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Tragaperras financieras

Hay actividades dentro del sector financiero que parece que cumplen la función de canalizar el ahorro hacia la inversión, pero no aportan ni financiación a las empresas ni liquidez a los ahorradores

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Juan Gómez Bada

En las dos últimas semanas he explicado cuál es la aportación del sector financiero a la economía real. Primero de una manera sencilla y después, profundizando un poco más. Sin duda realiza funciones muy útiles para la sociedad y el correcto funcionamiento de la economía.

Sin embargo, hay actividades dentro del sector financiero que parece que cumplen la función de canalizar el ahorro hacia la inversión, pero no aportan ni financiación a las empresas ni liquidez a los ahorradores, salvo ocasionalmente de forma indirecta. Su objetivo es realizar apuestas sobre activos financieros. Las entidades financieras en estos casos ofrecen servicios y contrapartidas similares a las que casinos y casas de apuestas ponen a disposición de quienes juegan con números aleatorios o resultados deportivos.

La contribución a la canalización del ahorro no depende de la estrategia del ahorrador, sino del activo financiero en el que invierte. Pongamos un ejemplo. Si alguien invierte de forma totalmente especulativa en bolsa y compra y vende en el mismo día no está ofreciendo su ahorro a quien lo necesita, porque el dinero duerme en su bolsillo. No obstante, ayuda al sistema porque ofrece liquidez (contrapartida) a los ahorradores que quieren vender o aumentar su inversión y esto se traduce en un menor coste de la financiación o del capital para quien lo necesite.

La contribución a la canalización del ahorro no depende de la estrategia del ahorrador, sino del activo financiero en el que invierte

No es sencillo trazar de manera genérica una línea nítida entre los activos financieros que canalizan el ahorro hacia la inversión y los que no. Algunos dirán que se trata de una escala de grises y no les faltará razón. En cualquier caso, voy a señalar las cuatro características que son denominador común de los productos financieros que no cumplen esa función y después hablaré de casos concretos. Éstas son:

1º) Son productos derivados. Las partes contratantes tienen intereses opuestos y su valor depende de la evolución de otro activo financiero (activo subyacente). Los derivados no generan dinero. Lo que una parte gana, la otra lo pierde. Normalmente se gana menos de lo que se pierde porque hay que pagar los servicios de la entidad financiera que intermedia.

2º) Las empresas financiadas no intervienen. Es decir, no emiten los activos financieros ni ofrecen derechos a los ahorradores ni son los destinatarios directos o indirectos del ahorro.

3º) Los grandes inversores (compañías de seguros, fondos de inversión, bancos centrales, etc) no invierten en esos activos. La inmensa mayoría son particulares.

4º) No cotizan en mercados regulados, o aunque lo hagan, la cotización está controlada por una única entidad financiera.

Recuerdo, de la semana pasada, que muchos derivados financieros sí son útiles para ayudar a canalizar el ahorro a la inversión porque, aunque no generen dinero, permiten ajustar las operaciones a las necesidades de ahorradores o empresas y limitar los riesgos asumidos. No podemos meterlos todos en el mismo saco.

Gran actividad en estructurados

Empecemos con los ejemplos. Comienzo por los productos estructurados, que están siendo activamente comercializados por muchas entidades financieras. Estos activos se fabrican (empaquetan) incluyendo activos financieros de todo tipo. Unos canalizan el ahorro y otros no. Pongamos un ejemplo sencillo. Un depósito estructurado a 3 años que en vez de pagar un 0,5% TAE como uno normal, paga un 1,5% TAE si tres valores (acciones) suben en bolsa durante ese período y 0% TAE si alguno baja.

Este producto se puede descomponer en dos activos financieros. Un depósito sin intereses y una apuesta (opción) que funciona como un boleto de lotería. El depósito canaliza el ahorro a la inversión como expliqué hace dos semanas, pero la apuesta (opción) no. Si el depósito pagase un 1,5% TAE en el caso de que el gordo de navidad acabase en 7 y un 0% TAE si terminase en cualquier otro número, probablemente menos ahorradores lo contratarían. Con el primer depósito el ahorrador piensa que está invirtiendo sin arriesgar capital, con el segundo comprende que está jugándose los intereses en la lotería. Además, en el primer caso puede calcular más fácilmente qué probabilidades tiene de cobrar el premio y compararlo con su cuantía. En el caso de los productos financieros, las entidades pueden abusar porque tienen mucha más información que la otra parte contratante, su cliente.

