A principios de marzo, un camión lleno de terminales de Starlink apareció en Ucrania. El envío se producía tras la respuesta de Musk al llamamiento por Twitter del ministro de digitalización ucraniano pidiéndole ayuda contra Rusia. Desde entonces, hasta 25.000 terminales de Starlink han llegado a Ucrania y han permitido paliar los cortes de conexión causados tanto por ciberataques como por los bombardeos rusos, facilitando la conexión de las tropas en áreas críticas.

Una jugada que le valió a Elon Musk, y a su proyecto, una multitud de alabanzas como nuevo héroe situado con la causa ucraniana frente a Rusia. Pero las ventajas de Starlink no escapan a la inteligencia rusa y una dependencia excesiva podría ser un arma de doble o, incluso, de triple filo para Ucrania. Musk ya ha avisado de que puede ser fácilmente interceptado y atacado por las fuerzas rusas. De hecho, los problemas experimentados por el ejército de Ucrania durante la contraofensiva en Jarkóv podrían ser el resultado de un sabotaje ruso. Pero además hay una cuestión política aún más delicada.

Aunque Estados Unidos y Europa se hayan ofrecido a sufragar el coste del servicio, cada vez surgen más dudas sobre el real compromiso de Elon Musk con Ucrania, a raíz de sus declaraciones cada vez más cercanas a la propaganda rusa. La escalada verbal del hombre más rico del mundo, que ha llegado a enfrentarse con Zelensky y sus ministros en Twitter, podría no haber ayudado en nada a la estrategia de los países que apoyan Ucrania. Algunos ven en el cambio de posición de Musk como una victoria del Kremlin, aprovechándose de la incontinencia tuitera del empresario para alcanzar uno de sus objetivos: sembrar la duda y dividir al bando occidental.