Es noticia
Una generación de ex guerrilleros latinoamericanos toma el poder por las urnas
  1. Mundo
DEJARON LA LUCHA ARMADA Y MODERARON SUS DISCURSOS

Una generación de ex guerrilleros latinoamericanos toma el poder por las urnas

La brasileña Dilma Rousseff, el uruguayo José Mujica o el nicaragüense Daniel Ortega son los ejemplos más visibles de ex guerrilleros que han llegado al poder

Foto: Una generación de ex guerrilleros latinoamericanos toma el poder por las urnas
Una generación de ex guerrilleros latinoamericanos toma el poder por las urnas

La brasileña Dilma Rousseff, el uruguayo José Mujica o el nicaragüense Daniel Ortega son los ejemplos más visibles de ex guerrilleros que han llegado al poder por las urnas y no por las armas. Muchos fueron encarcelados y torturados. Hoy han suavizado sus posturas ideológicas y, aunque han protagonizado el triunfo de la izquierda y centroizquierda, respetan el capitalismo y destierran de su vocabulario político expresiones como antiimperialismo yanqui o reforma agraria radical. Tras fracasar en sus acciones revolucionarias, han tenido una segunda oportunidad para gobernar sus países, aunque con concesiones.

El triunfo de las guerrillas de Castro en Cuba en 1959 conllevó un florecimiento de movimientos de lucha armada contra las dictaduras militares y el autoritarismo en Latinoamérica que fueron duramente reprimidos durante dos décadas. Algunos encontraron un canal para reinsertarse en procesos electorales. Parte de aquellos jóvenes idealistas son hoy dirigentes maduros que aplican postulados inaceptables de antaño; en varios casos hasta se han visto salpicados por la corrupción contra la que empuñaron armas.

Ex guerrilleros como los presidentes electos de Brasil, Nicaragua o Uruguay o los vicepresidentes de Bolivia o El Salvador se han adaptado a las circunstancias. “Todos hablan de que hay que postergar la construcción del socialismo o, en todo caso, que hay que hacer que uno respete el multipartidismo y el capitalismo”, explica a El Confidencial el analista internacional Isaac Bigio. Estos gobiernos aplican “políticas populistas, proteccionismo social y económico, democratización y descentralización políticas y una diplomacia más autónoma, que nada tienen que ver con sus propuestas originales de seguir un camino de socialización a la cubana”.

Dos de las guerrillas más emblemáticas en América Central, el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) y el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN) ostentan el poder en Nicaragua y El Salvador, respectivamente. El FSLN fue el único, tras el éxito castrista, que llegó al Gobierno por la vía armada en 1979 al derrocar al dictador Anastasio Somoza; “se negaron a seguir el camino de Castro de implantar una economía nacionalizada y planificada por un partido comunista único y, más bien, dieron paso a una democracia multipartidaria que primero les arrojó de palacio, en 1990, y que luego les ha restablecido allí” con el ex combatiente Daniel Ortega como presidente, recuerda Bigio. No obstante, cuenta con la oposición de parte de la vieja guardia sandinista que le reprocha el abandono de los postulados de la izquierda.

El movimiento farabundista se creó en 1980 y se legalizó e institucionalizó en 1992, llevando a la Presidencia a Mauricio Funes -sin pasado armado- “con un programa muy diferente con el que tomaron las armas; su Gobierno incluso reconoce al que surgió en Honduras tras el derrocamiento del centroizquierdista Zelaya”, afirma el experto.

Las FARC y el ELN en Colombia son las principales guerrillas que sobreviven, aunque hay “diversos focos” en Perú (Sendero Luminoso), Paraguay (Ejército del Pueblo Paraguayo) o México (Ejército Zapatista de Liberación Nacional), sostiene Bigio. Un caso que considera “muy revelador” es el del senderismo peruano, considerado internacionalmente una organización terrorista de corte maoísta, casi extinta en la actualidad, que durante los años 80 cometió numerosos atentados; “hoy sus jefes llaman a deponer las armas, y piden amnistía para ellos y quienes les persiguieron y asesinaron. Han creado un movimiento político que pasó casi desapercibido en las últimas elecciones regionales peruanas”. El aprismo peruano, hoy en el poder con el presidente Alan García, también se vio envuelto en “golpes y levantamientos armados” en el pasado y ahora se le reprocha su “derechización”.

