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Lula se despide de la Presidencia entre éxitos económicos y escándalos de corrupción
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SU DELFÍN, ROUSSEFF, ACAPARA LAS PREFERENCIAS DE VOTO

Lula se despide de la Presidencia entre éxitos económicos y escándalos de corrupción

Luiz Inácio Lula da Silva, el presidente latinoamericano más popular, se despide del cargo dejando a Brasil como una de las potencias económicas mundiales, pero también

Foto: Lula se despide de la Presidencia entre éxitos económicos y escándalos de corrupción
Lula se despide de la Presidencia entre éxitos económicos y escándalos de corrupción

Luiz Inácio Lula da Silva, el presidente latinoamericano más popular, se despide del cargo dejando a Brasil como una de las potencias económicas mundiales, pero también rodeado de escándalos en su Gobierno y con una guerra abierta contra los medios de comunicación. Unos 136 millones de brasileños deben votar -es obligatorio- el 3 de octubre tras una campaña electoral de tres meses que, según el Tribunal Superior Electoral, es la más cara de la historia del país con un presupuesto de 255 millones de dólares. Su delfín, Dilma Rousseff (PT), el ex gobernador de Sao Paulo José Guerra (PSDB) y la ex ministra de Medio Ambiente Marina Silva (PV) son los mejores posicionados en las encuestas.

Lula (Pernambuco, 1945), la personificación latina del self-made man, deja el cargo con una popularidad en torno al 80% y tras haber sido incluido entre los cien líderes más influyentes por Times o recibir el Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional en 2003. Son las primeras elecciones tras la reinstauración de la democracia en 1985 a las que no concurre este sindicalista metalúrgico que se implicó en la fundación del Partido del Trabajo (PT); tras sendas derrotas, se impuso a Serra en 2002 y supo aprovechar el legado de su contrincante político, el socialdemócrata Fernando Henrique Cardoso, quien gobernó el país entre 1995 y 2002. “Sin perder su ideología de centro izquierda, jugó a la socialdemocracia y eso contentó a los empresarios brasileños”, explica a El Confidencial José Luis Reyna, profesor del Centro de Estudios Internacionales del Colegio de México. “Es carismático, pero también ha sabido conciliar los intereses de las clases poderosas con una relativa distribución de la riqueza; la desigualdad en Brasil continúa, pero casi ningún país latinoamericano ha conseguido ese crecimiento del mercado interno y eso es gracias a los 14 millones de empleo generados. Cardoso abrió el camino con su Plan Real para disminuir la inflación”, añade.

“Practicó el pragmatismo económico, como China, y habría que contrastar su discurso de izquierda con la realidad económica actual; gracias a ello consiguió un aumento considerable de las inversiones directas en el país”, señala a este diario el presidente de Consultores Internacionales, Julio Millán. Quizá esos logros económicos le permitieron ser reelegido tras el escándalo mensalao de 2005, que tocó a su partido y algunos de sus aliados por pagar a diputados opositores a cambio de votos en el Congreso.

Según analistas como Reyna, la continuidad en esa política está asegurada gane quien gane. La oficialista Dilma Rousseff ha intentado despegarse de su pasado como ex guerrillera para disipar dudas sobre un supuesto giro a la izquierda y el socialdemócrata José Guerra ha usado imágenes junto a Lula en su campaña electoral. Su sombra es tan alargada que su implicación en la campaña electoral a favor de la que sería la primera presidenta de Brasil le ha costado varias multas; nadie duda de que seguirá influyendo en su posible Gobierno y no ha descartado presentarse a las presidenciales de 2014.

Amigo de los Castro, Chávez y Ahmadineyad

Pero Da Silva también tiene ángulos oscuros: a su polémica amistad con los hermanos Castro, Hugo Chávez o Mahmud Ahmadineyad, se ha unido en la última fase de la campaña electoral una retahíla de escándalos en su Gobierno destapados por medios como Folha de Sao Paulo, o Estado de Sao Paulo, O Globo o Veja, contra los que ha arremetido duramente. Tan fuertes han sido sus ataques que el presidente de la Sociedad Interamericana de Prensa, Alejandro Aguirre, le considera una amenaza a la libertad de prensa similar a la que suponen Chávez en Venezuela y Cristina Fernández en Argentina. Hasta el cantautor brasileño Caetano Veloso, partidario de la ecologista Marina Silva, le ha calificado de “golpista”.

