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Contra el mito del joven emprendedor: por qué apostar por 'startuperos' de 50 y 60 años
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Contra el mito del joven emprendedor: por qué apostar por 'startuperos' de 50 y 60 años

Olvídate de lo que crees saber sobre los brillantes jóvenes empresarios. La mayoría de las personas que crean empresas de éxito son de mediana edad o más mayores

Foto: El mito del joven emprendedor. (EFE/Justin Lane)
El mito del joven emprendedor. (EFE/Justin Lane)
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Bridget Johns siempre ha sido una emprendedora, pero nunca había llegado a ser realmente empresaria. Creció en una granja de Pensilvania y vendía maíz en la entrada de su casa. En lugar de recibir una paga, le daban lechones que criaba y vendía en la feria del condado. Después de la universidad y la escuela de negocios, trabajó en una serie de minoristas de lujo en departamentos secundarios que a ella le parecían más bien startups. Después trabajó como ejecutiva en una startup de verdad.

Pero siempre soñó con crear su propia empresa y hace unos años decidió que, si no se arriesgaba en ese momento, nunca lo haría. Y lo hizo. Johns creó su propia empresa a la edad de 51 años. Es posible que una madre de los suburbios con décadas de experiencia en su sector no sea la primera persona que nos venga a la mente cuando nos imaginamos a una emprendedora respaldada por una empresa de capital riesgo creando una compañía impulsada por inteligencia artificial. Sin embargo, esa es exactamente la razón por la que Katerina Stroponiati decidió invertir en ella. Stroponiati es una inversora de capital riesgo con una teoría diferente del éxito empresarial: cree que los emprendedores de más edad pueden ser mejores emprendedores.

De hecho, acaba de lanzar un pequeño fondo para respaldar a empresas tecnológicas en fase inicial que tengan las cualidades que todo inversor busca y una que ningún otro inversor considera. Tienen que tener una cierta edad de al menos 50 años. Esto se debe a que los emprendedores de más edad tienen muchas ventajas que los inversores, obsesionados con descubrir jóvenes talentos, suelen pasar por alto. Tienen contactos. Tienen credibilidad. Tienen experiencia en el sector, conocimientos especializados y el tipo de relaciones que puede llevar años establecer. Lo han visto todo, así que pueden detectar oportunidades que otros pasan por alto. Conocen las reglas de su negocio y saben cómo romperlas. También saben qué problemas hay que resolver porque ellos mismos se han topado con ellos demasiadas veces.

Esas son las virtudes que Stroponiati tenía en mente cuando se le ocurrió la idea de su proyecto "Brilliant Minds". Su hipótesis era que los emprendedores más veteranos están infravalorados por su edad y que su sabiduría sería cada vez más valiosa. Al fin y al cabo, si la inteligencia artificial supera a los humanos, se valorarán más los aspectos intangibles que no pueden automatizarse ni convertirse en mercancía. "Las nuevas aptitudes van a ser la claridad, el conocimiento exhaustivo y la forma en que nos comunicamos con las máquinas y con los miembros de nuestro equipo", afirma Stroponiati, que se define a sí misma como una joven de 41 años. "A medida que envejecemos, mejoramos en estas habilidades". También envejecemos mejor. Hoy en día, tenemos acceso a todo tipo de medios para la longevidad que prometen hacer de los 50 los nuevos 40 años.

Los emprendedores de más edad tienen muchas ventajas que los inversores, obsesionados con descubrir jóvenes talentos, suelen pasar por alto

Solo un adolescente podría pensar que los de 50 son viejos. Pero se cree que son viejos como para empezar de nuevo, y son definitivamente más mayores de lo que Silicon Valley considera una mente brillante. Hay razones perfectamente lógicas por las que los inversores de capital riesgo glorifican la juventud. Una de ellas es que la identificación temprana del talento les ha dado resultados espectaculares. Todas las empresas más valiosas de Estados Unidos fueron fundadas por emprendedores visionarios cuando tenían 30 años o menos. En tecnología, el emprendedor ideal podría ser un ingeniero precoz con una reserva ilimitada de energía y un apetito insaciable por el riesgo, no solo alguien que entra en Stanford, sino alguien dispuesto a renunciar a Stanford.