En la mayoría de los casos, “quienes antes empuñaron las armas se sienten obligados a moderar su lenguaje, para no provocar demasiado a sus antiguos contrincantes y demostrar que han cambiado y se han transformado en parte del ‘establishment’”. Lo irónico es que “las democracias multipartidarias de mercado han sido capaces de reinsertar dentro de sus sistemas a una serie de ex guerrilleros que, tras usar las armas para llamar al derrocamiento del capitalismo, se han tornado en sus administradores”, afirma.

El rol de los ex guerrilleros en el triunfo de la izquierda

En el triunfo electoral en Latinoamérica de las nuevas coaliciones de izquierda, principalmente por el descontento económico, los ex guerrilleros han desempeñado un papel protagónico. El brasileño Lula da Silva tuvo como brazo derecho a José Dirceu, quien se exilió en Cuba tras ser encarcelado y se cambió el rostro con cirugía estética para poder regresar a su país. Renegó de su pasado y tejió alianzas con sectores conservadores, empresariales y militares de la vieja dictadura para forjar el triunfo y el éxito político de Da Silva. Obligado a dimitir como jefe de Gabinete por pagos ilegales a parlamentarios de la oposición, fue sustituido por la actual presidenta electa de Brasil, Dilma Rousseff, la “Juana de Arco de la subversión” para los militares que la persiguieron, encarcelaron y torturaron.

En Uruguay, Tabaré Vázquez logró la Presidencia gracias al apoyo de ex militantes del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T); uno de sus históricos dirigentes, José Mujica, le sucede en el poder, tras pasar 13 años en la cárcel. El vicepresidente de Bolivia, Álvaro García, fue ideólogo del ejército guerrillero Túpac Katari y también sufrió la represión.

El ministro de Energía Eléctrica de Venezuela, Ali Rodríguez, fue un activo guerrillero que abandonó las armas tras la legalización de la izquierda y se integró en la actividad política; presidió la estatal Petróleos de Venezuela y despidió a 15.000 de sus trabajadores. Aquí la izquierda ex guerrillera está dividida entre quienes apoyan y quienes denostan a Hugo Chávez: Entre sus opositores destacan el antiguo guerrillero comunista Teodoro Petkoff o Domingo Alberto Rangel.

La desaparición de las principales guerrillas y la integración política de algunos de sus componentes hacen prever que “no haya en el futuro inmediato abono para otras” siempre que, advierte Bigio, Estados Unidos no anime a “golpes o incursiones militares en lo que ha considerado su ‘patio trasero’”. En su lugar, sí espera en Latinoamérica el surgimiento de “más movimientos etnonacionalistas” porque la globalización “despierta en las etnias el interés de entrar en ese proceso con su propia identidad”. No obstante, considera que estos movimientos indigenistas darán “más peso a la lucha social política”, sin entrar en la actividad armada.

La brasileña Dilma Rousseff, el uruguayo José Mujica o el nicaragüense Daniel Ortega son los ejemplos más visibles de ex guerrilleros que han llegado al poder por las urnas y no por las armas. Muchos fueron encarcelados y torturados. Hoy han suavizado sus posturas ideológicas y, aunque han protagonizado el triunfo de la izquierda y centroizquierda, respetan el capitalismo y destierran de su vocabulario político expresiones como antiimperialismo yanqui o reforma agraria radical. Tras fracasar en sus acciones revolucionarias, han tenido una segunda oportunidad para gobernar sus países, aunque con concesiones.

José Mujica José Ortega Cano