Es noticia
Terremotos, una amenaza permanente para un continente poco preparado para afrontarlos
  1. Mundo
LIBERA EL 15,20% DE TODA LA ENERGÍA SÍSMICA DEL MUNDO

Terremotos, una amenaza permanente para un continente poco preparado para afrontarlos

Haití calcula unos 300.000 muertos. Chile supera ya los 700. En menos de dos meses estos países han registrado dos de los más importantes terremotos de

Foto: Terremotos, una amenaza permanente para un continente poco preparado para afrontarlos
Terremotos, una amenaza permanente para un continente poco preparado para afrontarlos

Haití calcula unos 300.000 muertos. Chile supera ya los 700. En menos de dos meses estos países han registrado dos de los más importantes terremotos de la historia. El de Haití, que devastó el 12 de enero su capital, Puerto Príncipe, fue el más potente (con una magnitud de 7 grados en la escala de Richter) registrado en la zona caribeña en la historia más reciente. Y el que azotó Chile el sábado, de magnitud 8,8, es uno de los mayores sufridos en el planeta en la última centuria. Los chilenos ostentan además el triste récord de haber sufrido el seísmo más potente del mundo (9,5 grados) que asoló Valdivia, a 840 kilómetros al Sur de Santiago de Chile, en 1960. Cuando algo así sucede, el resto de Latinoamérica tiembla, pero de temor.

 

La historia y la geología le dan la razón. El litoral occidental de América Central y del Sur es una de las regiones sísmicas de mayor actividad, según los expertos, que han constatado que la mayor concentración de movimientos telúricos del mundo se da en la Costa del Pacífico desde México al Sur de Chile. Tampoco el litoral estadounidense está exento de peligro, y prueba de ello es el terremoto que destruyó San Francisco en 1906, tras el que se impulsó la investigación de las causas de estos desastres y la creación de redes sismográficas.

Hasta ahora, los trabajos son más de análisis de lo ocurrido que preventivos. La ciencia no ha avanzado hasta el punto de poder determinar cuándo se moverá la tierra, como hace con huracanes o tormentas. Desde el Instituto Sismológico Nacional de México, Arturo Iglesias asegura a El Confidencial que la actual generación al frente de las investigaciones no conocerá avances al respecto. “Nuestra materia de estudio está bajo nuestros pies, y es muy difícil introducir instrumental. La atmósfera es diferente”, explica.

Su país también tiene desagradables experiencias al respecto. La más grave fue el terremoto de 1985, de 8,1 grados de magnitud, que causó más de 30.000 muertes y la destrucción de centenares de edificios e infraestructuras en el Distrito Federal. A raíz de eso, los códigos de construcción cambiaron en la capital y la Ciudad de México está “bien preparada” para minimizar los estragos. Según Iglesias, Chile también ha desarrollado por su larga historia de sismicidad una “importante ingeniería de edificios resistentes a los terremotos”, la mejor de Latinoamérica, que ha hecho que los daños personales no sean tan grandes como en Haití. También ha influido a favor del país sudamericano la distancia del epicentro con respecto a los núcleos poblacionales: a 115 kilómetros de Concepción, la segunda ciudad de Chile y la más afectada, y junto a Puerto Príncipe.

Negros pronósticos

Por eso el Centro Regional de Sismología para América del Sur (CERESIS) ha emprendido un proyecto para reducir las víctimas mortales en caso de terremoto, que amenaza especialmente en los próximos 50 años a la región andina, donde se pronostica un promedio anual de 4 ó 5 seísmos de magnitud 6,5, mil veces más potente que la bomba de Hiroshima. La sismicidad es muy alta en esta zona, en la que se libera el 15,20% de toda la energía sísmica del mundo.

Entre la cuarta y la quinta parte de la población de esta región –más de 35 milllones de personas- vive en casas de adobe, frágiles ante un fuerte movimiento terrestre. La materia prima no es costosa y protege a sus habitantes de las temperaturas extremas, pero se convierte en un ataúd durante un seísmo. Junto a la Pontificia Universidad Católica del Perú, el CERESIS ha puesto en marcha una iniciativa de reforzamiento de las viviendas de adobe ante terremotos que retarda el colapso de la casa lo suficiente para que sus habitantes tengan tiempo de abandonarla antes de que se desplome. Malla de acero, arena fina, cemento, alambre y clavos son suficientes, aunque su costo -de entre 500 y 600 dólares- lo hace inalcanzable para muchos de los potencialmente afectados, habitantes de zonas rurales muy deprimidas.

