El primer mandamiento de San Cemento, patrón oficioso de los arquitectos, es beber todo lo que se pueda. Su gran pecado: no recoger lo que se ensucia. Los fieles estudiantes empiezan con buenas intenciones, dispuestos a dejarlo todo limpio. Sin embargo se va perdiendo la fe a medida que se acaba la bebida. Por minutos se llenan las papeleras, el suelo, los jardines… Algunos cumplen con el civismo pero muchos les divierte posar junto a las bolsas de desechos, bailar entre desperdicios o pisotear los restos. Ya de noche el sonido en el campus de la Complutense de Madrid, era el de las pisadas sobre cristales rotos y toneladas de despojos. No hay penitencia para tanta basura que al final recogen otros.