Así es como Wall Street y las empresas se equivocaron con Trump
Pensaban que su segundo mandato sería como el primero, dando prioridad al crecimiento económico y a la bolsa, pero él tenía otras ideas
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El día después de las elecciones del pasado otoño, el mercado se disparó. ¿Y por qué no iba a hacerlo? Los inversores asumieron que el segundo mandato de Donald Trump sería como el primero, dando prioridad a los recortes fiscales, la desregulación y el crecimiento económico. Los aranceles llegarían más tarde, tras largas deliberaciones. Así, Trump trataría al mercado de valores como su boletín de calificaciones en tiempo real.
Sus asesores reforzaron esa impresión. Pocos días después de las elecciones, Scott Bessent, ahora secretario del Tesoro, elogiaba en un artículo de opinión en el Wall Street Journal "la inequívoca aceptación por parte de los mercados de la visión económica de Trump 2.0". Trump, escribió, "garantizará que el comercio sea libre y justo".
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Ahora sabemos que las empresas, los inversores y muchos de los propios asesores del presidente entrante le interpretaron mal. Sus prioridades no eran las mismas. En las últimas semanas, ha dejado de lado una corrección del mercado de valores y las advertencias de inflación y un crecimiento más débil en pos de un objetivo: aranceles lo suficientemente altos como para desviar la producción de bienes importados a las fábricas nacionales, haciendo añicos las cadenas de suministro construidas durante décadas. En el proceso, la retórica de Trump se ha vuelto más sobria y desafiante. El presidente que prometió que una edad de oro comenzaría el día de su toma de posesión ahora no descarta la recesión. El presidente que una vez tuiteara obsesivamente sobre el mercado de valores ahora sugiere ignorarlo.
Insta al público a pensar a largo plazo: "Si te fijas en China, tienen una perspectiva de 100 años", dijo en una entrevista que emitió Fox el pasado domingo. El propio Trump es menos conocido por su perspectiva a 100 años que por anunciar políticas sobre la marcha y cambiarlas días después. Podría dar marcha atrás en sus últimos aranceles en cualquier momento, o redoblar la apuesta. Sin embargo, el rumbo que ha tomado es claro y ha supuesto un duro despertar para el mundo financiero. Nadie pensaba que Trump se hubiera convertido en un discípulo de Milton Friedman en sus cuatro años de mandato. Aun así, los asesores de la corriente dominante habían frenado sus impulsos más radicales durante su primer mandato. Muchos supusieron lo mismo de su nuevo equipo económico, mayoritariamente convencional: Bessent como secretario del Tesoro, el ejecutivo de servicios financieros Howard Lutnick como secretario de Comercio y Kevin Hassett como director del Consejo Económico Nacional.
Ahora sabemos que las empresas, los inversores y muchos de los propios asesores del presidente entrante le interpretaron mal
Hace un año, Bessent dijo a sus clientes que "los aranceles son inflacionistas" y que "la pistola de los aranceles siempre estará cargada y sobre la mesa, pero rara vez se disparará". En septiembre, Lutnick describió los aranceles como una "moneda de cambio" para hacer que otros reduzcan sus propios aranceles y afirmó que no se impondrían a cosas que Estados Unidos no fabrica. El domingo, Hassett insistió en que Estados Unidos había "lanzado una guerra contra las drogas, no una guerra comercial" contra Canadá.
No obstante, en su segundo mandato, Trump ha mostrado poca deferencia hacia los asesores, el Congreso o cualquier otra barrera de contención. Ha descargado la pistola arancelaria con tanta frecuencia que los nuevos aranceles ya cubren 1 billón de dólares de importaciones, que pronto serán 1,4 billones, casi cuatro veces el total de su primer mandato, según la Tax Foundation. No ha eximido a los productos que Estados Unidos no fabrica y no está utilizando los aranceles para reducir los impuestos de otros, al menos de momento. Además, parece que está librando una guerra comercial con Canadá, por razones que no tienen nada que ver con el motivo oficial, el fentanilo: su superávit comercial, su trato a los bancos y productos lácteos estadounidenses y su insistencia en seguir siendo un país aparte.
