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La pelea entre Berlusconi y Fini acaba con el sueño del bipartidismo italiano
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EL FRACASO DE SU FORMACIÓN SE UNE A LA DEL PD

La pelea entre Berlusconi y Fini acaba con el sueño del bipartidismo italiano

Florencia, abril de 2007. El partido Demócratas de Izquierda celebra su último congreso en solitario: el objetivo del encuentro es concretar la fusión con la formación

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La pelea entre Berlusconi y Fini acaba con el sueño del bipartidismo italiano

Florencia, abril de 2007. El partido Demócratas de Izquierda celebra su último congreso en solitario: el objetivo del encuentro es concretar la fusión con la formación aliada la Margarita para crear el Partido Democrático (PD), la nueva gran agrupación política llamada a aglutinar a todo el centro izquierda. Entre los asistentes al congreso hay un personaje particular. No se contaría con su presencia en entorno similar. Se trata de Silvio Berlusconi, por entonces líder de la oposición y principal dirigente del centro derecha italiano. Ha acudido a Florencia para mostrar su apoyo al PD, uno de los dos pilares que, en su opinión, necesita Italia. El otro lo constituirá el Pueblo de la Libertad (PDL), el partido que fundará unos meses después aglutinando su criatura política, Forza Italia, con Alianza Nacional, la formación de Gianfranco Fini. Según Berlusconi, con el PDL y su rival, el PD, Italia se convierte en una “democracia moderna, bipolar y tal vez incluso bipartidista”.

Hoy no queda nada del viejo sueño de Il Cavaliere. El PDL ha saltado por los aires con la expulsión el pasado viernes de Fini y de sus hombres, quienes han formado un grupo parlamentario propio, Futuro y Libertad para Italia, llamado a convertirse en una opción atractiva para los votantes de centro derecha hastiados de las leyes ad personam del primer ministro y de que la agenda política del Gobierno la marque la Liga Norte.

En la otra orilla la situación también es desoladora. El PD no fue capaz de ganar las elecciones de 2008 y, desde entonces, en cada cita con las urnas ha ido empeorando sus resultados. En menos de tres años ha coleccionado tres líderes distintos, ninguno de los cuales ha dado la impresión de ser capaz de desafiar con éxito a Berlusconi. Tampoco ha habido nadie con el poder suficiente para acabar con las corrientes y los viejos coroneles del partido. En este tiempo no ha habido una voz única en el PD: ha dado la impresión de estar más cerca de la disolución que de constituir una alternativa creíble de Gobierno. La última escenificación de la falta de unidad la protagonizó Francesco Rutelli, ex alcalde de Roma y antiguo niño bonito de la izquierda italiana, quien abandonó con sus edecanes el PD y formó una nueva y minúscula formación.

El fin de la infructuosa experiencia bipartidista de Italia devuelve a la dura realidad de la política transalpina, marcada por los minipartidos, la compra venta de apoyos en el Parlamento y las traiciones de última hora. Poco ha cambiado el panorama desde que el terremoto de corrupción de Tangentopoli acabó con los dos bloques políticos tradicionales a principios de los años 90. Desde entonces las formaciones pequeñas son las que tienen la llave del poder. Ocurrió con el anterior Gobierno, liderado por Romano Prodi, que cayó por el cambio de chaqueta de un partido que contaba sólo con el 1,4% de los votos, la Udeur de Clemente Mastella. Y ocurrirá con el actual Ejecutivo de Berlusconi, que queda a merced de que los 33 diputados de Fini se decidan a apoyar sus políticas. De momento, ya está claro que iniciativas polémicas como la ley de escuchas telefónicas no podrán salir adelante, pues no pasarán el veto de los finianos.

El fracaso del PDL y del PD hace soñar con una tercera vía a la italiana a Pier Ferdinando Casini, líder de la centrista UDC, la formación heredera de la vieja Democracia Cristiana. Casini puede optar ahora por escuchar los cantos de sirena de Il Cavaliere para que entre en el Ejecutivo o esperar a que éste caiga, incapaz de gobernar en minoría. La UDC en el centro y sur de Italia y la Liga Norte en las regiones septentrionales pueden ser las grandes beneficiadas en caso de que Berlusconi se niegue a rendir pleitesía a Fini y decida convocar elecciones anticipadas en octubre. Muchos votantes pueden optar entonces por las siglas de la UDC, la Liga Norte o Futuro y Libertad para Italia ante la desmembración del PDL y el raquitismo del PD. Los últimos dos años y medio han demostrado que la Italia actual no está hecha para el bipartidismo.

Florencia, abril de 2007. El partido Demócratas de Izquierda celebra su último congreso en solitario: el objetivo del encuentro es concretar la fusión con la formación aliada la Margarita para crear el Partido Democrático (PD), la nueva gran agrupación política llamada a aglutinar a todo el centro izquierda. Entre los asistentes al congreso hay un personaje particular. No se contaría con su presencia en entorno similar. Se trata de Silvio Berlusconi, por entonces líder de la oposición y principal dirigente del centro derecha italiano. Ha acudido a Florencia para mostrar su apoyo al PD, uno de los dos pilares que, en su opinión, necesita Italia. El otro lo constituirá el Pueblo de la Libertad (PDL), el partido que fundará unos meses después aglutinando su criatura política, Forza Italia, con Alianza Nacional, la formación de Gianfranco Fini. Según Berlusconi, con el PDL y su rival, el PD, Italia se convierte en una “democracia moderna, bipolar y tal vez incluso bipartidista”.

Silvio Berlusconi