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La democracia de Egipto, en manos del turismo
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SUPONE EL 15% DEL PRODUCTO INTERIOR BRUTO

La democracia de Egipto, en manos del turismo

La de Egipto no es una revolución más de las naciones totalitarias del norte de África. Por su historia y situación geopolítica, el país del Nilo

Foto: La democracia de Egipto, en manos del turismo
La democracia de Egipto, en manos del turismo

La de Egipto no es una revolución más de las naciones totalitarias del norte de África. Por su historia y situación geopolítica, el país del Nilo tiene un peso específico en todo el mundo árabe y del éxito de su proceso de transición depende, en buena parte, que el resto alcancen también la ansiada democracia.

Pocas señales nos hacen pensar que hace tan sólo dos meses el pueblo logró acabar con treinta años de dictadura. En las calles de El Cairo no vemos más que alguna que otra pancarta, pequeños grupos con sus propias reivindicaciones y una atmósfera de libertad que nunca antes se había respirado.

La vida continúa, pero no de la misma manera.  Este es el primer año que la capital celebra el Moulid de Sayeda Zeinab (la festividad de la nieta de Mahoma que atrae a un millón de personas de todos los rincones de Egipto) sin Hosni Mubarak en el poder y con toque de queda que no permite alargar la fiesta más allá de la medianoche. No importa, las gentes nos reciben con una inmensa sonrisa en el rostro que revela su optimismo.

Somos de los pocos extranjeros que han visto desde que el pasado 25 de enero los jóvenes tomaran la plaza del Tahrir tras escuchar el llamamiento en las redes sociales -la de Egipto pasará a los libros de historia como la ‘Revolución de Facebook’- y saben que sin turismo todo su esfuerzo no habrá servido absolutamente para nada.

“Os echamos de menos y tenemos tantas historias nuevas que contar. VOLVED”, es el grito ahogado de los guías locales, uno de los sectores más afectados por la caída del turismo, que nos reciben a los pies de la gran pirámide de Keops, más grande que nunca sin un mar de personas revoloteando a su alrededor. Está completamente sola. Únicamente los vendedores ambulantes y los camelleros nos recuerdan que Giza es uno de los epicentros para los viajeros de todo el mundo.

La economía de Egipto está seriamente tocada

El turismo supone el 15% del Producto Interior Bruto de Egipto y este año ya se ha perdido la temporada. Profesionales del sector nos confirman que febrero y marzo han estado completamente parados y que han recibido cancelaciones hasta junio, los meses más fuertes. Empresas grandes y pequeñas, con 20, 40 o hasta 1.200 trabajadores se encuentran en modo ‘stand by’ pero teniendo que pagar las nóminas.

Los grandes barcos que recorren el ‘río de la vida’, más de 300, descansan uno junto a otro en los numerosos amarres que se suceden desde Aswan a El Cairo. Muchos de sus propietarios aprovechan estas semanas para hacerles un buen lavado de cara que en condiciones normales el trepidante ritmo de idas y venidas no les permite llevar a cabo. El Nilo está dormido.

Esta es la realidad que vive el país, muy diferente a la que quiere transmitir el presidente de Autoridad de Turismo de Egipto, Amr El Ezabi. "Esperamos haber recuperado entre el 80% y el 90% del turismo en octubre", intentaba convencer hace tan sólo una semana a los periodistas españoles. "Ya hemos recuperado entre un 20% y un 30%".

No en vano todos, desde las máximas autoridades hasta el último comerciante de Khal Al-Khalili saben que si Egipto no recupera el pulso, la revolución habrá fracasado y desde el Gobierno quieren transmitir un mensaje de calma.

Y es que crece la preocupación entre la sociedad, que ve como sus pocos ahorros se evaporan y no consiguen ingresos que les permitan subsistir, cuando además el coste de la vida sube indiferente al sueño democrático.

Miedo por el ascenso de grupos islamistas

Si el detonante para que todo el pueblo exigiera el cambio fue la caída del poder adquisitivo y el aumento del precio de los alimentos básicos, por el fuerte repunte de las materias primas, la situación actual puede acabar en un mal mayor que la dictadura de Mubarak de seguir las cosas así.

“Estamos comiendo de la reserva nacional y eso no aguanta mucho”, me explica un empresario local mientras se fuma una shisha sin perder de vista el reloj (se acerca el toque de queda y los tanques ocupan sus puestos en las calle).

“El peligro de Egipto es que no ingresa nada” y argumenta que la democracia puede traer consigo la llegada al poder de grupos islamistas a pesar de que la ley de partidos no permite el acceso a organizaciones religiosas a las instituciones publicas. De hecho asegura que los Hermanos Musulmanes ya están moviendo ficha y que se pueden valer de la delicada situación económica para hacer promesas que arrastren al pueblo. “Pobreza y religión es algo muy muy peligroso”, afirma.

A esto hay que sumar las reivindicaciones económicas que están creciendo como la espuma por los diversos sectores. “Si me duele un dedo me voy al Tahrir”, asegura nuestro informador, que prefiere permanecer en el anonimato. “De las fábricas, cemento, gas… todos se manifiestan para pedir más dinero”.

No en vano el salario mínimo actualmente es de unas 400 libras egipcias (50 euros) de acuerdo con un real decreto emitido el año pasado por el Tribunal de El Cairo. Un problema que puede amenazar, incluso, la seguridad nacional. O al menos eso defiende nuestra fuente, que no duda en manifestar su miedo a que “los militares, oficiales de bajo rango, que trabajan bajo muchísima presión también se revelen porque sus jefes cobran mucho más”.

Ante este panorama, el futuro del país más que nunca depende de la reactivación del motor económico. Por este motivo, en estos momentos la seguridad del turismo está garantizada como nunca antes hasta tal punto que ya no hacen falta los famosos convoyes para escoltar a los autobuses desde a Aswan a Abu Simbel.

La de Egipto no es una revolución más de las naciones totalitarias del norte de África. Por su historia y situación geopolítica, el país del Nilo tiene un peso específico en todo el mundo árabe y del éxito de su proceso de transición depende, en buena parte, que el resto alcancen también la ansiada democracia.