Una Rothschild que luchaba por un capitalismo más amable ahora se amolda a la era Trump
El giro contra el capitalismo benevolente es un fascinante caso de estudio sobre cómo se ponen en marcha las modas de inversión y cómo mueren
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Las grandes empresas se han vuelto en contra de la diversidad y la acción medioambiental en su intento de ganarse el favor de un presidente Trump que se ha declarado abiertamente "antiwoke". También los académicos y una de las principales defensoras de una forma más amigable de capitalismo se están alejando de los movimientos encarnados por los acrónimos DEI (diversidad, equidad e inclusión) y ESG (referido a factores ambientales, sociales y de gobierno corporativo), a medida que toda la cultura financiera cambia.
Lynn Forester de Rothschild es amiga de Hillary Clinton y aportó fondos para su campaña a la Casa Blanca y hasta consiguió que el actual rey Carlos III de Inglaterra y el Papa intentaran reformar el capitalismo hace una década. Lady de Rothschild, como se la conoce en el Reino Unido a esta empresaria británico-estadounidense, cree que las empresas deben tratar bien a sus trabajadores y clientes, ya que esto es bueno para el negocio.
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Sin embargo, esta nativa de Nueva Jersey, que se hizo rica invirtiendo en telecomunicaciones y cuyo tercer matrimonio la introdujo en el clan Rothschild, ha declarado que este aspecto "tan obvio" ha derivado hasta caer en una "sopa de letras de siglas y acrónimos". "Creo que no necesitamos preocuparnos por acrónimos como DEI o ESG como tal". Sentada en un taburete en Davos, donde las élites mundiales estaban reunidas para hablar, divertirse y llegar a acuerdos, afirmó que la inversión ESG (centrada en el medio ambiente, lo social y la gobernanza) para presionar a las empresas con el fin de que traten mejor al medio ambiente y a los trabajadores ya no es el enfoque adecuado. Hay una nueva esperanza: Trump podría apoyar a la clase trabajadora aumentando el salario mínimo y las oportunidades.
Se trata de un gran cambio. En 2015, Lynn reunió a inversores y directores ejecutivos que supervisaban activos por valor de 25 billones de dólares, además de al expresidente Bill Clinton, e instó a las empresas a adoptar criterios ESG. "Si todos los asistentes a la conferencia dejaran de centrarse en los resultados trimestrales e integraran las métricas ambientales, sociales y de gobernanza (ESG) en sus decisiones de inversión, podrían obtener buenos resultados y hacer el bien", escribió en un artículo de opinión para The Wall Street Journal.
Hay una nueva esperanza: Trump podría apoyar a la clase trabajadora aumentando el salario mínimo y las oportunidades
Los criterios ESG prosperaron en los consejos de administración, entre los que Rothschild figura como consejera de Estée Lauder y anteriormente de Gulfstream Aerospace, antes de que fuera comprada por General Dynamics, entre otros. También caló entre los inversores que esperaban aliviar sus conciencias al tiempo que ganaban dinero, aunque sus esfuerzos por atraer fondos cofundando Inclusive Capital Partners con el activista Jeff Ubben no funcionaron. Los académicos de las finanzas se unieron a ella. Los que se resistieron a la avalancha fueron marginados, maltratados o ignorados, mientras que los gestores de fondos se apresuraron a lanzar productos con comisiones elevadas para sacar partido y se desarrolló una industria de consultoría especializada.
El giro contra los ESG es un caso fascinante de cómo se ponen en marcha las modas de inversión y cómo mueren. En este sentido, Trump tiene el partido ganado. Las iniciativas ESG y DEI alcanzaron su punto álgido en 2021, cuando estalló la burbuja postpandémica de los valores "verdes". Hasta entonces, a los académicos les había resultado fácil publicar artículos que mostraban un vínculo entre la rentabilidad de las inversiones y los ESG, o partes de los ESG. Los trabajos contrarios a estos criterios rara vez aparecían publicados. Como señala Alex Edmans, profesor de finanzas de la London Business School, en su libro May Contain Lies, existía un sesgo de confirmación: La gente quería creer que hacer lo correcto sería rentable y pasaba por alto los defectos de los documentos. Aquellos que pusieron de manifiesto los problemas tuvieron dificultades para que alguien les hiciera caso.
