Cada vez más se oye hablar desdolarización, es decir, del fin de la hegemonía del dólar como referencia para las transacciones internacionales, que podría verse amenazado por un apetito creciente de los países emergentes (y no solo) por el yuan. Para entender este fenómeno hay que pasearse por un mercado o una tienda de barrio de cualquier grande ciudad de China o India. Aquí en lugar de un cartel con el precio, encontraremos muy probablemente un código QR. El pago a través de los monederos digitales de los móviles, que no necesitan ni tarjeta ni cuenta bancaria, es cada vez más popular en Asia. Y de hecho, el Partido Comunista Chino utiliza códigos QR también para cobrar la cuota de suscripción de sus militantes.

En Asia, la penetración de las aplicaciones de pago digitales están transformando el pequeño comercio y permitiendo en acceso a los servicios financieros a amplios sectores de la población, que hasta ahora estaban excluidos de los servicios bancarios tradicionales. En el largo plazo, el siguiente paso de esta transformación digital, es reescribir también las reglas del comercio internacional, que hasta ahora se ha basado en el dólar y en la centralidad del sistema financiero de Estados Unidos. Y es precisamente en este campo que China lleva la delantera.

En los próximos años, Pekín expandirá la circulación el Yuan digital: una moneda completamente electrónica que, según los planes del Banco Central Chino, tiene la potencialidad de convertirse en una alternativa al dólar, abaratando y agilizando las transacciones internacionales y abriendo el camino a un mundo monetario multipolar. El yuan digital se ve impulsado también por otro fenómeno: las sanciones internacionales impuestas a Rusia están llevando muchos países emergentes que siguen comerciando con Moscú, a buscar alternativas al dólar para evitar sanciones indirectas.