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La economía de Brasil crece a costa de la deforestación del Amazonas
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SE REDUCE AL 50% EL ÁREA DE SELVA PROTEGIDA

La economía de Brasil crece a costa de la deforestación del Amazonas

La ya degradada selva amazónica recibió esta semana un nuevo varapalo que los expertos consideran definitivo: el Senado brasileño ha aprobado la reforma del Código Forestal,

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La economía de Brasil crece a costa de la deforestación del Amazonas

La ya degradada selva amazónica recibió esta semana un nuevo varapalo que los expertos consideran definitivo: el Senado brasileño ha aprobado la reforma del Código Forestal, reduciéndose del 80% al 50% las áreas de selva protegida. La medida, que destina más terrenos para la agricultura y abre las puertas a una mayor deforestación, ha provocado las denuncias de grupos ecologistas por considerarla un “golpe mortal” para la Amazonía.

El proyecto presentado por el propio Gobierno y apoyado por la poderosa industria agropecuaria plantea entre otras medidas que las zonas protegidas a la vera de los ríos, que hoy suponen una franja de 30 metros a cada lado, pasen a ser de 15 metros. No obstante, el punto que más discusiones ha generado es el que propone una amnistía para los hacendados con delitos de deforestación. Un perdón que ha sido incluso criticado por la presidenta Dilma Rousseff, quien adelantó que podría vetar ese y otros puntos del proyecto antes de ratificarlo.

Los intereses económicos del mayor pulmón del planeta

La mayor reserva de biodiversidad del planeta está expuesta a los intereses económicos de comocidas empresas y el Gobierno brasileño está acusado de complicidad. Al cambio climático, los gases del efecto invernadero y la deforestación ilegal se une el avasallamiento económico de firmas como Adidas, Nike, BMW, Honda, Gucci, Tesco, Wal-Mart, que usan suministros extraídos de la selva del Amazonas con el objetivo de elaborar sus productos. Unas prácticas con las que las empresas se benefician desproporcionadamente en relación a la comunidad del Amazonas.

El propio Gobierno de Brasil también se enriquecerá con la reducción del área protegida de selva, ya que esto le permitirá ampliar su producción de biocombustibles y las plantaciones de soja. Un hecho relevante si tenemos en cuenta que en 2012 el país carioca superará a Estados Unidos como mayor exportador de oleaginosa a China: venderá aproximadamente 38 millones de toneladas frente a los 36 millones estadounidenses, según los datos del Departamento de Agricultura de EE.UU.

En lo que a la producción de biocombustibles se refiere, se plantea un complejo dilema. ¿Qué es mejor para el planeta: preservar los bosques o crear un combustible que no dañe el medio ambiente? Una cuestión que se complica si se enmarca en el contexto brasileño, ya que Brasil ha sustentado gran parte de su crecimiento económico en el mercado de los biocombustibles, especialmente en el etanol. Hoy, el país es el segundo mayor productor de etanol del mundo (con 33,2% de participación en el mercado, sólo por detrás de EE.UU.) y el mayor exportador mundial.

En definitiva, la destrucción del Amazonas es demasiado rentable como para ser optimistas y pensar en una mayor y mejor regulación de las prácticas de explotación de la selva y sus territorios. Se calcula que si la destrucción de la selva sigue así, dentro de 50 años los efectos del desastre serán más que notorios: la flora y la fauna estarán en serio peligro de extinción y aún no se puede predecir cuáles serán los efectos para el hombre sin el pulmón del planeta.

Voces por la defensa del Amazonas

La aprobación de la reforma del Código Forestal con 58 votos a favor y 8 en contra ha supuesto la aparición de críticas. La voz más fuerte la alzó la senadora Marinor Brito, del Partido Socialismo y Libertad, al calificar la reforma como “un momento dramático para Brasil y para las actuales y futuras generaciones".

Una de las últimas protestas la protagonizó el grupo ecologista Greenpeace, que en un acto celebrado ante el Senado sostuvo que esa nueva legislación anulará los avances que Brasil ha experimentado en los últimos años en términos de reducción de la deforestación en la Amazonía. Greenpeace infló enormes globos frente a la Cámara, donde colgó pancartas en las que se leía "Dilma, apaga la motosierra", y otros mensajes dirigidos a los parlamentarios, en un postrero intento por detener el proyecto.

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Por su parte, el Gobierno brasileño se defiende mediante los datos del Instituto de Investigaciones Espaciales, que anunció una drástica disminución de las áreas deforestadas en el Amazonas entre agosto de 2010 y julio de este año. Según el organismo científico, durante este periodo fueron deforestados 6.238 kilómetros cuadrados de selva, un 11% menos que el año anterior y la cifra más baja desde 1988, año en el que se inauguraron estas estadísticas. Una reducción que el ejecutivo brasileño atribuye a un mayor control de las actividades ilegales en la selva. Sin embargo, esta opinión no la comparten los diez ministros de Medio Ambiente que tuvo Brasil entre 1973 y 2010, quienes en una carta enviada a Rousseff le pidieron impedir lo que calificaron de "desastre anunciado".

La ya degradada selva amazónica recibió esta semana un nuevo varapalo que los expertos consideran definitivo: el Senado brasileño ha aprobado la reforma del Código Forestal, reduciéndose del 80% al 50% las áreas de selva protegida. La medida, que destina más terrenos para la agricultura y abre las puertas a una mayor deforestación, ha provocado las denuncias de grupos ecologistas por considerarla un “golpe mortal” para la Amazonía.