Es noticia
Sobrevivir al Ramadán entre el ayuno y la opulencia
  1. Mundo
COMIENZA LA FESTIVIDAD DE LOS MUSULMANES

Sobrevivir al Ramadán entre el ayuno y la opulencia

Del siempre abarrotado mercado de Jan el Jalili han desaparecido los turistas y casi los comercios. Los pocos vendedores que mantienen abiertas sus tiendas ni siquiera

Foto: Sobrevivir al Ramadán entre el ayuno y la opulencia
Sobrevivir al Ramadán entre el ayuno y la opulencia

Del siempre abarrotado mercado de Jan el Jalili han desaparecido los turistas y casi los comercios. Los pocos vendedores que mantienen abiertas sus tiendas ni siquiera se esfuerzan por intentar regatear con sus baratijas. Mohamed se pasea por allí, a la espera de la caída del sol, para acudir a su negocio. “Hoy es el primer día del Ramadán y es el más duro. Después uno se acostumbra, pero dejar de golpe de comer, beber, fumar y mirar a las mujeres es muy difícil”, asegura.

Muchos empresarios reducen las jornadas o incluso algunos cierran sus negocios. El sol ponía ayer la capital egipcia a casi 40 grados. Este Ramadán será uno de los más duros que se recuerdan, pues desde 1980 no había abarcado los días más calurosos del verano. El calendario lunar marca el noveno mes del año, el conocido como ramadán, cuando el Islam asegura que el Corán le fue revelado al profeta Mahoma.

A unos metros de las burdas imitaciones de la esfinge o de las pirámides que guarda Mohamed tras los escaparates, que no renuncia a enseñar, se encuentran algunos de los edificios más refinados de El Cairo islámico. En la mezquita de Husein, cientos de musulmanes acuden a refugiarse del intenso calor. Muchos de ellos se encuentran tumbados, mientras algún otro aprovecha para cumplir con el rezo de media tarde.

“La gente aprovecha para dormir y descansar”, asegura Ali, quien tiene su puesto de bocadillos justo en frente de la mezquita. “Para mí no es ninguna tentación, tengo 55 años y llevo cumpliendo con el ayuno desde que cumplí los 13”, reconoce. El ayuno, rezar cinco veces al día, profesar la fe por Alá, peregrinar al menos una vez a La Meca y ofrecer limosnas, componen los cinco pilares del Islam. Con casi 20 millones de habitantes, la mayoría de ellos musulmanes, el Ramadán se respira en El Cairo.

Junto a los puestos cercanos de frutos secos, decenas de personas depositan su fe en que se cumpla este último de los preceptos de su religión. El ramadán es época para las propias o para hacer regalos a los niños. “Este año estamos vendiendo más”, confiesa Mohamed, junto a su tienda de souvenirs, ahora plagada de faunis, los farolillos típicos de esta festividad, que van desde los 5 a los 30 euros. “El Ramadán es una bendición que Alá nos ha otorgado para ser mejores personas”, mantiene el vendedor, que insta a todo transeúnte a comer junto a él.

“Ramadán mubarak”

En una de las callejuelas, un cartel electoral del ya presidente Mohamed Morsi, recuerda que este será el primer ramadán para los egipcios con un Gobierno islamista. “Ramadán mubarak”, significa en árabe “que el Ramadán te bendiga”, una expresión que los musulmanes se dicen unos a otros y que también se aplica desde la política. Justo un día antes del comienzo de la fiesta, el presidente egipcio decidió liberar a 572 que habían sido detenidos por las autoridades desde el pasado enero, como una medida de gracia, común también en esta época.

Los Hermanos Musulmanes organizan tradicionalmente comedores sociales para que los ciudadanos compartan la comida al caer la tarde. Aunque en los alrededores de Jan el Jalili, los restaurantes que han permanecido vacíos durante el día no dejan hueco para nadie más.

Ali, un ingeniero jubilado, espera en una de las mesas, junto a su mujer y su hijo, para romper el ayuno. El banquete ya está preparado. Ensaladas, zumos, pollo, agua o arroz componen el iftar, el denominado desayuno, que llega a las 7 de la tarde. “Es el momento más feliz del día”, reconoce, antes si quiera de probar bocado.

La última llamada del día a la oración resuena en toda la plaza, que mantiene un inusitado silencio. Cae el sol y es momento de romper el ayuno. Ali irrumpe en los muchos platos que tiene sobre la mesa; Mohamed, el vendedor de farolillos, ha dado acogida a esos desheredados que deambulaban entre los puestos; y frente a la mezquita, decenas de personas se han echado al suelo para compartir lo poco que tienen que llevarse a la boca. “Es como la Navidad para vosotros”, asegura Faiza, una mujer mayor, que insiste en ofrecer una parte de su bocadillo de habas. Come junto a su nieto, un chiquillo que tiene los pies negros de vender descalzo. “Gracias a Alá, gracias a Alá”, repite feliz la señora.

Del siempre abarrotado mercado de Jan el Jalili han desaparecido los turistas y casi los comercios. Los pocos vendedores que mantienen abiertas sus tiendas ni siquiera se esfuerzan por intentar regatear con sus baratijas. Mohamed se pasea por allí, a la espera de la caída del sol, para acudir a su negocio. “Hoy es el primer día del Ramadán y es el más duro. Después uno se acostumbra, pero dejar de golpe de comer, beber, fumar y mirar a las mujeres es muy difícil”, asegura.