24 horas en la zona de exclusión de Fukushima

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Un médico realiza un examen de tiroides a María Sakamoto de 4 años de edad. La oficina 'Iwaki Radiation Citizen Center NPO' en la ciudad de Iwaki, ofrece el examen gratuito de tiroides para los niños de la zona de Fukushima. La Organización Mundial de la Salud (OMS) dice que los niños de Fukushima pueden tener un mayor riesgo de desarrollar cáncer de tiroides después de la catástrofe nuclear de Daiichi (Reuters / Damir Sagolj).
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Ejemplares del periódico 'Fukushima Minpo' con el titular "El tsunami más grande del país", con fecha de un día después del devastador terremoto de 2011, apilados dentro de una oficina en la ciudad evacuada de Namie (Reuters / Damir Sagolj).
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Mensajes de apoyo en una pizarra en una clase de ciencias de la escuela primaria.
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Keigo Sakamoto, de 58 años, sostiene a Atom, uno de sus 21 perros. Keigo se negó a salir de la zona de exclusión, así que cuida alrededor de 500 animales de sus vecinos que decidieron irse.
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Un gato muerto yace entre los escombros de una casa dañada en el pueblo evacuado de Futaba (Reuters / Damir Sagolj).
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Un piano en desuso dentro de una casa abandonada en Namie (Reuters / Damir Sagolj).
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Una mesa de un restaurante que fue evacuado en la ciudad de Namie tras la fuga radiactiva de la planta de Fukushima.
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Panel de control de un sistema de megafonía, en el interior dañado escuela primaria en Namie (Reuters / Damir Sagolj).
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Las farolas iluminan las calles de la desolada ciudad de Namie, en la prefectura de Fukushima (Reuters / Damir Sagolj).
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Bolsas de plástico se acumulan en una pista de tenis.
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Vista desde el interior de una casa abandonada en la zona de Fukushima.
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Mieko Okubo, de 59 años, posa con un retrato de su padre, un agricultor de 102 años que se ahorcó en la casa en que vivió toda su vida después de que las autoridades ordenaran la evacuación de la zona.
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Los bomberos de Kyoto presentan sus respetos a las víctimas en su visita a la zona costera de la ciudad evacuada de Namie (Reuters / Damir Sagolj).
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Un monje budista lleva un contador Geiger para asistir a una ceremonia fúnebre en la ciudad evacuada de Minamitsushima dentro de la zona de exclusión (Reuters / Damir Sagolj).
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Una máquina expendedora fue llevada por el tsunami hasta un campo de arroz dentro de la zona de exclusión alrededor de Minamisoma, en la prefectura de Fukushima (Reuters / Damir Sagolj).
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Flores silvestres y otras plantas crecen sobre una línea de tren cerca de la central de Fukushima.
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Un trabajador de la Tokyo Electric Power Co. (TEPCO), la empresa que gestiona la central nuclear de tsunami, corta una densa vegetación que crece en forma silvestre en la ciudad abandonada de Namie (Reuters / Damir Sagolj).
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La naturaleza invade las calles de la ciudad evacuado de Futaba, en la prefectura de Fukushima. Hace décadas, los ciudadanos de la ciudad de Futaba construyeron un cartel sobre un paseo marítimo que proclamaba que la energía atómica hizo su ciudad próspera. Ahora, ellos están dispersos por todo Japón y no hay indicios claros de cuándo podrán regresar a sus hogares. (Reuters / Damir Sagolj).
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Dentro de una escuela primaria dañada cerca de la costa de la ciudad de Namie (Reuters / Damir Sagolj).
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El nivel de radiación se muestra cerca del centro cívico abandonado de la ciudad de Namie (Reuters / Damir Sagolj).
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Un pequeño monumento a las víctimas delante de una casa abandonada cerca de la costa de de Namie (Reuters / Damir Sagolj).
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Una estatua dañada de Buda en la zona de exclusión alrededor de Minamisoma, en la prefectura de Fukushima (Reuters / Damir Sagolj)
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Desde el interior de una casa abandonada se puede observar un barco de pesca en Namie, a sólo 6 kilómetros de la central de Daiichi.
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Coches destrozados y otros desechos en la zona costera de Namie (Reuters / Damir Sagolj).
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Las olas rompen en las barreras cerca de la ciudad de Iwaki, al sur de la central nuclear de Fukushima. Casi todas las playas en las prefecturas de Fukushima permanecen cerradas desde el tsunami del 11 de marzo 2011. En julio de este año, Tokyo Electric Power (Tepco), la empresa que gestiona la planta de Daiichi admitió que cientos de toneladas de agua subterránea que se ha mezclado con el material radiactivo y fluye hacia el mar todos los días. (Reuters / Damir Sagolj).
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Un coche destrozado y otros desechos en la zona costera de Namie (Reuters / Damir Sagolj).
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Un oficial de seguridad en la zona de exclusión alrededor de la planta de energía nuclear de Fukushima en Tomioka.
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Las bicicletas abandonadas cerca de la estación de tren de la ciudad evacuada de Futaba.
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Zapatos tradicionales en un centro cívico abandonado cerca de Fukushima.

Más de dos años y medio después del tsunami que golpeó el noreste de Japón, destruyendo la planta nuclear de Fukushima y cobrándose la vida de 16.000 personas, el Ministerio de Economía, Comercio e Industria de Japón reveló que diariamente se vierten al subsuelo 1.000 toneladas de agua desde la central nuclear, de las cuales unas 300 contienen sustancias altamente radiactivas que llegan al océano Pacífico.

En este contexto, el primer ministro, Shinzo Abe, ha anunciado que este mes pondrá en marcha un plan valorado en 21.000 millones de yenes (160 millones de euros) que recupera la vieja idea de congelar el suelo alrededor de los cuatro reactores dañados de Fukushima-1.

El gobierno evacuó a alrededor de 160.000 personas que viven cerca de la planta y se estableció una zona de exclusión obligatoria de 20 km, que sigue vigente hoy en día. Tokyo Electric Power Company todavía está luchando para contener el agua contaminada en la planta destruida. Los antiguos residentes se les permite regresar hasta una vez al mes, pero que están prohibidos pasar la noche. El fotógrafo de Reuters Damir Sagolj recientemente visitó la zona.

 

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