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Cameron se olvida de Thatcher: apuesta por mimar a los sindicatos
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CAMERON Y LA RECETA DE THATCHER PARA LOS SINDICATOS

Cameron se olvida de Thatcher: apuesta por mimar a los sindicatos

Antes de celebrarse las elecciones de 2010, David Cameron aseguró que si llegaba al poder sería tan estricto con los sindicatos como en su día lo

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Cameron se olvida de Thatcher: apuesta por mimar a los sindicatos

Antes de celebrarse las elecciones de 2010, David Cameron aseguró que si llegaba al poder sería tan estricto con los sindicatos como en su día lo fue Margaret Thatcher. Entonces era un joven político con ganas de comerse el mundo y convencido de que se mudaría a Downing Street con toda seguridad, dada la agonía de Gordon Brown y el azote de la crisis.

Pero se celebraron los comicios y el tory se encontró con un panorama que jamás habría pensado. No sólo no logró la mayoría absoluta, sino que se vio obligado a formar una coalición con los liberal demócratas, un partido al que había llegado a ridiculizar durante la campaña electoral. Y en este escenario, el premier ha tenido que hacer frente a su primera gran huelga del sector público.

Uno de cada cinco funcionarios del país, aproximadamente un total de 600.000, la mayoría de ellos profesores, salieron el jueves a la calle para protestar contra la reforma de las pensiones que propone el Ejecutivo. Hicieron mucho ruido y paralizaron el funcionamiento de gran parte de las escuelas del país. Pero, con todo, se puede decir que el líder conservador ha salido reforzado de la protesta.

Su victoria no se debe a una estrategia premeditada o una mano dura semejante a la de la Dama de Hierro. Nada más lejos de la realidad. El triunfo radica en un cúmulo de factores que, sin proponérselo, han jugado a su favor. El principal, sin duda, la descoordinación de los sindicatos. Los cuatro convocantes de la huelga -el sindicato Nacional de Profesores (NUT), la Asociación de Profesores y Académicos (ATL), el sindicato de Universidad y Facultades y el Sindicato de Servicios Públicos (PCS)- decidieron actuar por su cuenta mientras que el sindicato principal de los funcionarios (el Unison, que cuenta con 1,3 millones de miembros) aún continúa sentado en la mesa de negociaciones.

Esto ha transmitido una idea de falta de unidad de los representantes de los trabajadores, algo que ha irritado sobremanera a Unison. El principal sindicato del sector público es consciente de que el tema que se aborda es delicado y no cuenta con el apoyo incondicional del ciudadano.

32.000 millones de libras en pensiones

Las pensiones de los funcionarios británicos han aumentado un tercio en la última década, alcanzando en 2009 los 32.000 millones de libras. Actualmente, según Cameron, cada hogar debe pagar alrededor de 1.000 libras al año en impuestos para cubrir el coste de estas pagas. El sentimiento generalizado de la calle, por tanto, es que en un clima de austeridad como el que vive ahora el país, las pensiones del sector público no pueden ser inmunes.

El Gobierno insiste en que son cifras que no se pueden permitir y pretende recortar del depósito 2.800 millones de libras, casi el doble de la cantidad que barajaba el anterior Ejecutivo laborista. Su propuesta también implica elevar la edad de jubilación a los 66 años para 2012 -alegando el aumento de la esperanza de vida-, aumentar las cotizaciones individuales y reducir la cantidad que se cobrará en el retiro, que pasará a calcularse con una media del salario percibido toda la vida laboral, en lugar de la última remuneración, como hasta ahora.

Cameron se escuda además en que las medidas no vienen de su puño y letra, ni siquiera de la de su responsable del Tesoro, George Osborne, sino de la de John Hutton, ministro del anterior Gobierno laborista, al que le fue encargado el informe del proceso.

Por el momento, Unison sigue con ganas de escuchar a la espera de llegar a un acuerdo. El líder conservador, lejos de cumplir con sus amenazas electorales, hasta ahora le está mimando, mostrándose muy cauto ante las peticiones de sus propias filas y los liberal demócratas, que demandan un cambio en la normativa para que una huelga sólo sea legal si es aprobada en votación por mayoría.

Un otoño violento

La relación con los sindicatos principales se puede decir que hasta día de hoy es cordial. Ahora bien, si el Ejecutivo no cede en nada de su plan inicial, hay amenazas con protestas de mayor calibre para el otoño. Uno podría suponer que los representantes de los trabajadores están ávidos de grandes emociones. Después de todo, han pasado ya 85 años desde la última gran huelga general, 37 años desde que derrocaron a Edward Heath y 32 desde que el invierno del descontento hiciera lo propio con James Callaghan. Pero lo cierto es que ahora no están muy convencidos de mandar a sus tropas a la batalla.

El Partido Laborista en esta ocasión tampoco les apoya. Ed Miliband “arrebató” el año pasado, contra todo pronóstico, el liderazgo del partido a su hermano David gracias a su voto, pero es consciente que dar la bendición en estos momentos a una huelga no le beneficia ni a él -que tiene que demostrar independencia- ni a su formación -que aboga por la unidad para salir de la crisis-.

El panorama, por tanto, es inusual. Pero el verano es largo y pueden cambiar mucho las cosas. Si realmente los sindicatos sacan en noviembre su artillería pesada será entonces cuando se sepa si Cameron aguanta el tipo. Después de su cambio de parecer con la reforma del sistema sanitario, un laborista llegó a decir que el tory se parecía más a Heath que a Thatcher. “Si se le presiona mucho ha demostrado que es de los que cambia de parecer”, afirmó, de manera anónima.

Antes de celebrarse las elecciones de 2010, David Cameron aseguró que si llegaba al poder sería tan estricto con los sindicatos como en su día lo fue Margaret Thatcher. Entonces era un joven político con ganas de comerse el mundo y convencido de que se mudaría a Downing Street con toda seguridad, dada la agonía de Gordon Brown y el azote de la crisis.

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