La obsesión de Stanley Kubrick

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Autorretrato de Stanley Kubrick para 'Look Magazine' en 1949
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Autorretrato de Stanley Kubrick para 'Look Magazine' en 1949

'Miedo y deseo' (1953)
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'Miedo y deseo' (1953)

'El beso del asesino' (1955)
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'El beso del asesino' (1955)

'Senderos de gloria' (1957)
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'Senderos de gloria' (1957)

'Espartaco' (1960)
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'Espartaco' (1960)

'Lolita' (1962)
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'Lolita' (1962)

'¿Teléfono rojo?, volamos hacia Moscú (1964)
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'¿Teléfono rojo?, volamos hacia Moscú (1964)

'2001, una odisea del espacio' (1968)
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'2001, una odisea del espacio' (1968)

'La naranja mecánica' (1971)
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'La naranja mecánica' (1971)

'Barry Lyndon' (1975)
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'Barry Lyndon' (1975)

'La chaqueta metálica' (1987)
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'La chaqueta metálica' (1987)

'El resplandor' (1980)
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'El resplandor' (1980)

'Eyes Wide Shut' (1999)
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'Eyes Wide Shut' (1999)

La perspectiva. El centro. La perfección. El control. Un control absoluto y una tenacidad que emanan desde sus primeros trabajos como fotógrafo hasta 'Eyes Wide Shut' (1999), la última de sus películas. Stanley Kubrick fue un obseso de la composición, de los grandes angulares, los 'travellings' y los espacios geométricos. de la luz natural. De los personajes desquiciados. De una puntillosidad brutal e incansable. No hay ni demasiadas tomas ni actores lo suficientemente dóciles. 

La Filmoteca Española recuerda este mes de junio al cineasta neoyorquino con un ciclo completo dedicado a su filmografía, una rara oportunidad de revisar su obra proyectada en el Cine Doré, en 35 mm en su mayoría. Un repaso a una trayectoria en el largometraje que comenzó en 1953 con 'Miedo y deseo' -una película que no satisfizo sus expectativas y de la que siempre renegó- hasta su polémico drama orgiástico protagonizado por la pareja Kidman-Cruise.

En 1947 Stanley Kubrick no tenía ni 20 años, pero ya marcaba carácter. Era fotógrafo aficionado y tenía un cuarto de revelado en su casa en el que pasaba horas y horas. Sin que nadie se lo pidiese, mandó una de sus fotografías a la prestigiosa revista 'Look Magazine', y la vendió. Y no sólo la vendió, sino que empezó a formar parte de la plantilla de la publicación y pudo colar la cabeza en el mundillo del 'star system' hollywoodiense.

Y, precisamente, serían los actores las principales víctimas de su genio -en todos los sentidos de la palabra-, con infinitas repeticiones de tomas y extenuantes jornadas de trabajo que llegaron a minar la salud mental de alguno de los protagonistas de sus filmes, que raras veces cumplían los plazos de rodaje y, por descontado, los presupuestos. 

Sin embargo es innegable la maestría de su trabajo, con una firma autoral inequívoca e inconfundible, y que además también supo llegar al gran público. Las películas de Kubrick se han quedado impresas en el imaginario colectivo de la cultura pop, desde la crucifixión de Kirk Douglas en 'Espartaco' hasta la cruel perorata del Sargento Hartman a sus soldados o la famosa escena carrera por el laberinto nevado de 'El resplandor'.

Y el Cine Doré brinda la oportunidad de redescubrir una filmografía de una construcción cuasi arquitectónica que revela las distintas -y muchas veces contradictorias- facetas del ser humano desde un punto de vista existencialista. Y desde cualquier género, con la misma maestría. Una cita ineludible.

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