La prensa carioca ha desvelado casos como la invasión de cuentas fiscales de familiares de Serra y dirigentes del PSDB por afiliados del PT o tráfico de influencias en el Gobierno que causaron la renuncia de la ministra Erenice Guerra, quien sucedió a Rousseff como jefa de la Casa Civil; Lula ha respondido con críticas a los medios. Además, su política de alianzas le ha costado algunas disidencias, como la de catorce alcaldes del PT del estado de Minas Gerais -el segundo mayor colegio electoral del país- que apoyan al candidato opositor del PSDB por estar en desacuerdo con la coalición entre su formación y el Partido Movimiento Democrático Brasileño (PMDB).

Rouseff 'hereda' su magia

Aunque Rousseff, la economista que nunca ha concurrido a unas elecciones y que llegó al Gobierno tras el mensalao, avanzó en las encuestas durante la campaña electoral hasta superar a un más experimentado Serra, los escándalos del Gobierno destapados en las últimas semanas le han hecho retroceder. Según la última consulta de Datafolha, la oficialista acapara el 49% de la intención de voto frente al 28% de Serra y el 13% de Silva. Aún así, lograría ocupar la presidencia sin necesidad de una segunda vuelta, prevista para el 31 de octubre. “Es muy probable que gane Dilma, pero no es sólo por la magia de Lula. Su campaña ha sido exitosa y Serra, al que le falta carisma, no ha hecho lo suficiente para mantenerse”, apunta Reyna. La campaña, muy al estilo latinoamericano, ha estado más volcada a las descalificaciones que a las propuestas de gobierno.

En su opinión, la trayectoria ascendente del país está trazada y “gane quien gane, la meta es común para todos; no importa tanto el partido como en otros países, sino el proyecto para Brasil y ése es común para todos”. Igual que Lula aprovechó el legado de Cardoso, su sucesor no desperdiciará logros como el crecimiento económico sostenido -un 8,8% interanual en el segundo trimestre-, el control de la inflación hasta el 5% anual, el descenso de la pobreza y el aumento de la clase media gracias a la creación de empleo -2,5 millones de puestos este año- y al incremento de los salarios hasta los 643 dólares de media. Buena parte de ese éxito corresponden al ex ministro de Economía Antonio Palacci, quien tuvo que dimitir por un escándalo de sobornos, pero a quien Rousseff ha rescatado para dirigir su campaña y, muy probablemente, para su futuro Gobierno.

El nuevo presidente tendrá que rentabilizar eventos como el Mundial de Fútbol de 2014 y las Olimpiadas de 2016, pero también afrontar problemas que el petista no pudo resolver como la desigualdad social (el 10% de los trabajadores concentra el 43,5% del total de la renta del trabajo), las carencias en infraestructuras, la fuerte presión fiscal que soportan los brasileños, el alto índice de analfabetismo en las zonas rurales, la sobreapreciación del real o una tasa de homicidios que ha subido un 32% en los últimos 15 años, según el Instituto Brasileño de Geografía y Estadísticas.

En las elecciones del próximo 3 de octubre, además de presidente y vicepresidente se eligen 27 gobernadores, 2/3 del Senado y los 513 escaños del Congreso, con la concurrencia de más de 6.000 candidatos de 27 partidos. A los comicios camerales, que arrastran una peligrosa imagen vinculada a la corrupción, se presentan personajes tan dispares como los ex futbolistas Romario o Bebeto, el payaso Tiririca, modelos o la ex prostituta que le costó el cargo al gobernador de Nueva York Eliot Spizer.

Luiz Inácio Lula da Silva, el presidente latinoamericano más popular, se despide del cargo dejando a Brasil como una de las potencias económicas mundiales, pero también rodeado de escándalos en su Gobierno y con una guerra abierta contra los medios de comunicación. Unos 136 millones de brasileños deben votar -es obligatorio- el 3 de octubre tras una campaña electoral de tres meses que, según el Tribunal Superior Electoral, es la más cara de la historia del país con un presupuesto de 255 millones de dólares. Su delfín, Dilma Rousseff (PT), el ex gobernador de Sao Paulo José Guerra (PSDB) y la ex ministra de Medio Ambiente Marina Silva (PV) son los mejores posicionados en las encuestas.

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