Tiene sentido caricaturizar al presidente Arias Navarro, no para certificar la muerte del caudillo, sino para exponer el testimonio de la resurrección. Franco ha vuelto porque nunca ha terminado de marcharse. Y porque la izquierda española está obsesionada con los rituales necrófilos, tanto como la derechona parece incapaz de distanciarse de la momia del generalísimo.

Sánchez ha exhumado al caudillo y ha impulsado la ley de memoria histórica. Iniciativas apreciables en algunas cuestiones, discutibles en otras, pero por lo que se ve necesarias precisamente porque el PP especula a su antojo con el revisionismo. No lo hizo, desde luego, Aznar cuando se trató de exhumar a Azaña, ni tampoco Rajoy en su pragmatismo y en su asepsia ideológica, pero la irrupción de Vox, bastante obscena, blandiendo la espada y la cruz de una España grande y libre, parece haber puesto nerviosos a los cachorros de Génova, haciéndoles incurrir en despropósitos parlamentarios.