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El mercado del pasado está más cerca de lo que pensamos
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El mercado del pasado está más cerca de lo que pensamos

Al igual que la preparación ante una pandemia sufrió de amnesia histórica, las estrategias de inversión se enfrentan a escenarios que no se han dado en las últimas décadas

Foto: Exterior de Wall Street. (Getty/Spencer Platt)
Exterior de Wall Street. (Getty/Spencer Platt)
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De 1918 a 1920, la pandemia de gripe conocida inicialmente como Soldado de Nápoles, y posteriormente también como gripe española o trancazo, mató a entre 25 y 50 millones de personas en todo el mundo. A pesar de este precedente histórico, el mundo se vio en gran medida desprevenido cuando el COVID-19 surgió un siglo después. Nuestra memoria colectiva se había desvanecido, dejándonos con una falta psicológica de inmunidad al concepto de una pandemia devastadora.

Los inversores de hoy en día se enfrentan a una vulnerabilidad sorprendentemente similar, no necesariamente a una nueva pandemia, aunque sigue siendo posible. Más bien, en un entorno de mercado de inflación persistente, deuda soberana récord y valoraciones bursátiles cercanas a máximos históricos, los inversores pueden caer en una peligrosa trampa cognitiva que yo denomino "sesgo del coronavirus".

Foto: Inversores en la bolsa de Nueva York. (Getty/Spencer Plat)

Al igual que la preparación ante una pandemia sufrió de amnesia histórica, las estrategias de inversión se diseñan con un punto ciego respecto a los escenarios de mercado que no se han dado en la carrera de la mayoría de los profesionales. Los inversores preparan con diligencia las carteras basándose en el comportamiento del mercado de los últimos 30 años, sin ser conscientes de la posibilidad de que vuelvan a producirse patrones devastadores que se dieron fuera de su periodo de actividad laboral.

La mayoría de las carteras de jubilación actuales se basan en suposiciones derivadas de los mercados posteriores a la década de 1980 que establecen que los bonos son estabilizadores de cartera fiables, las correcciones del mercado de valores serán relativamente breves y estarán seguidas de fuertes recuperaciones y la inflación es una amenaza en gran medida superada. Estas suposiciones funcionan de manera brillante en las pruebas retrospectivas que abarcan las últimas décadas. Sin embargo, si ampliamos esa perspectiva histórica, se revelan regímenes de mercado que devastarían la construcción convencional de carteras actuales. En otras palabras, los ciclos de mercado de varias décadas se arraigan tanto en nuestra psicología colectiva de inversión que nos cuesta siquiera contemplar alternativas, hasta que llegan con una fuerza devastadora.

La mayoría de las carteras de jubilación actuales se basan en suposiciones derivadas de los mercados posteriores a la década de 1980

Tomemos como ejemplo los bonos, que hoy en día se consideran un estabilizador de cartera. De 1945 a 1981, los bonos experimentaron un mercado bajista aplastante que hizo que las carteras de renta fija cayeran un 21 % en términos reales durante la friolera de 36 años. Esta realidad ha desaparecido de la conciencia de muchos inversores tras cuatro décadas de prosperidad de los bonos. No obstante, con la inflación estadounidense, medida por el gasto en consumo personal, todavía en un elevado 2,5 %, y la deuda soberana mundial en 100 billones de dólares, o el 93 % del producto interior bruto, se están creando las condiciones para otro mercado bajista de bonos prolongado. Los inversores en acciones deben tener en cuenta advertencias históricas similares. Durante la Gran Depresión, el antecesor del índice S&P 500 se desplomó un 67 % en casi 13 años. Las acciones no se recuperaron por completo hasta pasados 16 años. No se trató de una simple caída seguida de una recuperación, fue un declive gradual y multifásico con numerosas falsas recuperaciones que quebraron incluso a los inversores más disciplinados.

