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Michelle, la ‘roca’ del nuevo presidente de los Estados Unidos
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UN METRO OCHENTA DE INTELIGENCIA Y SEGURIDAD EN SÍ MISMA

Michelle, la ‘roca’ del nuevo presidente de los Estados Unidos

Con su metro ochenta, Michelle Obama no es una mujer que pase desapercibida. Pero además de su altura, destaca por su inteligencia y su seguridad en

Foto: Michelle, la ‘roca’ del nuevo presidente de los Estados Unidos
Michelle, la ‘roca’ del nuevo presidente de los Estados Unidos

Con su metro ochenta, Michelle Obama no es una mujer que pase desapercibida. Pero además de su altura, destaca por su inteligencia y su seguridad en sí misma, que le ha llevado a organizar sus propios mítines para explicar las ideas y los planes de su marido. En la etapa final tuvo hasta tres intervenciones semanales ella sola, destacando por su elocuencia y su independencia de criterio. Ahora, lograda la victoria, todo hace indicar que Michelle no quiere asumir protagonismos que no le corresponden.

 

No aspira a tener un despacho propio en la Casa Blanca, ni ejercer carteras en la sombra, como hizo Hillary Clinton en un primer momento al pretender reformar el sistema sanitario norteamericano. Ha dicho y repetido que dará su opinión, porque la tiene, cuando se lo pida su marido, pero que se ve a sí misma, por encima de todo, como la “Primera Madre de la Nación”. Curiosa definición en una mujer que no sólo es una jurista como la propia Clinton, sino que es en sí misma un ejemplo de esfuerzo y superación que le llevó desde un barrio pobre de Chicago hasta las aulas primero de la universidad de Princeton y luego de Harvard, donde se doctoró. Inmediatamente después fue contratada por un prestigioso despacho de abogados de Chicago donde tuteló al muchacho de prácticas que luego se convertiría en su esposo.

 

Michelle Obama está dispuesta a aparcar su carrera profesional hasta ahora exitosa para acompañar al presidente electo en esta aventura que está a punto de comenzar. Y no se plantea, al menos por el momento, cambiar este papel de Primera Dama, fundamentalmente decorativo y destinado a las obras de caridad y a la infancia. Tampoco quiere ser la Jacky Kennedy Negra que algunos han querido presentar. Lo suyo no va a ser cambiar la decoración de la Casa Blanca, ni tampoco los arreglos florales. Quiere, eso sí, aprovechar su experiencia como antigua trabajadora social e hija de un cerrajero y una secretaria para ayudar a las familias pobres y a los parientes de los soldados que luchan en Irak, Afganistán y otros lugares del mundo. Eso es lo que dice y suena bastante tradicional y poco en línea con el cambio que proclama el que será el presidente número 44 de los Estados Unidos.

 

Las iras de los conservadores

 

Desde que empezó la campaña, la futura First Lady fue vigilada minuto a minuto por todos los sectores de la sociedad norteamericana, y por los más conservadores en particular, a la búsqueda de errores. La quisieron presentar como una mujer negra resentida, llena de odio a los blancos; como una pantera negra radical y con tendencias terroristas que chocaba puños con su marido sospechoso de islamismo. Cometió un solo fallo: el afirmar  que, al ver la consolidación de la candidatura de Barak Obama, por vez primera se había sentido orgullosa de su país. Admitida la metedura de pata, vino el giro y la nueva imagen de Michelle, que ha hecho una campaña impecable, subrayando los aspectos más humanos del que es ya presidente electo de los Estados Unidos.

 

Gracias a Michelle hemos sabido que Barak tiene mal aliento por las mañanas, que deja los calcetines sucios tirados por el suelo, que nunca se ocupa de hacer las camas y que no es capaz de acordarse de que falta papel higiénico en casa. Como ella ha repetido, “es un hombre maravilloso, pero no deja de ser un hombre”. También se ha preocupado de que sus conciudadanos no crean que Obama tiene una varita mágica para resolver todo. “También se equivocará -decía al USA Today-, cometerá errores y dirá cosas con las que ustedes no estarán de acuerdo”.

 

Ese es el papel que Michelle asume: cantarle las verdades del barquero a su esposo, hacerle tocar la tierra y ser políticamente poco correcta. Precisamente por eso Barak Obama ha definido a su mujer como ‘Mi Roca’.

 

Ganaba más que su marido

 

Esta mujer sabe que es mucho más que pura apariencia. Por supuesto, no se ha gastado los 150.000 dólares de Sarah Palin para mejorar su imagen y su vestuario. Está convencida de que el mensaje que tiene que lanzar llegará de otra manera. Y no es porque no se haya podido permitir comprar ropa cara. Ganaba más que su marido cuando éste estaba labrándose su futuro político. En su puesto de vicepresidenta de la clínica universitaria de Chicago llegó a embolsarse 316.000 dólares anuales, y sólo cuando el senador empezó su carrera hacia la Casa Blanca decidió dejar paulatinamente su trabajo para acompañarle.

 

Pero no se olvidó en ningún momento de sus hijas, a quienes compró un ordenador con cámara y micrófonos incorporados para poder hablar con ellas y verlas desde cualquier punto del país donde se encontrase. En setenta y seis días, todos se mudarán a la Casa Blanca. Entonces los Obama comprobarán si es posible mantener, como antes, una vida de familia normal y si se siente cómoda, realmente, con el título de Primera Madre de los Estados Unidos.

Con su metro ochenta, Michelle Obama no es una mujer que pase desapercibida. Pero además de su altura, destaca por su inteligencia y su seguridad en sí misma, que le ha llevado a organizar sus propios mítines para explicar las ideas y los planes de su marido. En la etapa final tuvo hasta tres intervenciones semanales ella sola, destacando por su elocuencia y su independencia de criterio. Ahora, lograda la victoria, todo hace indicar que Michelle no quiere asumir protagonismos que no le corresponden.