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Cómo pudo Rolls-Royce haber sido una marca de eléctricos a principios del siglo XX
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Su primer eléctrico, antes de 2030

Cómo pudo Rolls-Royce haber sido una marca de eléctricos a principios del siglo XX

La firma de lujo británica, de la mano de sus fundadores Henry Royce y Charles Rolls, investigó a fondo la viabilidad de los motores eléctricos para propulsar sus automóviles

Foto: A principios del siglo XX, Rolls-Royce se debatía entre motores térmicos o eléctricos.
A principios del siglo XX, Rolls-Royce se debatía entre motores térmicos o eléctricos.

Aunque el mundo del automóvil lleva ligado a los motores de combustión interna desde sus incios, no fue la única tecnología que se empleó para propulsarlos desde el principio, pues a finales del XIX y principios del siglo XX, los fabricantes tenían tres opciones sobre las que investigaban: motores de combustión interna, vapor o electricidad. El vapor, aunque sí tuvo buena acogida en muchos otros medios de transporte, pronto quedó descartado en la automoción, lo que dejó solos en la carrera al motor de combustión interna y a la electricidad. Este último acabó perdiendo la batalla por dos razones principales: la limitada autonomía que ofrecían y la ausencia de infraestructuras de recarga, dos inconvenientes que nos siguen resultando familiares más de 100 años después.

placeholder A principios del siglo XX, la electricidad, el vapor y la combustión interna luchaban por ser la solución común y más eficiente para propulsar los automóviles.
A principios del siglo XX, la electricidad, el vapor y la combustión interna luchaban por ser la solución común y más eficiente para propulsar los automóviles.

Sin embargo, el silencio, el empuje instantáneo, la tremenda potencia y la ausencia de gases, eran virtudes que hacían indicar que la electricidad era el camino correcto. Tanto es así que se decía que si Sir Henry Royce (uno de los fundadores de Rolls-Royce) hubiera tenido que elegir una de las tecnologías para sus coches, habría elegido la electricidad. De haberse corregido los problemas que acarreaba, claro… El otro fundador de la compañía británica, Charles Rolls, era otro entusiasta de la electricidad, pues con tan solo nueve años ya se las apañó para hacer un timbre eléctrico que conectaba su habitación con los establos de la casa familiar de The Hendre, en Monmouthshire. Más adelante unirían fuerzas y apellidos para dar nombre a la compañía de coches de lujo más famosa y prestigiosa de la historia.

placeholder Henry Royce, a la izquierda, y Charles Rolls, a la derecha, fundadores de Rolls-Royce.
Henry Royce, a la izquierda, y Charles Rolls, a la derecha, fundadores de Rolls-Royce.

Pues bien, con este pequeño resumen de cómo hace más de un siglo estos dos visionarios (como muchos otros, todo hay que decirlo) ya pensaban en la electricidad como medio para propulsar sus vehículos, toca entrar en la actualidad para analizar cómo ha sido relación de la marca con los coches eléctricos desde entonces.

El primer Rolls-Royce eléctrico, antes de 2030

Para empezar, Rolls-Royce ya ha confirmado que el primer modelo cien por cien eléctrico de la compañía británica "llegará entre 2020 y 2030", una horquilla muy amplia pero que, según Rolls-Royce, se debe a que ''el coche estará listo cuando verdaderamente sea el momento''. Sin precipitarse. Pero aunque este supondrá el primero de sus modelos de producción, no será el primer eléctrico que fabriquen o con el que investiguen, puesto que llevan más de una década desarrollando y probando dicha tecnología.

En 2011 se lanzó el Phantom Experimental Electric (EE), conocido en código como 102EX. Se trataba de un modelo completamente operativo y que contaba con una batería legal para su uso en la calle, convirtiéndose en la versión eléctrica de su vehículo más lujoso. El Phantom EE nunca llegó a ser un vehículo de producción, pero sirvió como ejemplo para clientes, VIPs, prensa y entusiastas de la marca, de lo que podría suponer un Rolls-Royce con un motor eléctrico.

placeholder El Phantom EE (102EX), que se presentó en 2011, era un prototipo operativo y legal del modelo más prestigioso de la compañía.
El Phantom EE (102EX), que se presentó en 2011, era un prototipo operativo y legal del modelo más prestigioso de la compañía.

Bajo su capó, en lugar del famoso V12 de gasolina de 6,75 litros que montan normalmente, este contaba con una batería de iones de litio y dos motores eléctricos, ambos colocados en el eje posterior. El resultado eran 290 kW (388 CV) de potencia y 800 Nm de par máximo, cifras que no estaban mal, pero que no superaban lo que obtenían de su V12. Además, el hecho de la escasa autonomía, los largos ciclos de recarga o la vida útil de la batería, que estimaban en 3 años, eran obstáculos que Rolls-Royce no podía obviar.

placeholder En 2016, la firma británica mostró al mundo una visión a largo plazo de cómo entendían la movilidad eléctrica de lujo en el futuro, a través del Vision Next 100 (103EX).
En 2016, la firma británica mostró al mundo una visión a largo plazo de cómo entendían la movilidad eléctrica de lujo en el futuro, a través del Vision Next 100 (103EX).

Pero en 2016 el fabricante británico volvió a la carga con los eléctricos, esta vez con un prototipo de lo más radical y que definía la visión que tenía la compañía de la movilidad eléctrica de lujo en el futuro. Bajo el nombre de Rolls-Royce Vision Next 100 (103EX como nombre en clave), el modelo se presentaba con un diseño futurista, un interior al gusto del cliente y con los mejores materiales, un tamaño de 5,9 metros de largo por 1,6 de alto y, sobre todo, una propulsión puramente eléctrica. El coche estuvo tres años de gira tras su debut en Londres, volviendo a la ‘casa’ de Rolls-Royce en Goodwood en 2019.

Aunque el mundo del automóvil lleva ligado a los motores de combustión interna desde sus incios, no fue la única tecnología que se empleó para propulsarlos desde el principio, pues a finales del XIX y principios del siglo XX, los fabricantes tenían tres opciones sobre las que investigaban: motores de combustión interna, vapor o electricidad. El vapor, aunque sí tuvo buena acogida en muchos otros medios de transporte, pronto quedó descartado en la automoción, lo que dejó solos en la carrera al motor de combustión interna y a la electricidad. Este último acabó perdiendo la batalla por dos razones principales: la limitada autonomía que ofrecían y la ausencia de infraestructuras de recarga, dos inconvenientes que nos siguen resultando familiares más de 100 años después.

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