Los problemas para Elon Musk parecen no tener fin. El empresario sigue convencido de poder lanzar la primera misión de su cohete Starship a Marte durante la segunda mitad de 2026, con a bordo el robot humanoide Optimus de Tesla. Sin embargo, los recientes fracasos técnicos del programa generan dudas importantes sobre la seguridad y fiabilidad del proyecto. En marzo, la explosión de un cohete causó caos en el espacio aéreo mexicano, y a finales de mayo otro lanzamiento estalló poco después del despegue. Además, Starship desempeña un papel crucial en la misión de la NASA para regresar a la Luna, aunque aún es difícil prever el impacto que podrían tener las tensiones entre Musk y Trump en la participación de sus empresas en el proyecto.
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Al mismo tiempo que Musk promueve la idea de convertir a la humanidad en una raza interplanetaria, también es responsable de transformar la Tierra en una jaula sin aparente salida. El despliegue masivo de su constelación de satélites Starlink, que actualmente suma más de 7000 módulos en órbita baja se está convirtiendo en un problema para la exploración espacial. La excesiva proximidad a la Tierra de estos satélites ha suscitado críticas de astrónomos por la contaminación lumínica y las interferencias con radiotelescopios terrestres. Más preocupante aún es el creciente riesgo de colisiones espaciales en órbita, que podría provocar una reacción en cadena conocida como el "síndrome de Kessler", comprometiendo gravemente las futuras misiones espaciales.
La basura espacial generada por Starlink está alcanzando niveles críticos: representa ya más del 50% de los acercamientos peligrosos en el espacio y obliga a realizar constantes maniobras preventivas para evitar colisiones entre satélites. Este problema está convirtiéndose en una amenaza real para la seguridad de la Estación Espacial Internacional, que ha tenido que efectuar maniobras de emergencia para evitar fragmentos de basura espacial (en este caso procedente de la destrucción de un satélite ruso). A medida que aumenta la densidad de objetos en órbita, también crecen las dificultades técnicas y económicas para gestionar esta problemática. Aunque diversas empresas y agencias espaciales intentan desarrollar soluciones tecnológicas avanzadas para mitigar el peligro, el elevado coste y la complejidad técnica hacen que este desafío se convierta en una crisis cada vez más urgente.
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