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El terrorista que escapó de la muerte
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ABU DAUD, EL ARQUITECTO DE LA TRAGEDIA DE MÚNICH '72

El terrorista que escapó de la muerte

Era difícil de matar. Consiguió evadir durante dos décadas la Cólera de Dios, la batida global del Mossad israelí para asesinar a los palestinos implicados en

Foto: El terrorista que escapó de la muerte
El terrorista que escapó de la muerte

Era difícil de matar. Consiguió evadir durante dos décadas la Cólera de Dios, la batida global del Mossad israelí para asesinar a los palestinos implicados en la masacre de Múnich. Sobrevivió también cuando, en 1981, un pistolero le disparó trece veces en el café de un hotel de Varsovia, hiriéndole en el estómago, el pecho y la mandíbula, y él le persiguió hasta la entrada antes de desplomarse. A Abu Daud, el arquitecto del ataque contra la delegación israelí en los Juegos de 1972, la muerte le alcanzó el pasado sábado en un hospital de Damasco en forma de insuficiencia renal. Tenía 73 años. Nunca fue condenado por el secuestro que degeneró en una matanza.

La turbia vida del cerebro de la operación que acabó con la muerte de once atletas judíos y cinco palestinos es un enigma, así como el hecho de que logrará esquivar a los implacables servicios secretos hebreos. Como muestra, una entrevista que concedió en 1973 a la televisión jordana tras ser detenido cuando intentaba infiltrarse en Amman a la cabeza de un comando palestino de Al Fatah. Durante tres horas, Abu Daud reveló detalles de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) desconocidos hasta la fecha, sus planes para cometer futuros atentados e información sobre el funcionamiento interno de la organización. ¿Por qué fue Daud tan franco? ¿Colaboraba tras haber sido torturado? ¿O era, como sospechaban los israelíes, un agente doble jordano? ¿Por qué, tras su liberación, no fue eliminado por los comandos palestinos a quienes había traicionado en la pequeña pantalla?   

Ex profesor de matemáticas y ciencias, Daud nació en Jerusalén en 1937 bajo el nombre de Mohamed Oudeh. Vivió en la parte árabe de la Ciudad Santa hasta que ésta fue conquistada por los israelíes en la Guerra de los Seis Días de 1967, cuando decidió exiliarse a Jordania y afiliarse a la OLP de Yasir Arafat. Sin embargo, fue la sangrienta expulsión de las milicias palestinas del reino hachemita lo que le llevó a ingresar en Septiembre Negro, una escisión de Al Fatah que escogió Europa como terreno para atacar a ciudadanos israelíes en los 70. Al frente del grupo, organizó la matanza que pondría la causa palestina bajo los focos de la opinión pública mundial.  

“Teníamos órdenes de no matar a nadie”

Roma. Un café al aire libre. Daud se reúne con Abu Iyad, líder terrorista de la OLP, y un asistente. Su moral está por los suelos, después de que el rey Hussein de Jordania haya aplastado a las guerrillas palestinas. En un periódico, los tres militantes leen que el Comité Olímpico Internacional ha rechazado la participación en los Juegos de Múnich de una delegación palestina. “Abu Iyad me miró y dijo: ‘Participaremos en las Olimpiadas a nuestra manera. Secuestraremos rehenes (hebreos) para intercambiarlos por prisioneros en Israel”, confesó en 2006 en una entrevista con Associated Press. Daud aceptó inmediatamente la tarea y viajó a Múnich para estudiar el terreno. La noche del ataque, tomó taxis hasta la Villa Olímpica acompañado de ocho pistoleros que escondieron sus armas en bolsas deportivas. Los atacantes se mezclaron entre varios estadounidenses ebrios que estaban escalando una cerca. Una vez dentro, ocultaron sus rostros con máscaras y comenzaron el ataque. Daud, que se había quedado junto a la valla, se esfumó.

El ex jefe de Septiembre Negro nunca se mostró arrepentido por las muertes, que defendió como legítimas porque los atletas eran reservistas del Ejército. “Antes de Múnich éramos sencillamente terroristas. Después, por lo menos la gente empezó a preguntarse quiénes eran esos terroristas, qué querían. Por medio de Múnich metimos a la fuerza nuestra causa en los hogares de 500 millones de personas”, añadió en la citada entrevista. No obstante, Daud siempre negó su implicación directa y aseguró que el propósito del ataque era tomar rehenes para utilizarlos como carta de negociación: “Teníamos órdenes estrictas de no matar a nadie excepto en defensa propia”.    

Nada salió según lo planeado. Dos atletas opusieron resistencia cuando el comando entró en sus dormitorios y fueron asesinados; la primera ministra israelí, Golda Meir, se negó a negociar y la emboscada que prepararon las autoridades alemanas en el aeropuerto militar de Furstenfeldbruck terminó en una carnicería. Murieron todos los rehenes, un policía germano y cinco palestinos. El jefe del servicio secreto israelí, General Zamir, calificó la misión como un “completo desastre”. Días más tarde, incluso el canciller de Alemania Occidental, Willy Brandt, describió los eventos como un “documento vergonzoso de la incompetencia alemana”.

¿Cómo pudo salvarse?

Tras la matanza, el Mossad se dedicó a eliminar a todos los terroristas supervivientes, incluso a Daud, que en 1977 fue detenido brevemente en París y posteriormente enviado a Argelia, tal vez con la complicidad del Ejecutivo alemán. Después, su vida quedó envuelta en tinieblas. Aparentemente, se dedicó a emprender acciones diplomáticas en nombre de la OLP, la mayor parte del tiempo desde Bagdad. Sin embargo, también dirigió una unidad palestina que combatió en Beirut contra los izquierdistas musulmanes durante la guerra civil libanesa. Tal vez porque abandonó las acciones terroristas o tal vez porque siguió trabajando para los jordanos, la inteligencia israelí dejó de considerarlo objetivo prioritario. “No matamos a los espías de países amigos”, explicó un agente hebreo no identificado a la revista Time. Sea como fuere, la última voluntad que Daud desgranó en una reciente entrevista con Reuters no deja lugar a equívocos: “Ahora ya no puedo seguir luchando (contra Israel), pero mis nietos lo harán, y sus nietos también”.

Era difícil de matar. Consiguió evadir durante dos décadas la Cólera de Dios, la batida global del Mossad israelí para asesinar a los palestinos implicados en la masacre de Múnich. Sobrevivió también cuando, en 1981, un pistolero le disparó trece veces en el café de un hotel de Varsovia, hiriéndole en el estómago, el pecho y la mandíbula, y él le persiguió hasta la entrada antes de desplomarse. A Abu Daud, el arquitecto del ataque contra la delegación israelí en los Juegos de 1972, la muerte le alcanzó el pasado sábado en un hospital de Damasco en forma de insuficiencia renal. Tenía 73 años. Nunca fue condenado por el secuestro que degeneró en una matanza.

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