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Panda Raid, la carrera de la solidaridad
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140 EQUIPOS EN LA SEXTA EDICION

Panda Raid, la carrera de la solidaridad

La sexta edición del Panda Raid que se ha disputado en Marruecos ha contado este año con más de 140 equipos inscritos. Todos ellos movidos por

La sexta edición del Panda Raid que se ha disputado en Marruecos ha contado este año con más de 140 equipos inscritos. Todos ellos movidos por el afán de aventura pero, sobre todo, por la solidaridad que se traduce en la entrega de material de todo tipo en la escuela pública Blaghma, en la localidad de Er Rachidia.

Una pequeña gran aventura. Así puede definirse la sexta edición del Panda Raid, que se ha disputado, como siempre, sobre territorio marroquí. Una iniciativa que pusieron en marcha hace siete años tres emprendedores españoles que decidieron crear una carrera solidaria donde los participantes recorrieran los caminos y la arena marroquí a bordo de un Seat/Fiat Panda fabricado antes de 2003.

Eso sí, hay dos categorías, 4x2 y 4x4; estos últimos encuentran ocasionalmente recorridos elegidos ex profeso para ellos, sabedores de que son capaces de lidiar con mayores dificultades en terrenos complicados como son la arena, el agua o el barro, entre otros. La organización también premia al coche decorado más originalmente, por ejemplo.

El atractivo de esta pequeña gran carrera no son solo los más de 3.500 kilómetros que los participantes, este año más de 140 coches inscritos, deben recorrer. Pero no solo los participantes. La caravana del Panda Raid está formada por más de 300 personas contando también organización, mecánicos, médicos, etc.

La solidaridad es el otro gran factor que mueve a estos aventureros de las pistas y los desiertos marroquíes. Tanto es así, que la fama de este raid ha traspasado ya nuestras fronteras más que nunca y ha atraído a equipos europeos de lugares como Inglaterra, Francia, Italia, Mónaco o Italia. Es cierto que hay una clasificación final por puntos, y etapas de navegación y regularidad para darle mayor sabor a la prueba y un cierto toque de competición, pero eso no es lo más importante para la mayoría de los participantes.

Como cada año, y recordemos que van ya seis ediciones, cada coche debe llevar entre los elementos exigidos por la organización 20 kilos de material escolar, aunque también se admite ropa, ordenadores y todo aquello que no sea comida y pueda ayudar a la escolarización de los estudiantes de aquella zona.

El resultado es que todos los participantes se vuelcan en esta empresa y llevan los pobres Pandas repletos de bolígrafos, ropa, cuadernos, juegos, libros (solo en francés o inglés), etc. La cantidad de material que se entrega es enorme, capaz de llenar una de las habitaciones de la ONG que las recibe para luego repartirlas de forma equitativa entre los niños. Es fácil adivinar que les queda por delante un trabajo de días seleccionando y “catalogando” cada entrega. Hasta la propia organización reconoce que la solidaridad en este sentido es desbordante. Un gran punto a favor de este evento.

El otro gran componente solidario es la ayuda que los propios participantes se prestan entre ellos. Entre los muchos kilómetros de ruta por pistas es fácil quedarse empanzado en la arena en algún momento. Es entonces cuando el espíritu de ayuda del Panda Raid entre los participantes empieza a funcionar sin ninguna orden de por medio. Parece una maquinaría probada y ensayada, porque a veces la cantidad de manos sobre cualquiera de los Panda cazados por las trampas de arena es tanta, que no hay un lugar de la carrocería donde no haya una mano empujando.

Esta maniobra, mucho más extendida que la más técnica de tirar de eslinga y remolcar con otro coche, da más frutos y es más rápida y placentera. Pero claro, en muchas ocasiones también hay que ayudarse de planchas bajo las ruedas que facilitan mucho el proceso de desatascar el vehículo. Especialmente si el tramo de arena o barro es continuado.

El caso es que en el Panda Raid puedes encontrarte con lugares de leyenda. Y no porque en ocasiones hagas esos caminos otrora transitados por las caravanas del mítico París-Dakar. Más bien porque la inmensidad del desierto te hace sentir pequeño y las dimensiones de un coche como el Panda te hacen ver que es menos que una gota de agua en un océano.

Ejemplo de ello fueron las pistas que la cuarta etapa de este año nos ofreció por un lago seco (Chott), donde además fue necesario tirar de brújula. El conductor tenía que seguir entonces las indicaciones del copiloto haciendo las veces de navegante, porque en el Panda Raid no están permitidos los GPS y las etapas se hacen con el libro de ruta que proporciona la organización, al más puro estilo dakariano de los primeros años.

Si a lo anterior sumas que la tormenta de arena en ese momento hacía perder de vista todo lo que tuvieras delante a más de un metro de distancia, la emoción y la sensación de “perdidos en el desierto” era enorme. Pero con buen paso y buena letra se consigue todo. Hasta salir de aquella inmensidad para dar paso a pistas inolvidables y largas, como auténticas autopistas. Además, ver otros Pandas delante, detrás, e incluso por otras pistas paralelas no tiene parangón. La sensación, sencillamente, hay que vivirla.

Y a una pista del desierto le puede suceder, ese mismo día, o en otra etapa, cruzar un río. Quizás unos días antes seco, quizás ese día más caudaloso. Caudaloso hasta el punto de, a veces, ser motivo para suspender la etapa porque ni siquiera los potentes todoterreno de la organización son capaces de cruzarlo con éxito y seguridad. Porque la seguridad está por encima de todo y la organización lo tiene claro. Así se disfruta mucho más.

La sexta edición del Panda Raid que se ha disputado en Marruecos ha contado este año con más de 140 equipos inscritos. Todos ellos movidos por el afán de aventura pero, sobre todo, por la solidaridad que se traduce en la entrega de material de todo tipo en la escuela pública Blaghma, en la localidad de Er Rachidia.