Y ése es uno de los grandes problemas no sólo de la región andina, sino del resto de países ubicados en el “círculo de fuego”, que bordea los estados bañados por el Pacífico y que registra el 80% de los terremotos del planeta. Faltan medios tanto para la construcción de edificios resistentes a los seísmos como para la investigación. “California tiene avances impresionantes en la modulación de las ondas sísmicas en sus infraestructuras; Japón también”, señala Iglesias. Latinoamérica está desprotegida en su mayor parte, especialmente en las inmensas zonas rurales.

Ingenieros y arquitectos han diseñado nuevas estructuras para dar flexibilidad a los edificios de modo que soporten los temblores sin derrumbarse: amortiguadores sísmicos, cojinetes amortiguadores o refuerzos para los que ya resultaron sísmicamente dañados. No obstante, son medidas costosas que pocos países se pueden permitir y, dentro de éstos, sólo las regiones con mejor economía.

Fricción de las placas

Pero los movimientos de las placas tectónicas avanzan sin contemplaciones ante las penurias económicas de estas áreas. En el continente existen seis placas (América –dividida entre América del Norte y del Sur-, Pacífico, Antártica, Nazca, Cocos y Caribe) que, en colisiones y subducciones, producen los seísmos. En líneas generales, mientras el continente Sudamericano avanza hacia el Oeste, el fondo del Océano Pacífico se mueve hacia el Este, empujándose entre sí. Las placas de Nazca y la Sudamericana se mueven unos 10 centímetros por año, lo que produce al menos un gran terremoto cada diez años, según la Oficina Nacional de Emergencia del Ministerio del Interior de Chile (ONEMI). En Centroamérica la sismicidad es producto de los choques entre las placas de Cocos y el Caribe.

Los terremotos tienen además efectos colaterales muy destructivos, como los tsunamis, ondas que se desplazan por el océano a velocidades de hasta 900 kilómetros por hora. El de 1960 de Chile produjo un maremoto con olas de diez metros de altura que llegó hasta Hawai y Filipinas, dejando 93 muertos. Ya se pueden prever estas consecuencias en la mayoría de los casos, por lo que los organismos de protección civil generan alarmas y se evacúa a las comunidades potencialmente afectadas, como ocurrió el pasado sábado.

Además, un movimiento telúrico de más de ocho grados genera reacciones en los volcanes situados a menos de 500 kilómetros del epicentro. Así lo han publicado en el último número de la revista Earth and Planetary Science Letters científicos de la Universidad de Oxford. Iglesias está “totalmente de acuerdo” con esta teoría y recuerda cómo tras un terremoto en 1999 aumentó la actividad del volcán Popocatépetl, en el estado de México.

Las culturas indígenas prehispánicas atribuían los terremotos a enfados de los dioses. Hoy se conoce su origen, pero la predicción de dónde y cuándo se moverá la tierra sigue siendo un reto para la ciencia que podría evitar millones de víctimas en todo el mundo.

Haití calcula unos 300.000 muertos. Chile supera ya los 700. En menos de dos meses estos países han registrado dos de los más importantes terremotos de la historia. El de Haití, que devastó el 12 de enero su capital, Puerto Príncipe, fue el más potente (con una magnitud de 7 grados en la escala de Richter) registrado en la zona caribeña en la historia más reciente. Y el que azotó Chile el sábado, de magnitud 8,8, es uno de los mayores sufridos en el planeta en la última centuria. Los chilenos ostentan además el triste récord de haber sufrido el seísmo más potente del mundo (9,5 grados) que asoló Valdivia, a 840 kilómetros al Sur de Santiago de Chile, en 1960. Cuando algo así sucede, el resto de Latinoamérica tiembla, pero de temor.