El Antonov An-26 es uno de esos aviones soviéticos que a pesar de su edad y de cómo ha evolucionado la tecnología desde que se creó, sigue viéndose en los hangares de multitud de ejércitos como una de sus más recurrentes herramientas. Los accidentes han sido parte esencial de su historia desde los años 80, pero eso no ha terminado de convencer a los militares para retirarlo.
Este martes tenía lugar el último accidente mortal de uno de estos aparatos. 32 militares rusos morían junto al resto de la tripulación (la cifra ya asciende hasta los 39 fallecidos) cuando un fallo técnico, según las instituciones rusas, hacía que su avión se estrellara cuando estaba a punto de llegar a la base que el país tiene en Siria y desde la cual llevan a cabo su apoyo a las fuerzas gubernamentales.
Es el último, es cierto, pero la historia de este Antonov está plagada de situaciones similares. Desde que iniciase su producción, en 1969, este modelo acumula alrededor de 30 accidentes con algunos tan recientes como el de este mes en Siria o el que tuvo lugar el 30 de mayo de 2017 en Saratov (Rusia).
El gigante soviético se dejó de fabricar en 1986, pero, más de 30 años después, países como República Checa, Egipto o la propia Rusia siguen contando con sus servicios. Una vieja gloria que a pesar de su dureza y versatilidad se ha convertido en todo un peligro sobrevolando los cielos.