Para apreciar la devastación psicológica de tal escenario, recordemos cómo nos sentimos en marzo de 2009 durante la crisis financiera. La caída del 30 % en las carteras equilibradas parecía insoportable, pero afortunadamente terminó después de 16 meses con una fuerte recuperación. Comparemos eso con la experiencia de la Gran Depresión: después de caídas iniciales similares, las acciones cayeron otro 43 % en 1931, y luego otro 43 % a principios de 1932. Una cartera equilibrada acabó perdiendo el 67 % de su valor, o el 72 % para los inversores que recibían una modesta distribución del 4 %.

Foto: El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, muestra un decreto sobre el aumento de aranceles, junto al secretario de Comercio, Howard Lutnick, el 13 de febrero en el Despaho Oval. (Reuters/Kevin Lamarque)

Pero eso no fue el final. Tras varios años de recuperación, en 1937 surgió otro mercado bajista de cinco años, que hizo que las carteras equilibradas cayeran otro 30 %. Los inversores que recibían distribuciones modestas agotaron sus carteras por completo. Incluso aquellos que no realizaban retiradas tuvieron que esperar 14 años para alcanzar el umbral de rentabilidad. Ray Dalio, fundador de Bridgewater Associates, ha alertado de que nuestro actual ciclo de deuda se asemeja al periodo de 1935 a 1945. Mientras tanto, la investigación de la economista Carmen Reinhart muestra que, a lo largo de la historia, los niveles excesivos de deuda soberana como los que estamos viendo hoy en día suelen resolverse mediante la inflación, la represión financiera o ambas. Ese es precisamente el entorno que devastó las carteras de bonos en la posguerra.

El entorno actual del mercado contiene paralelismos preocupantes: ratios de deuda sobre PIB récord en los países desarrollados, inflación persistente a pesar de los esfuerzos de los bancos centrales, aumento del proteccionismo que se hace eco de los aranceles de la época de la Depresión y valoraciones de las acciones en niveles históricos extremos. Sin embargo, la mayoría de las carteras siguen construidas como si los regímenes de inversión de las últimas décadas continuaran indefinidamente. Los inversores deberían considerar tres pasos concretos para combatir este sesgo del coronavirus.

Tras varios años de recuperación, en 1937 surgió otro mercado bajista de cinco años, que hizo que las carteras equilibradas cayeran otro 30 %

En primer lugar, adoptar pruebas de estrés históricas reales. Examinar cómo se comportaría tu cartera no solo a través de correcciones recientes, sino también a través de regímenes de varias décadas. La cartera estándar 60/40 que ha servido bien a los inversores desde la década de 1980 habría sido catastrófica durante períodos históricos fuera de la memoria viva. En segundo lugar, implementar una gestión de riesgos sistemática. Plantéate la asignación a estrategias con mecanismos explícitos de protección a la baja. Esto podría incluir enfoques de seguimiento de tendencias, cobertura basada en opciones o fondos de renta variable con cobertura. Estas estrategias han proporcionado históricamente una protección significativa durante mercados bajistas prolongados.

En tercer lugar, gestionar de forma proactiva los sesgos de comportamiento. Una gestión eficaz de la cartera requiere no solo construir carteras resistentes, sino también prepararse para las perturbaciones del mercado que provocan la toma de decisiones emocionales. Por muy racionales que creamos ser, somos animales sentimentales, especialmente en situaciones de peligro y de mucho estrés. Una forma de hacerlo es articular compromisos previos sobre cómo reaccionar ante diferentes condiciones del mercado, antes de que saboteen tu capacidad para pensar con claridad. En lugar de intentar predecir qué crisis podría surgir, los inversores prudentes construirán carteras resistentes a toda la gama de entornos históricos del mercado, no solo a aquellos que han experimentado personalmente. Reconocer nuestro sesgo de coronavirus puede ser la decisión de inversión más importante que tomemos.

*Contenido con licencia de Barron's. Traducido por Federico Caraballo

De 1918 a 1920, la pandemia de gripe conocida inicialmente como Soldado de Nápoles, y posteriormente también como gripe española o trancazo, mató a entre 25 y 50 millones de personas en todo el mundo. A pesar de este precedente histórico, el mundo se vio en gran medida desprevenido cuando el COVID-19 surgió un siglo después. Nuestra memoria colectiva se había desvanecido, dejándonos con una falta psicológica de inmunidad al concepto de una pandemia devastadora.

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