Esta joven de la provincia de Sanxi, en China, compró en una tienda de animales un pequeño cachorro de spitz japonés, por casi 200 euros. Un perrito blanco y con el pelo largo al que al ir creciendo le empezó a salir una mullida cola. Además, el cachorro nunca ladraba y se negaba a comer comida de perro. Solo quería frutas y pollo. 

Al cabo de unos meses, la joven china acudió al zoo de su ciudad para pedir el consejo de un experto y le confirmaron que se trataba de un zorro blango. La dueña decidió entonces que el animal se quedase a vivir en el zoo, donde podrían darle una vida más acorde a su raza.