Como cada temporada, llega el lío de siempre: la sede de la final de la Copa del Rey. Con fecha fija desde el pasado verano, cuando se anunció que el partido por el título se disputaría el 27 de mayo, el gran problema tiene que ver con el lugar en el que se jugará. Tras cerrarse las semifinales, aún no hay estadio fijado.
Las opciones son claras: el Barcelona pedirá el Santiago Bernabéu, por ser el estadio con más aforo disponible sin contar con el suyo -y, por qué no, por molestar al eterno rival-; el Alavés pedirá San Mamés, pero un concierto puede impedirlo; y, por su parte, el Atlético de Madrid ofrece el Vicente Calderón.
Todo apunta a que el feudo rojiblanco parte con todas las papeletas para organizar la final, pues se trata de un estadio con buena capacidad (55.000 espectadores), equidistante de ambos clubes y, además, sería un bonito homenaje de despedida para un estadio que dejará de existir en los próximos meses.
Pero el problema podría atajarse de antemano. ¿Cómo? O bien, poniendo sede el mismo día que se pone fecha o, por el contrario, hacer como otros países: contar con una sede fija. De cualquiera de las dos manera, se evitaría la polémica que cada año tiene lugar por estas fechas.
La FA Cup se juega en Wembley, la DFP Pokal en el Olímpico de Berlín, la Copa de Italia en el Olímpico de Roma y la Copa de Francia en el Stade de France, entre algunos ejemplos. La pregunta es simple: ¿por qué no ocurre lo mismo en España?