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Los gestores de fondos y los consultores utilizaron estos estudios, y sus propias investigaciones, a menudo muy equivocadas, para imponer fondos de alto coste a un público que también quería creer que no había conflicto entre ganar dinero y hacer el bien. Creo que el rechazo de los ESG es una consecuencia natural del estallido de la burbuja, pero también es cierto que la derecha se dio cuenta de que podía utilizar las mismas tácticas que la izquierda para presionar a las empresas para que actuaran como ellos querían. "La izquierda y las ONG se dieron cuenta de que lo que hay que hacer es presionar a los accionistas", declaró el director ejecutivo de un gran banco. "Ahora la derecha también se ha dado cuenta".
Una prueba de cómo están cambiando las cosas la aporta una encuesta informal realizada por Wei Jiang, profesor de finanzas de la Universidad de Emory, sobre artículos académicos relacionados con ESG en las cinco principales revistas de finanzas. Descubrió que hasta 2021 todos los artículos publicados eran positivos o neutros sobre el efecto en los inversores de las iniciativas ESG de las empresas. En 2021, empezaron a publicarse artículos negativos, y ahora la mayoría de los artículos concluyen que existe una relación de contraposición entre las empresas que hacen cosas buenas y los inversores que ganan dinero. Una señal de ese cambio puede verse en la revisión de un artículo de 2016 de Aaron Yoon, profesor asociado de contabilidad de Northwestern, George Serafeim, profesor de la Harvard Business School, y Mozaffar Khan, actual gestor de fondos de Causeway Capital Management. Ha sido aclamado como uno de los documentos fundacionales de los ESG a nivel académico, ya que afirmaba demostrar que las empresas ganaban más dinero si aplicaban las consideraciones ESG en áreas financieramente importantes para ellas. Ahora está en tela de juicio.
Creo que el rechazo de los ESG es una consecuencia natural del estallido de la burbuja
Un artículo publicado el año pasado por Byung Hyun Ahn y Panos Patatoukas, de la Universidad de California en Berkeley, y George Skiadopoulos, de Queen Mary, Universidad de Londres, volvió a ponerlo a prueba y descubrió que, en todo caso, era al revés: las empresas rentables de crecimiento también obtienen buenas puntuaciones en ESG. Las medidas financieras estándar utilizadas por los inversores predicen el rendimiento, así que ¿qué aportan los criterios ESG? Luca Berchicci, de la Universidad Erasmo de Róterdam, y Andrew King, de la Universidad de Boston, descubrieron que los resultados no se repetían cuando se variaban ligeramente los supuestos de Yoon, Serafeim y Khan.
Llevo mucho tiempo mostrándome escéptico ante las afirmaciones de los ESG, entre otras cosas porque sus puntuaciones son muy subjetivas. La burbuja ESG se ha desinflado, y los valores verdes que lideraron el mercado en 2021 han vuelto a situarse por debajo de sus niveles prepandémicos. No obstante, los detractores de los ESG deberían tener cuidado y no arremeter con demasiada dureza. El hecho de que los ESG no aumenten el valor no significa que hacer lo contrario —tal vez siguiendo el llamamiento del CEO de Meta, Mark Zuckerberg, a favor de más "energía masculina" en el trabajo— vaya a aumentar los beneficios o las cotizaciones bursátiles. En palabras de Rothschild: "Tenemos que volver al sentido común: ¿Cuáles son esos factores que hacen mejores a las empresas?". Los inversores deberían aplicar este escepticismo básico a todas las nuevas ideas de inversión, no solo a los ESG.
*Contenido con licencia de The Wall Street Journal. Traducido por Federico Caraballo
Las grandes empresas se han vuelto en contra de la diversidad y la acción medioambiental en su intento de ganarse el favor de un presidente Trump que se ha declarado abiertamente "antiwoke". También los académicos y una de las principales defensoras de una forma más amigable de capitalismo se están alejando de los movimientos encarnados por los acrónimos DEI (diversidad, equidad e inclusión) y ESG (referido a factores ambientales, sociales y de gobierno corporativo), a medida que toda la cultura financiera cambia.