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El día en que un tapado japonés ganó Le Mans sorprendiendo a la vieja Europa
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EL 787b TENÍA UN MOTOR DE 710 CABALLOS

El día en que un tapado japonés ganó Le Mans sorprendiendo a la vieja Europa

En 1991 el Mazda 787B se convirtió en el primer coche asiático en ganar Le Mans. Hazaña que ninguna otra nipona ha logrado hasta ahora. Este es su legado.

Foto: El automóvil de carreras Mazda 787B.
El automóvil de carreras Mazda 787B.

El pasado fin de semana se disputó una nueva edición de las 24 Horas de Le Mans, sin duda una de las pruebas legendarias en el automovilismo deportivo. En esta carrera se busca la máxima competencia, los coches más deportivos, pero también vehículos eficientes con un consumo ajustado y capaces de aguantar 24 horas de competición a la máxima velocidad y en las condiciones más adversas. No es, por ello, una carrera de las habituales.

Las exigencias técnicas son máximas en esta prueba de resistencia, ya que todos y cada uno de los elementos mecánicos del vehículo (motor, frenos, caja de cambios, ruedas o hasta las luces), deben funcionar sin ningún fallo durante toda la carrera.

En esta competición han dominado siempre las marcas europeas, que han jugado en casa. Marcas legendarias como Bentley, Bugatti, Aston Martin. Alfa Romeo, Ferrari, Jaguar o Porsche han sumado victoria tras victoria a su palmarés, a las que se sumó la norteamericana Ford en 1966 con el GT40.

Pero en el año 1991 se produjo una verdadera revolución en Le Mans con la victoria de un coche muy innovador como el Mazda 787B. Este modelo logró romper todos los moldes creados hasta entonces ya que fue la primera marca asiática en lograr una victoria que hasta la fecha solo había sido para marcas europeas, o norteamericanas en el caso de Ford y sus victorias entre 1966 y 1969.

Aquella edición de 1991 de las 24 Horas de Le Mans también pasó a la historia por un aspecto técnico clave y es que fue la primera ocasión, y la única, en la que un coche muy innovador que incorporaba un motor rotativo de gasolina (algo no utilizado antes), logró la victoria absoluta.

El número 55 que ganó contra todo pronóstico

Eran en torno a las 4 de la tarde del 23 de junio de 1991, cuando se agitó esa histórica bandera a cuadros al paso del ganador. Era el coche número 55, con la carrocería en verde y naranja brillante, y con el rugido inconfundible de su motor de cuatro rotores. Tras 21 horas de carrera y después de una extenuante pugna con los favoritos, los vehículos de Mercedes y Jaguar, el Mazda 787B tomó la delantera por primera vez.

A partir de ese momento el coche defendió su puesto en cabeza con uñas y dientes. Tres horas más tarde y contra todo pronóstico, Johnny Herbert cruzó triunfante la línea de meta al volante de su Mazda ante la mirada de cerca de 250.000 espectadores presentes en el trazado y millones a través de la televisión en todo el mundo.

La victoria de Mazda en Le Mans fue la primera —y hasta la fecha todavía la única— de un fabricante asiático en esta competición anual que, por cierto, es la prueba de resistencia más antigua del mundo que aún se mantiene en activo.

La leyenda de las 24 Horas de Le Mans se basa en que la carrera se disputó por primera vez en el año 1923, y desde entonces ha labrado su leyenda como una competición que muchos consideran como la más dura del mundo. Por ello, el triunfo logrado por Mazda fue y sigue siendo un hito en la historia de Le Mans. Y es que ha sido la única vez que ha ganado un coche con motor sin pistones.

Un motor sin pistones, el secreto del éxito

Aquel motor rotativo fue un portento de prestaciones, sin renunciar a resistencia mecánica. El motor rotativo R26B del 787B —con inyección periférica y tres bujías por rotor que ofrecía 710 CV a 9.000 rpm— respondió con fiabilidad al equipo de tres pilotos que lo llevaron a la meta. Estos fueron el británico Herbert, el alemán Volker Weidler y el luxemburgués Bertrand Gachot, que se encargaron de cruzar la meta con el coche número 55 pintado de colores verdes y naranjas.

Los tres Mazda que tomaron la salida en la carrera la terminaron: eran dos nuevos modelos 787B y una unidad del 787 del año anterior. Hicieron primero, sexto y octavo en la general absoluta. Una prueba de la dureza de aquella competición y de la resistencia de los modelos de Mazda es que de los 38 coches que tomaron la salida, solo terminaron doce.

De hecho, cuando los ingenieros inspeccionaron el motor R26B después de la carrera, dijeron que estaba en tan buen estado que bien habría podido correr otras 24 horas a continuación. El 787B que resultó ganador completó una carrera sin fallo recorriendo 362 vueltas. En total, el coche recorrió 4.932 km a una media de 205,38 km/h hasta que cruzó la bandera a cuadros.

Al año siguiente, el coche número 55 que pilotara Herbert en la edición 1991 de las 24 Horas de Le Mans, fue a parar al museo de Mazda en Hiroshima. Para evitar el dominio de esta nueva tecnología, la FIA decidió limitar la cilindrada de los motores de los coches participantes en las carrereas del Mundial de Resistencia, lo que dejó fuera a este modelo y a todos los vehículos con motor rotativo.

Desde entonces ha hecho apariciones ocasionales en reuniones históricas. Por ejemplo, en Le Mans en 2011 con motivo del 20 aniversario de aquel triunfo de leyenda o, más recientemente en 2015, en el Festival of Speed de Goodwood. Esas ocasiones han atraído a numerosos aficionados deseosos de escuchar en vivo su sonido característico. Porque todavía hoy sigue siendo casi un objeto de culto entre aficionados a las carreras y, sobre todo, entre entusiastas del motor rotativo de todo el mundo.

El pasado fin de semana se disputó una nueva edición de las 24 Horas de Le Mans, sin duda una de las pruebas legendarias en el automovilismo deportivo. En esta carrera se busca la máxima competencia, los coches más deportivos, pero también vehículos eficientes con un consumo ajustado y capaces de aguantar 24 horas de competición a la máxima velocidad y en las condiciones más adversas. No es, por ello, una carrera de las habituales.