Una imponente ballena envuelta en plásticos y basura emerge estos días del asfalto del patio de Naciones Unidas, en Nueva York, para concienciar sobre la necesidad de proteger los océanos. El gigante cetáceo parece luchar por desprenderse de los desperdicios marinos que lo acosan en un salto por la superficie, justo a las puertas de la sede, donde 193 países de la ONU trabajan estos días en la redacción de un ambicioso tratado que proteja la biodiversidad de los océanos.