Por si el ejemplo anterior pareciese muy alejado del depósito estructurado planteado podemos poner otro aun más parecido. El ahorrador cobrará el 1,5% TAE si al lanzar tres monedas al aire salen tres caras. Si sale alguna cruz, no cobra intereses. Es cierto que a tres años las acciones tienen algo más del 50% de posibilidades de subir, pero tampoco parece un juego muy atractivo. Por otro lado, hay que tener en cuenta más aspectos. Pongamos que alguna de las acciones reparta elevados dividendos y como consecuencia sus acciones bajasen ligeramente. En este caso, alguien invirtiendo en las tres acciones habría ganado (revalorización más dividendos) con los tres activos y sin embargo, quien contrató el depósito estructurado se quedaría sin intereses. Las entidades tienen en cuenta esto, ¿y los clientes?

A veces llevan nombres que les hacen parecer muy seguros, como los bonos autocancelables con cupones garantizados, y no lo son en absoluto

Analicemos ahora qué hace la entidad financiera con el riesgo de que tenga que pagar un mayor tipo de interés. Puede no hacer nada o cubrirlo comprando un seguro (opción) a otra entidad financiera que le indemnice con esa cantidad en tal escenario. Imaginemos que paga un 0,2% TAE por cubrir el riesgo. Se ahorraría un 0,3% TAE respecto al depósito normal del 0,5% TAE. La segunda entidad que le ha vendido el seguro (opción) a la primera habrá calculado también sus posibilidades de ganar y también se quedará con beneficio. Posiblemente no vuelva a cubrir el riesgo sino que lo gestione como una posición abierta más de un conjunto de transacciones que realiza. Acabará ganando a la cartera de operaciones similares por probabilidad, como hace un casino.

Los productos estructurados utilizan todo tipo de formato: depósitos, bonos, notas, fondos, etc. Y los activos subyacentes también son variados: acciones, índices, divisas, materias primas, etc. La apuesta puede ser del tamaño de los intereses, de los intereses y parte del capital, de los intereses y todo el capital o incluso superior a lo desembolsado incurriendo en apalancamiento (endeudamiento). A veces llevan nombres que les hacen parecer muy seguros, como los bonos autocancelables con cupones garantizados, y no lo son en absoluto.

En determinados productos derivados (warrants, turbowarrants, contratos por diferencias -CFDs-, etc.) los clientes de una entidad cruzan entre ellos apuestas de sentido contrario. Ejemplo. Uno puede apostar a que Telefónica sube y otro a que Telefónica baja. A la empresa de telecomunicaciones no le llega ni un euro por ello. Las entidades financieras se limitan a enseñar a sus clientes a utilizar esos productos, a ofrecer la plataforma de contratación y a hacer de creadores de mercado de los mismos a través de unas horquillas de precio (comprador y vendedor) muy amplias. Solamente cuando realizando esa función de creador de mercado la entidad decide cubrir el riesgo en mercados cotizados abiertos se contribuye a generar liquidez en activos que utilizan ahorradores y empresas.

Las apuestas financieras tienen una ventaja y un inconveniente respecto a los casinos, las casas de apuestas y la lotería. La ventaja es que las pérdidas son deducibles fiscalmente y en el resto de juegos no. El inconveniente es que muchos clientes de las entidades financieras creen que con estos productos están invirtiendo en vez de apostando y como consecuencia a menudo se juegan los ahorros de toda una vida en ellos. Algo que la mayoría no haría si lo considerasen al mismo nivel que la lotería, bingo, casino o apuestas deportivas.

Creo que este artículo es más difícil de entender que los dos anteriores porque los activos son mucho más complejos. Para compensar, haré mayor esfuerzo al resumirlo. En estos productos derivados, o parte de ellos, no se transfiere dinero hacia las empresas, no invierten los profesionales y los particulares en su conjunto pierden el dinero que ingresan las entidades financieras. En los activos financieros comentados en los artículos anteriores (salvo los derivados), invirtiendo de una manera diversificada y a largo plazo, siempre se gana porque se recibe una contraprestación por el ahorro. La diferencia para los inversores es un concepto muy simple, en unos activos se gana y en otros se pierde.

Juan Gómez Bada, director de inversiones de Avantage Fund

En las dos últimas semanas he explicado cuál es la aportación del sector financiero a la economía real. Primero de una manera sencilla y después, profundizando un poco más. Sin duda realiza funciones muy útiles para la sociedad y el correcto funcionamiento de la economía.

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