La lista de salidas de tono del presidente de los Estados Unidos sigue creciendo. El blanco de su burla, esta vez, Rashida, una congresista musulmana en las filas del partido demócrata, muy crítica de Trump y sus políticas. En una comparecencia, rompe a llorar porque ha tenido que renunciar a un viaje a Israel para reencontrarse con su abuela.
La presión entre Estados Unidos y este país, y los vetos del gobierno de Netanyahu, lo han frustrado. Sin embargo, este llanto desconsolado no ha calado en un Donald Trump que demuestra que la sensibilidad no es su mejor arma. "No compro sus lágrimas. No las compro. Porque la he visto de muy mal humor en los mítines de campaña. ¿Quién es esta? Yo he visto a una mujer violenta y cruel y, de repente, veo que está llorando porque no puede ver a su abuela", ha dicho.
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