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Mubarak no claudica y aguanta el envite del 'Día de la Partida'
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Mubarak no claudica y aguanta el envite del 'Día de la Partida'

Esperan con impaciencia su turno. Guardan cola sobre el puente de los leones, que atraviesa el Nilo, para llegar al check point organizado por el Ejército.

Foto: Mubarak no claudica y aguanta el envite del 'Día de la Partida'
Mubarak no claudica y aguanta el envite del 'Día de la Partida'

Esperan con impaciencia su turno. Guardan cola sobre el puente de los leones, que atraviesa el Nilo, para llegar al check point organizado por el Ejército. Flanqueados por dos tanquetas, los soldados piden la documentación a niños con camisetas de equipos de fútbol europeos, a adultos con barbas hasta el pecho, a ancianos descamisados, a una muchedumbre vivaz y heterogénea, unida solamente por el deseo de deshacerse del régimen de Hosni Mubarak.

Cientos de miles de egipcios (más de un millón, dicen los organizadores) volvieron ayer viernes a la plaza Tahrir, para desafiar por undécimo día a la dictadura. Lo llamaron “el Día de la Partida”, la partida de Mubarak, se entiende, algo que por el momento no ha ocurrido. Seguramente por el contraste con las 48 horas anteriores, de la angustia y la extrema violencia desatada por los matones a sueldo del régimen, el día se presentaba placentero, aún a pesar del caos reinante y la tensión contenida.

El ambiente de las manifestaciones adquirió incluso tintes festivos. La presencia del Ejército, que acordonó el perímetro evitando que nadie accediese con armas, resultó reconfortante. El propio ministro de Defensa, Mohamed Tantawi, se acercó a la plaza para prometer a quien quisiera oírle que intentarán evitar un nuevo derramamiento de sangre. Pero nadie las tiene todas consigo. Se mantiene la guardia alta. En el centro de la plaza, el doctor Ashraf Musa almacena medicamentos y víveres, en previsión de que vuelva la sangre. “Lo hago por amor a mi pueblo y a mi país, igual que el resto de doctores y enfermeras que ves aquí. Hemos atendido a cientos de personas con heridas graves, pero todos los muertos han caído por heridas de balas”, me explica.

El gentío está enfebrecido con la idea de estar haciendo historia. Los más occidentalizados, sobre todo los que hablan inglés, buscan a los periodistas extranjeros para explicar su opinión. Al cabo de una hora, la libreta acumula un volumen excesivo de ideas para mejorar Egipto, reclamaciones concretas, condenas al régimen y manifestaciones de amor patriótico. La mayoría asegura que se quedará en la plaza hasta el final. “Hasta la muerte”, dicen los más encendidos. “Hasta que nos echen por la fuerza”, sostienen los rostros más pacíficos.

"Yo no lo compararía con Tiananmen porque las protestas no están sólo en la capital como ocurrió en China. Yo creo que se parece más a España durante la Transición. Viví aquello en Madrid y esto me hace recordar el ambiente de alegría, de que el país va a salir adelante", opina después del rezo de la mañana Mohamed, un ingeniero egipcio que vivió en España varios años y habla castellano mejor que muchos españoles.

Esperan con impaciencia su turno. Guardan cola sobre el puente de los leones, que atraviesa el Nilo, para llegar al check point organizado por el Ejército. Flanqueados por dos tanquetas, los soldados piden la documentación a niños con camisetas de equipos de fútbol europeos, a adultos con barbas hasta el pecho, a ancianos descamisados, a una muchedumbre vivaz y heterogénea, unida solamente por el deseo de deshacerse del régimen de Hosni Mubarak.