Pero ser joven no siempre es mejor. En otros campos, no basta con tener un título universitario para crear una empresa, también se necesita un doctorado. Y es difícil saber cómo trastocar una industria si nunca se ha trabajado en ella. Todo esto demuestra por qué la imagen que se nos viene a la cabeza cuando pensamos en el arquetipo del emprendedor que funda una startup es errónea. Es casi seguro que la persona que nos imaginamos es demasiado joven. Cuando economistas del MIT, Northwestern, la Universidad de Pensilvania y la Oficina del Censo de Estados Unidos estudiaron millones de empresas estadounidenses creadas entre 2007 y 2014, descubrieron que la edad media de sus creadores no estaba entre los 20 y los 30 años, sino que era de casi 42 años. Su investigación demostró que la edad era un factor de predicción crucial del éxito, solo que no de la forma que cualquiera imaginaría. "Los emprendedores con más éxito son los de mediana edad o más", escribieron los autores en su artículo de 2020. En otras palabras, emprendedores como Morris Chang, que fundó Taiwan Semiconductor Manufacturing a los 50 años.

Foto: Paulo, más conocido como Paulinho, en Dubai. (Cedida)

El año pasado escribí sobre Chang y el sorprendente poder del espíritu emprendedor en la mediana edad, y fue entonces cuando conocí a Stroponiati. Emprendedora también, se trasladó a Estados Unidos desde Grecia en 2012 para crear una empresa tecnológica. Cuando empezó a invertir, se dio cuenta de que no era habitual recibir propuestas de emprendedores mayores, pero las que financiaba tenían un éxito inusual. Llegó a la conclusión de que la indiferencia del capital riesgo hacia los mayores era su oportunidad de diferenciarse. Decidió que su propio fondo se centraría exclusivamente en empresarios de 60 años o más. Le dije que volviera a enviarme un correo electrónico cuando hiciera su primera inversión y no hace mucho, volvió a escribirme. En respuesta a la demanda popular, había rebajado la edad mínima a 50 años. Para entonces, Stroponiati ya había estudiado cientos de posibles operaciones, el 39% de ellas con emprendedores de mediana edad que nunca antes habían formado una empresa. Acababa de realizar su primera inversión en una empresa dirigida por Bridget Johns.

Antes de ser empresaria, Johns trabajó en Tiffany & Co, Lancôme y RetailNext, que recopila datos y análisis de tiendas físicas. Cuando se marchó en 2021, era la directora de marketing y estrategia de crecimiento de la startup. Estaba más preparada que otras personas que tenían la mitad de su edad para lanzar un negocio. Pero también tenía más dudas. "No era una emprendedora de 20 años", dice. "Me estaba desprendiendo de un buen sueldo y de una vida bastante estable".

Foto: Inversores en la bolsa de Nueva York. (Getty/Spencer Platt)

Pero con el apoyo de su marido, dio el salto a emprender. Su idea era crear un sitio de comercio electrónico que utilizara la inteligencia artificial para mejorar la entrega de regalos por internet. Johns bautizó la empresa con el nombre de To&From. Sabía por su experiencia de trabajo con minoristas que la gente tiene dificultades para elegir el regalo perfecto para su familia, amigos y clientes corporativos. Johns pensó que su pasión personal por los regalos y su amplia experiencia profesional la convertían en la persona idónea para ofrecer su ayuda. "La idea surge de la experiencia en el sector, algo que no habría tenido a los 25 años", afirma Johns, que ahora ha cumplido 55 años. "A los 25 tenía muchas otras ideas para empresas, pero ninguna tan específica dentro de un nicho)".

Le atraía la idea detrás del fondo de longevidad de Stroponiati, pero no estaba segura de querer formar parte de él. "¿De verdad quiero decirle a la gente mi edad?", pensó Johns. Sin embargo, ella también se hizo a la idea de que su edad podía ser su baza. Ha aprendido que nunca es demasiado tarde para volver a empezar, o para crear una empresa.

*Contenido con licencia de The Wall Street Journal. Traducido por Federico Caraballo

Bridget Johns siempre ha sido una emprendedora, pero nunca había llegado a ser realmente empresaria. Creció en una granja de Pensilvania y vendía maíz en la entrada de su casa. En lugar de recibir una paga, le daban lechones que criaba y vendía en la feria del condado. Después de la universidad y la escuela de negocios, trabajó en una serie de minoristas de lujo en departamentos secundarios que a ella le parecían más bien startups. Después trabajó como ejecutiva en una startup de verdad.

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