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Es posible que el mundo no esté preparado para el 2 de abril, cuando los funcionarios de la administración deben informar sobre la viabilidad de la reciprocidad. En un principio, eso significaba que los aranceles estadounidenses se ajustarían a los que le impusieran los demás, y por tanto podrían subir o bajar. Iba a ser una alternativa más benigna a un arancel universal sobre todos y sobre todo. Sin embargo, Trump considera que la reciprocidad incluye todo lo que él considera una barrera comercial injusta, como los impuestos sobre el valor añadido. Probablemente será otro pretexto para simplemente subir mucho los aranceles. Tras haber malinterpretado a Trump en materia de comercio, ¿tendrán razón las empresas y los inversores sobre él en materia de impuestos y desregulación? Probablemente, con la salvedad de que ambos reflejarán las prioridades de Trump, no las de ellos.
Los republicanos en el Congreso planean prorrogar todos los recortes fiscales que promulgaron en 2017. También contemplan recuperar algunas disposiciones fiscales caducadas importantes para las empresas en materia de bienes de equipo e investigación. Pero limitarse a prorrogar o restablecer recortes fiscales anteriores no es tan estimulante como introducirlos por primera vez. Además, la ley tributaria de 2017 fue diseñada en gran medida por los republicanos del Congreso, que dieron prioridad a impulsar la inversión y la competitividad de Estados Unidos, reduciendo el tipo corporativo del 35% al 21% y recortando la carga fiscal sobre los beneficios extranjeros. Ambas medidas son permanentes.
Los republicanos en el Congreso planean prorrogar todos los recortes fiscales que promulgaron en 2017
En cambio, los nuevos recortes fiscales reflejarán las prioridades de Trump: exenciones fiscales a las propinas, las horas extra y las prestaciones de la Seguridad Social, que poco favorecen la inversión. Ha propuesto un tipo corporativo del 15%, pero solo para la producción en EEUU, imitando una exención fiscal que los republicanos eliminaron en 2017 porque era cara, difícil de administrar e ineficaz.
En cuanto a la desregulación, las empresas y los analistas siguen siendo optimistas. Trump ha estado ocupado eliminando normas de la era Biden y despidiendo a personal encargado de hacerlas cumplir en varias agencias, como la Oficina de Protección Financiera del Consumidor. Aquí también hay que hacer una salvedad. Trump también está utilizando el poder regulador para castigar a quienes le traicionan políticamente. Una fusión entre Paramount Global y Skydance Media podría estar en riesgo porque Trump está demandando a la unidad de Paramount CBS por cómo "60 Minutes" editó una entrevista con su oponente electoral Kamala Harris. La orden de Trump de despojar a Perkins Coie, un bufete de abogados con vínculos demócratas, de autorizaciones de seguridad, contratos gubernamentales y acceso a edificios federales fue muy comentada por los ejecutivos corporativos.
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Como comunidad, los líderes empresariales celebran el regreso de Trump al poder. Como individuos, muchos viven temiéndolo. La política arbitraria y personalizada de Trump es contraria a la previsibilidad que anhelan las empresas. Trump podría mitigar la ansiedad presentando un programa coherente (como han intentado algunos asesores) y un proceso para aplicarlo, como pedir al Congreso que convierta en ley los nuevos aranceles, como estipula la Constitución.
Pero esa no es su naturaleza. Se deleita en el poder de imponer y eliminar aranceles y otras medidas sin previo aviso, proceso, controles ni equilibrios. El resultado ha sido una incertidumbre en la política económica a niveles nunca vistos en crisis anteriores, como los atentados terroristas de 2001, la crisis financiera de 2008-09 y el inicio de la pandemia del COVID en 2020. Todos ellos se debieron a acontecimientos que escapaban al control de Estados Unidos. Esta crisis ha sido provocada por el hombre, y crecerá y decrecerá en función de sus palabras y acciones.
*Contenido con licencia de The Wall Street Journal. Traducido por Federico Caraballo
El día después de las elecciones del pasado otoño, el mercado se disparó. ¿Y por qué no iba a hacerlo? Los inversores asumieron que el segundo mandato de Donald Trump sería como el primero, dando prioridad a los recortes fiscales, la desregulación y el crecimiento económico. Los aranceles llegarían más tarde, tras largas deliberaciones. Así, Trump trataría al mercado de valores como su boletín de calificaciones en tiempo real.