Pasaron de ser una tira cómica a ocupar un lugar en la cultura popular. Los grandes inventos del TBO, con el profesor Franz de Copenhague a la cabeza, fueron un hito mediático en España durante décadas. Cautivaron la imaginación de toda una generación de niños y adolescentes españoles, desperando por el camino más de una vocación inventora.
"En una España aislada y autárquica, Los inventos del TBO eran una expresión de todos esos españoles que tenían que buscar soluciones ingeniosas a problemas cotidianos", explica Jordi Garriga, autor de 'Los últimos inventos de Ramón Sabatés'. Sabatés, uno de los dibujantes españoles más populares de los años 60, 70 y 80, fue uno de los distintos autores que inventaron para el TBO.
Perito industrial de formación, Sabatés fue el auténtico alter ego del profesor Franz de Copenhague, que se convirtió en una encarnación de esas ganas de inventar. Inventos los suyos disparatados, exagerados, extravagantes o desproporcionados. "Sabatés llegó a asegurar que todos sus 'inventos del TBO' podrían funcionar. No sé si sería para tanto, pero desde luego la base mecánica estaba ahí plasmada", bromea Garriga.
De hecho, Sabatés llegó a fabricar algunos de estos inventos: una máquina cortadora de puros (que probó un ministro franquista), una máquina para recoger la ropa sin agacharse y una caja expendedora de postales.
Los inventos del TBO no se quedaron solo en las páginas de los tebeos, sino que el concepto pasó a formar parte de la cultura popular. La expresión se sigue utilizando hoy, cuando muchos ya no recordamos aquellas publicaciones, para hablar de ingenios estrafalarios y complejos con funciones banales.