Parece un interminable proceso. La Cumbre del Clima celebra estos días en la ciudad alemana de Bonn su 23 edición. Y todo sin que parezca haber una solución cercana a los múltiples retos que se presentan ante sí. Según la ONU y su Programa de Evaluación del Medio Ambiente (PNUMA) todavía se arroja un aporte suplementario de 50 gigatoneladas de CO2 y otros gases de efecto invernadero a la atmósfera cada año, una cifra que difícilmente pueda ser absorbida por la atmósfera sin producir daños.
Aunque la cumbre tenía que haberse celebrado en Fiyi, la organización por motivos logísticos decidió trasladarla a Bonn, una ciudad germana que se ha encontrado con múltiples bestias y creaciones de materiales reciclados en sus calles para tratar de concienciar sobre la necesidad de implicar a todos los sectores de la sociedad en la lucha contra el cambio climático.
Una enorme estructura llamada 'Watercreature' se puede ver flotando por el centro del río. Está hecha de botellas encontradas en esas mismas aguas. Igual que un enorme tiburón que cuelga suspendido sobre uno de los principales parques de la ciudad. Parques donde los víandantes pueden encontrarse con esculturas que llaman poderosamente la atención como la de un oso polar atravesado por un arpón. El problema de la deforestación de zonas como el Ártico o el Amazonas también se ha querido visibilizar, en este caso, construyendo un enorme árbol con maderos reciclado.
Todo ello a unos pocos metros de la enorme bola del mundo que acoge la Cumbre del Clima. Una lona enorme que durante unos días albergará el debate para intentar cerrar más medidas para lograr el gran objetivo del siglo: reducir un 80% las emisiones de estos gases para evitar que en 2050 la temperatura suba dos grados de media en todo el planeta.