en entredicho al cristianismo y al islam. Blasfemia, para los allí reunidos, que según narra Karima intentaron atacar la vivienda. La mujer llamó alarmada a la Policía, que cuando por fin llegó se llevó al chico de 27 años.

Los agentes lo trasladaron primero a una comisaria del distrito, donde según el testimonio de la madre, varios oficiales lo maltrataron. “Uno de ellos le produjo un corte en el cuello”, explica. Después, Alber ingresó en el mismo calabozo en el que ahora se encuentra en prisión preventiva, antes de ser juzgado. “Un policía les dijo al resto de los reclusos: ‘Éste chico ha ofendido al profeta. Quiero ver lo que hacéis con él’”, prosigue su madre.

“Mi hijo fue víctima de un complot. Los que asaltaron nuestra casa no saben nada del islam ni de nada. Han llegado a acusar a Alber de quemar el Corán, profanarlo e incluso viajar a Estados Unidos para financiar la película contra Mahoma”, detalla precipitadamente Karima. La cruz que lleva tatuada en la muñeca desvela que ella no es ninguna infiel. Se declara cristiana ortodoxa -una minoría que representa aproximadamente al 10% de la población egipcia- y se niega a aceptar que su hijo reniegue del credo de su familia.

“Estos días en Egipto, hay dos tipos de justicia, la de los tribunales y la de las calles. Hay un grupo de gente que se cree legitimado en estos momentos para condenar todo lo que ellos consideran que es un ataque contra la religión”, opina Tamer Mouafi, abogado de la Red Árabe de Información sobre los Derechos Humanos (ANHRI por sus siglas en inglés), una organización que presta asistencia legal en el caso de Alber Saber.

La blasfemia y las leyes

La Constitución egipcia ampara el derecho a la libertad de expresión, pero el Código Penal castiga una larga lista de actos o expresiones contrarias a la religión. Ni la familia ni los abogados todavía han recibido de forma oficial los cargos que le incriminan, aunque es más que probable que deba enfrentarse a la acusación por blasfemia. “Si eso se confirma, lo único que podemos alegar en el caso de Alber es que la página web fue pirateada y que el vídeo es falso. Si no lo conseguimos, también nos queda plantear un recurso al Tribunal Constitucional, acogiéndonos a ese derecho a la libertad de expresión”, aclara el abogado.

Desde ANHRI reconocen que la pena más probable para Alber Saber oscila entre tres y seis años de cárcel. Precisamente es la misma condena a la que ha sido sometido esta misma semana un profesor copto del Alto Egipto, por publicar fotos que ofendían a Mahoma y realizar comentarios humillantes contra el presidente Mohamed Morsi. También la fiscalía ha incluido en la lista de personas por la justicia al pastor estadounidense Terry Jones y a nueve coptos residentes en Estados Unidos por su implicación en el vídeo sobre Mahoma.

Tras los incidentes de la embajada, la policía detuvo a cientos de personas, aunque la mayoría de ellos son jóvenes que se sumaron después a las protestas cuando derivaron en un intercambio de piedras y cócteles molotov con la policía. No hay, sin embargo, ningún islamista acusado de haber incitado la algarada, más que la denuncia presentada por el director de una asociación copta contra un famoso jeque salafista que dirige un canal de televisión, por haber quemado un ejemplar de la Biblia el día que comenzaron las manifestaciones.

Alber Saber forma parte de ese pequeño y clandestino reducto de quienes se atreven a cuestionar la religión en Egipto. Su nombre y su cándido semblante aparecen vinculados a una página de Facebook de ateos egipcios, una comunidad de la que casi no hay registros, rostros ni apenas indicios de su existencia. Dos días después de que comenzaran las protestas en El Cairo frente a la embajada estadounidense, este joven informático que participó activamente en la revolución de enero del año pasado, fue arrestado en medio del mismo misterio e histerismo que provocó la difusión del vídeo de Mahoma.