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Nieve y hielo en un Mazda CX5: lo probamos por las frías carreteras de Laponia
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DE LULEå A ROVANIEMI

Nieve y hielo en un Mazda CX5: lo probamos por las frías carreteras de Laponia

La pericia del conductor no siempre es suficiente para mantener el control en carretera en condiciones adversas. La tecnología es, cada vez, un factor imprescindible

La nieve, y especialmente el hielo, son dos de esos invitados a los que uno espera no encontrarse en la carretera de manera fortuita a menos que tenga pensado realizar una ruta por algún lugar especialmente frío. Llegado a ese punto, y como conductor urbanita que apenas ha rodado sobre superficies heladas, la sola idea de hacer una ruta de 300 kilómetros por Laponia durante los últimos coletazos del invierno es atractiva pero produce un cierto resquemor: ¿será sencillo conducir a varios grados bajo cero y con una cuasi permanente capa de hielo y nieve en la carretera?

La respuesta es afirmativa. Tanto que uno está a punto de cometer un desliz sobre el asfalto casi al finalizar la ruta programada por exceso de confianza en las posibilidades del vehículo. Tracción a las cuatro ruedas, un paquete de medidas de seguridad a la última y, sobre todo, unas juego de neumáticos de invierno con clavos son los responsables de convertir lo que podría haber sido un paseo con una risa nerviosa durante horas en un plácido trayecto.

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Fotografía: Carmen Castellón.


Todo comienza en Luleä, una pequeña ciudad portuaria a orillas del mar Báltico, desde la que partimos a bordo de un Mazda CX5 de 2019. Este es uno de los últimos vehículos en contar con un propulsor Skyactiv-D (la llegada de los Skyactiv-X está prevista para finales de este año) y tiene un motor diésel de 2,2 litros con tracción a las cuatro ruedas y transmisión automática.

Pisar el freno, sentir el motor en marcha, bajar la palanca del cambio hasta la D que pone en marcha el CX5... Hasta el momento, nada se diferencia de una experiencia de conducción como las que podríamos tener en Madrid, Barcelona o cualquier otro rincón de España. Pero al alzar la mirada es cuando nos topamos con nuestro perenne compañero de viaje: la nieve y el hielo. Y si las previsiones del tiempo no fallan, que no fallarán, vamos a tener compañero de viaje durante todo el trayecto.

Las ayudas a la conducción del nuevo CX5 ponen su granito de arena para que nuestro viaje sea seguro, velando porque el coche no se salga del carril

Aunque tardan algo en disiparse, las dudas van desapareciendo a medida que acumulamos kilómetros. Las ayudas a la conducción del CX5 ponen su granito de arena, velando porque el coche no se salga del carril. Esta función puede activarse o desactivarse; en caso de que apostemos por ella, solo nos dejará cambiar de carril cuando lo indiquemos con el intermitente. Pero son las ruedas de invierno con clavos las que hacen el trabajo y las que se encargan de convertir el trayecto en un viaje de placer.

A simple vista, y con cierta distancia, nada parece diferenciar las gomas de las que podría montar cualquiera de nuestros vehículos. Pero si se afina un poco la vista se pueden disitnguir unos puntos brillantes de un color metálico sobre la superficie. Es al acercarse cuando se descubre el truco: los clavos que dotan al vehículo del agarre necesario para conducir en estas condiciones. No suele ser habituales ver este tipo de ruedas en las carreteras ya que están restringidos a condiciones climáticas muy concretas y en determinadas épocas del año. El círculo polar, en los últimos días de invierno, es un escenario ideal para ponerlas a prueba.

placeholder Foto: Carmen Castellón.
Foto: Carmen Castellón.

Curvas, adelantamientos, carreteras transitadas por los límites marcados por la señalización... Da igual que pongamos el coche a prueba, el CX5 se muestra impecable durante toda la prueba siempre que no se someta el coche a volantazos, movimientos bruscos o frenadas súbitas. No será hasta la segunda jornada de pruebas cuando suframos un leve percance al perder el control en una curva aunque sin mayores consecuencias gracias a lo inhóspito de un paisaje que invita a perderse y a exprimir el vehículo a sabiendas de que estamos mano a mano con la naturaleza.

Es precisamente la naturaleza la que pone a prueba el CX5 en mitad de la ruta. Pasada la frontera, adentrados en la Laponia finlandesa, nos topamos con uno de los mayores enemigos del conductor: la vida salvaje. En los 'briefings' previos a la prueba de conducción, los monitores hicieron especial hincapié en la elevada posbilidad de toparnos con algún animal que se cruzara en nuestro camino. Y como si estuviera preparado de antemano, un par de renos se cruzaron en nuestro camino a escasos kilómetros de nuestro destino. La única reacción del coche al pisar el pedal de freno a fondo, además de una mayor distancia de frenado, fue notar el ABS trabajando para evitar bloquear las ruedas y, de paso, salvar el pellejo de los renos que siguieron su ruta como si no hubieran burlado a la muerte unos segundos atrás.

Un vehículo más que equipado

El CX5 es uno de esos vehículos que va sobrado de prestaciones, ya sea en los propulsores o en el equipamiento interior. Podríamos destacar los asientos, de los que se puede escoger si queremos calentarlos o enfriarlos en función de la época del año así como el volante, que se puede calefactar en condiciones de frío extremo, una función especialmente útil para nuestra prueba, así como un equipo de sonido extrañamente por encima de lo que suele ser habitual en un coche.

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Foto: Carmen Castellón.

El control de la pantalla táctil se realiza desde la rueda situada en la consola central, como es habitual en el resto de modelos del fabricante. Sorprendente de manera positiva es el rápido funcionamiento de CarPlay, la solución de Apple para incorporar iOS a los coches. Con un par de pasos, el teléfono del coche ya estaba sincronizado con el teléfono y nuestras listas de Spotify sonando por bosques a orillas del Báltico.

Otro punto a destacar, y que comienza a aparecer en una mayor variedad de vehículos, es la presencia de un HUD (Heads Up Display) en el parabrisas para que el conductor cuente en todo momento con la información básica para la conducción: velocidad, distancia hasta el siguiente cambio de dirección, el sentido que tendrá que tomar al hacer ese cambio, si tiene activado o no el control de velocidad de crucero... Un aspecto interesante es que mientras esta información está presente en todo momento para el conductor, y le ahorra de bajar la vista hacia el salpicadero y desatender momentáneamente la carretera, y que es invisible para el copiloto.

Tras casi 300 kilómetros de ruta y algo más de cuatro horas de camino (¿quién no se para a fotografiar y contemplar los bellos parajes de alrededor?) la sensación al finalizar nuestra prueba de conducción es que, con un vehículo bien equipado, conducir bajo circunstancias desfavorables es mucho más sencillo de lo que nos podría parecer en un primer momento. Algo difícil de comprobar en España habida cuenta de la escasez de rincones que cuentan con un clima por el estilo.

La nieve, y especialmente el hielo, son dos de esos invitados a los que uno espera no encontrarse en la carretera de manera fortuita a menos que tenga pensado realizar una ruta por algún lugar especialmente frío. Llegado a ese punto, y como conductor urbanita que apenas ha rodado sobre superficies heladas, la sola idea de hacer una ruta de 300 kilómetros por Laponia durante los últimos coletazos del invierno es atractiva pero produce un cierto resquemor: ¿será sencillo conducir a varios grados bajo cero y con una cuasi permanente capa de hielo y nieve en la carretera?

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