En 1899, el gobierno español firmó la venta de centenares de islas de la actual Micronesia en favor del Imperio alemán, por un total de 25 millones de pesetas de la época. Sin embargo, al detallar las islas incluidas en la cesión, cuatro minúsculos atolones quedaron sin registrar.

50 años más tarde, un investigador del CSIC, Emilio Pastor, se percató de ello y alertó a Franco de que, técnicamente, España aún mantenía posesiones en lo que fue el extremo más oriental de su imperio.

Una propuesta que reavivaba los viejos sueños de tener una provincia que hiciera que en España no se pusiera nunca el sol. Una propuesta que quedó en nada, pero que nos ha llegado casi intacta hasta hace tan poco como 2014, cuando el gobierno de Mariano Rajoy tuvo que contestar sobre esas supuestas posesiones españolas en sede parlamentaria.